Longaniza con trufa, setas, foie-gras o incluso recubierta de oro de 24 quilates. Estas son algunas de las delicias que Font-Sans elabora en su fábrica de Sant Feliu de Pallerols (Girona) y que se degustan en medio mundo. Un proyecto nacido a principios del siglo XX como una carnicería de pueblo que repartía en bicicleta y que actualmente produce más de 600.000 kilos de embutido de alta calidad, factura unos 7 millones de euros y exporta un 80% de la producción.
"Las grandes empresas ya hacen productos de alimentación, nosotros estamos en un nicho para ofrecer una experiencia gastronómica para momentos especiales", explica David Pérez, primer gerente ajeno a la familia en esta empresa que ya suma cuatro generaciones.
Una carnicería y una bicicleta
"Así como dicen que toda empresa tecnológica nace en un garaje, toda empresa de embutidos nace en una carnicería". Así relata David Pérez los orígenes de Font-Sans, que se remontan a 1917, cuando Josep Font Sentías abrió una carnicería en Sant Feliu de Pallerols con el objetivo de elaborar embutidos curados tradicionales.
Lo que era una carnicería de pueblo fue ganando fama y cada vez vendía sus productos en más lugares: "Cada vez se vendía en un área mayor y primero se repartía en bicicleta". Visto el éxito, en 1934 se construye la primera fábrica, que desde entonces ha vivido ampliaciones y mejoras.
Olot, Sant Feliu de Guíxols y España
El tren de Olot a Sant Feliu de Guíxols fue una de las claves del crecimiento: "Pasaba por nuestra puerta y nos permitió vender en muchos lugares". Ya en los años 40 y 50, Font-Sans vendía por toda España, especialmente con su salchichón, que se hizo muy popular y todo un referente.
Este salto se vivió especialmente con la segunda generación, Miquel Font: "Era una persona adelantada a su época". Adquirieron maquinaria especializada en Alemania y fueron de los primeros en asistir a escuelas de charcutería en París. Un crecimiento exponencial hasta los años sesenta.
En esas décadas, Font-Sans llegó a ser más grande que Noel o Espuña, dos gigantes en la actualidad: "Ellos fueron aumentando en volumen, nosotros nos hemos mantenido como una empresa tradicional".
El salto al mundo
Los años 70 y 80 fueron de mantenimiento para Font-Sans, lo que también suponía un riesgo: "Los negocios deben crecer y evolucionar. Un estancamiento puede ser algo peligroso". Fue a partir de los 90 cuando la empresa comenzó a tomar un nuevo impulso y miró decididamente hacia el exterior.
"España se hacía pequeña y no era un buen mercado porque no se valoraba la calidad", destaca David Pérez. En ese momento, ya tenían claro que la calidad debía ser la gran apuesta. Font-Sans siempre se había decidido por mantener los procesos más artesanales, con secados naturales y buscando esa calidad que siempre los había diferenciado.
Francia, por proximidad, fue el primer país. Además, muchos productos que se hacen en los Pirineos catalanes también se consumen entre los franceses, como la bayona. Y la entrada fue muy positiva. Hoy en día exportan el 80% de su producción a más de una veintena de países y el 60% a Francia. Estonia, Lituania, República Checa, Holanda, Bélgica o Alemania son otros mercados relevantes para Font-Sans.
David Pérez: "Innovar es jugar"
Font-Sans se destaca por ofrecer producto gourmet y por crear y diseñar sus propios embutidos. A lo largo de su trayectoria han creado alrededor de 300 productos. "Nos gusta pasarlo bien y hacemos pruebas con productos de todo tipo", enfatiza Pérez, que valora "la inquietud desbordante por encontrar nuevos productos y el gusto por la buena comida y la buena bebida".
"Innovar es jugar y probar. De diez cosas, nos funciona una. Siempre estamos desarrollando nuevos productos para ver si funcionan", añade. En su catálogo también tienen jamones y otros embutidos curados, pero la longaniza es la reina.
Foie, trufa y pimienta de Madagascar
Y así es como a partir de 2010 deciden dar un paso más adelante y buscan el producto más gourmet y especial. Son la empresa con la gama más grande del mundo en longaniza gourmet. De trufa negra, de pimienta de Madagascar, de foie-gras de Perigord, de pimentón de Espelette o de castaña de Ardèche. Todos productos con denominación de origen y máxima calidad.
Una apuesta que lideró David Pérez cuando accedió a la gerencia: "Había dos opciones: o nos espabilábamos e innovábamos o acabaríamos siendo comprados por los grandes o cerrados". Hace diez años, exportaban un 25%, hoy un 80%. Producían 300.000 kilos más de embutido, pero facturaban la mitad.
Una longaniza de oro para Dubai
Incluso tienen una longaniza recubierta con oro de 24 quilates. Enviaron un palet entero a Dubai. "Buscamos el mejor ingrediente del mundo", asegura Pérez. Además, aunque tradicionalmente la longaniza se hace con recortes de cerdo, ellos utilizan carne fresca de paleta o de jamón. Y aún mantienen secadores que imitan el secado natural y apuestan por la artesanía, a pesar de las innovaciones tecnológicas.
Otra innovación que lanzaron al mercado fue una longaniza de 1,20 metros, que es el producto más exitoso. "Supone un cambio de chip, puede ser un souvenir o una comida para un día festivo y especial. Lo hemos convertido en un regalo", apunta Pérez.
La gran distribución y las tiendas especializadas y más gourmet son los principales canales de venta y ahora también quieren apostar más por la venta por internet. Todo para seguir llevando la cultura de la longaniza artesana y de calidad hecha con gusto catalán por todo el mundo.