El pasado sábado, los socios del FC Barcelona -propietarios del club a todos los efectos- aprobaron las cuentas de la temporada 2022/23 que la junta directiva les presentaron. La aprobación se hizo mediante el ya conocido método de los compromisarios, es decir, representantes de los socios escogidos de varias maneras (la mayoría por sorteo) que son los únicos que tienen potestad para asistir a las asambleas con voz y voto. En los inicios del club, cuando todavía eran pocos los miembros, todos los socios tenían derecho a participar en las asambleas, un método que más tarde se sustituyó por el de los socios delegados (equivalente a los compromisarios actuales) que duró hasta la República, cuando de nuevo se abrieron las decisiones a todos los socios. Con el franquismo se recuperó el sistema de los delegados-compromisarios, una manera de funcionar que ha durado, de momento, hasta el día de hoy.
Que la asamblea fuera telemática permite pensar que, ahora que hay los suficientes medios tecnológicos, quizás sería el momento de abrir el club otra vez a todos los socios. Hoy en día el Barça tiene, poco más o menos, 140.000 socios, de los cuales solo unos 3.500 (el 2,5% del total) son los compromisarios que pueden tomar decisiones, de los que únicamente 417 estaban presentes a comienzos de la asamblea del pasado sábado. Esto desembocó en que los puntos fundamentales de la asamblea, como por ejemplo el cierre de cuentas o presupuesto de la temporada próxima, fueran aprobados por una cifra tan raquítica cómo poco más de 370 votos a favor. Parece un número muy esquifito cuando hablamos de una de las instituciones clave del país y que atraviesa unos momentos críticos.
La inhibición de los propietarios del Barça (los socios) de sus obligaciones como tales ha provocado que no existan verdaderos mecanismos de control a las juntas directivas
El modelo de toma de decisiones de la asamblea es una de las caras de los graves problemas de gobernanza que tiene el club, la razón máxima por la cual el Barça lleva años haciendo equilibrios cerca de la quiebra. La inhibición de los propietarios de la entidad (los socios) de sus obligaciones como tales ha provocado que no existan verdaderos mecanismos de control a las juntas directivas que sucesivamente rigen el club. Sea como fuere, el presidente Laporta consiguió el apoyo de la masa social en todo lo que les presentó, de forma que delante de él se le presenta un horizonte completamente limpio de obstáculos para continuar rigiendo el club con los mismos procedimientos que ha utilizado hasta ahora. De todo lo que vimos el sábado, nos interesa poner el foco sobre el cierre contable de la temporada 2022/23, que de momento es la mejor radiografía que tenemos para analizar la salud actual del club.
Para empezar vemos que los ingresos ordinarios del club fueron de unos 800 millones de euros, lo que implica un incremento respecto de la temporada pasada de un 25%, aproximadamente. Las principales diferencias han sido los ingresos por competiciones, que se han doblado una vez se ha dejado atrás todo vestigio del Covid, marketing (los patrocinadores), con un crecimiento de cerca del 50%, y servicios prestados, que casi se ha doblado. Las cuotas de socios y abonados también han experimentado cierto incremento. Pero, ojo, los ingresos por derechos de televisión, uno de los pilares de los clubes hoy en día, han caído casi un 15%, que es el peaje de revender los derechos a un tercero, es decir, al fondo Sixth Street (la primera de las palancas).
Las cifras actuales hacen inviable el Barça a largo plazo si no se consigue dar la vuelta a las pérdidas ordinarias sistemáticas
El incremento de la facturación ordinaria sería un dato muy positivo, si no fuera porque los gastos ordinarios se han disparado casi un 45%, hasta superar ampliamente los 900 millones de euros, lo que provoca que el club aumente sus pérdidas estructurales, con una brecha que se hace difícil de soportar y que daña sistemáticamente los fondos propios de la entidad. De los gastos hay que destacar el incremento de los de personal, que suben de los 457 millones de euros a los 625, un 37% de crecimiento, imputable casi en exclusiva al personal deportivo (se suponía que uno de los mandatos de la era Laporta era reducir la masa salarial desbocada que había dejado la administración Bartomeu). El otro gasto que llama la atención es el que viene etiquetado como "otros gastos", que pasa de 164 millones de euros a 280, o sea, un 70% de subida. A todo esto hay que añadir que la partida procedente de las ventas de jugadores, que en muchas ocasiones sirve para equilibrar las cuentas, la temporada pasada dejó unas pérdidas de más de 40 millones de euros.
Todo ello muestra unas cifras que hacen inviable el club a largo plazo si no se consigue dar la vuelta a las pérdidas ordinarias sistemáticas que ya hace demasiados años que el club genera. Este panorama tan preocupante queda maquillado por las ya famosas palancas, que en la temporada que se acaba de cerrar representaron unos 800 millones de euros de ingresos adicionales, procedentes de la venta de ingresos futuros por derechos de televisión y de la transmisión a terceros de una parte del capital de Barça Media, la sociedad que tenía que salir a cotizar en el Nasdaq, pero que al final no lo ha hecho porque inversores clave se han hecho atrás. Los ingresos que han proporcionado las palancas han permitido transformar las pérdidas ordinarias de unos 300 millones en unos beneficios brutos de 423 millones de euros que, una vez la Agencia Tributaria ha pasado el rastrillo, se quedan en algo más de 300. Que el Barça presente números negros en el ejercicio cerrado tiene que ser considerado cómo un espejismo al cual no hay que hacer mucho caso, porque seguramente sacaríamos conclusiones erróneas sobre la gestión del club.
En la memoria auditada se indica que el patrimonio neto del club es negativo
Por otro lado, si echamos un vistazo a la situación patrimonial azulgrana, comprobamos que la situación no es mejor, porque con unos ingresos anuales de 800 millones de euros, el pasivo se enfila, de momento, hasta los 2.800 millones, el cual es muy difícil de hacer frente con unos resultados ordinarios negativos de manera sistemática. Además, en la memoria auditada se indica que el patrimonio neto del club es negativo, el que compromete el futuro de la entidad. La subsistencia del Barça sin capitalizaciones externas (es decir, sin transformarse en sociedad anónima) está del todo condicionada al hecho que las obras del Espai Barça que lleva a cabo la constructora Limak finalicen dentro del plazo, y que se cumplan las previsiones de ingresos por el nuevo complejo barcelonista. En caso contrario, es seguro que la deuda será impagable. Sea como fuere, los socios han dado vía libre a Laporta para persistir en este camino.