En la conferencia del Partido Laborista de 1996, Tony Blair declaró que sus tres prioridades para llegar al cargo de primer ministro eran "educación, educación y educación". Y su New Labour ganó las elecciones generales de 1997, ocasionando la peor derrota a los conservadores desde el 1906. Y lo consiguió a pesar de la continua recuperación económica y la caída del paro que el gobierno saliente había conseguido desde finales de la recesión de 1990-1992.
En cambio, en Catalunya no hemos visto ningún partido político que ponga énfasis en la educación (y últimamente, tampoco hemos visto ninguna victoria electoral contundente). Esta ausencia es sorpresiva, dado que no hay que buscar mucho para encontrar motivos de peso para centrar la atención en nuestro sistema educativo. El último informe internacional PISA, publicado en diciembre de 2023, evidencia que la calidad del sistema educativo catalán ha caído a posiciones históricas. Por el contrario, el mismo informe, en el Reino Unido, muestra una realidad diferente. Inglaterra ha superado significativamente la media internacional, media pasando de la decimoséptima posición en matemáticas, en 2018, a la undécima posición, en 2022. Y en lectura o ciencias se ha situado en la decimotercera posición.
No hay que buscar mucho para encontrar motivos de peso para centrar la atención en nuestro sistema educativo
Además, como todos sabemos, Inglaterra tiene un sistema universitario muy prestigioso. De hecho, tiene cuatro de las diez mejores universidades del mundo, según la clasificación QS World University Rankings 2024 - Cambridge, Oxford, Imperial College y UCL. Aun así, y contrariamente a lo que pasa en nuestro país, solo una parte minoritaria del presupuesto de estas universidades proviene de las arcas comunes. Y esto ocasiona que sean caras y cobren mucho dinero a los estudiantes. Ahora bien, este inconveniente, al mismo tiempo, obliga a los centros a ser altamente competitivos si quieren ganar clientes, así como muy eficientes a la hora de encontrar fuentes de financiación privada.
En las mismas islas británicas, hay otra nación, Escocia, que tiene universidades de mucha calidad, a pesar de que, como en Catalunya, se ofrece la enseñanza casi de balde a los estudiantes (entendiendo que se paga con los impuestos de los ciudadanos). Según el mismo ranking internacional, por cierto, el más prestigioso y utilizado, Escocia, a pesar de ser más pequeña que Catalunya, tiene tres universidades entre las mejores 100 posicionadas del mundo. En cambio, Catalunya, paradójicamente, no tiene ninguna. De hecho, la primera universidad catalana no la encontramos hasta la posición número 149. Y esta, a pesar de ser la mejor posicionada del estado español, se encuentra por detrás de algunas universidades de Arabia Saudí o de Malasia.
La primera universidad catalana no la encontramos hasta la posición número 149
Seguramente, hay muchas razones que podrían explicar el éxito de algunas de estas universidades. En este artículo destacaré dos importantes y solo analizaré la segunda. La primera razón es la calidad de la enseñanza. Hace años que trabajo con compañeros que provienen de universidades que se encuentran entre las diez primeras del mundo y siempre me han explicado que cuando estudiaban, no solo tenían acceso a ilustres personalidades del mundo académico, sino que, además, accedían en grupos muy reducidos y de manera regular. Y es de aquí de donde proviene una parte muy importante de su aprendizaje de calidad.
La segunda razón es la menor dependencia financiera de los presupuestos de su gobierno. A diferencia de Catalunya, las universidades británicas se tienen que ganar parte de las algarrobas y buscarse la vida para conseguir financiación de otros recursos que no sean públicos. Y ya se sabe, no hay mejor reclamo para la innovación y la competitividad que la necesidad. Y es esta realidad que las impulsa a desarrollar una mentalidad empresarial que promueve y genera una dinámica económica positiva tanto para ellas mismas cómo para su entorno empresarial o para el resto de la economía del país.
No solo tenían acceso a ilustres personalidades del mundo académico, sino que, además, accedían en grupos muy reducidos y de manera regular
Por ejemplo, damos un vistazo a las empresas que salen de las universidades, las llamadas spin-off o spin-out. Aunque hay que reconocer el esfuerzo que está teniendo lugar en Catalunya en materia de apoyar a este tipo de empresas, todavía nos falta mucho camino para recorrer si miramos los niveles logrados en el Reino Unido, incluyendo a Escocia donde, cómo ya hemos dicho, la educación universitaria es altamente subvencionada.
Según el Universities spin out report 2021, de Source Advisors, que analiza casi 1000 empresas que han comercializado innovación académica en el Reino Unido entre los años 1998 y 2018, encontramos la compañía Oxford Nanopore Technologies, surgida de la Universidad de Oxford, con una valoración alrededor de 2.800 millones de euros. Otro caso lo tenemos con la corporación Ceras Power, del Imperial College, con un valor de más de 2.300 millones de euros.
En Escocia, por otro lado, encontramos la empresa Exscientia, de la Universidad de Dundee, valorada en más de 900 millones de euros. Esta última, de hecho, ha sido el spin-out más exitosa en la década comprendida entre el 2008 y el 2018 en todo el Reino Unido. Otro ejemplo es Fixed Phage, de la universidad escocesa de Strathclyde, valorada en unos 350 millones de euros. La Universidad de Edimburgo, a su vez, también se encuentra entre las mejores diez británicas si nos atenemos al valor de sus spin-out, con un total de más de 600 millones de euros.
Todavía nos falta mucho camino para recorrer si miramos los niveles logrados en el Reino Unido, incluyendo a Escocia
En definitiva, hay que admitir que los escoceses, británicos, y el mundo anglosajón en general, han acontecido maestros a la hora de conectar sus universidades con su tejido empresarial, y estos centros educativos juegan un papel clave en el desarrollo de estas corporaciones. Una vinculación que, sin duda, ha sido fruto no solo del espíritu innovador propio de estas sociedades, sino también de la obligación que empuja los centros académicos a mirar de garantizar su propia existencia.
Ahora que tendremos un Parlament renovado en Catalunya, los nuevos cargos políticos tendrían que clavar el ojo en nuestras escuelas y universidades. Hay que continuar aprendiendo de estos países que hace años que convierten los retos y las necesidades en oportunidades y éxitos.