En estos últimos tiempos hemos leído a varios medios que Isidre Fainé, el presidente de la Fundación Bancaria "la Caixa" (máxima accionista de CaixaBank), está muy interesado en volver a entrar en el capital de la Societat General Aigües de Barcelona (SGAB), una de las participaciones históricas de la entidad, que con el tiempo fue liquidada. La operación se haría a través de CriteriaCaixa, el holding inversor que agrupa las participaciones de la fundación y que hoy luce una cartera realmente valiosa: está conformada por el 30% de CaixaBank, el 25% de Naturgy, el 17,4% del Bank of East Asia, el 9% del banco mexicano Inbursa, el 6% de Suez, casi el 5% de Cellnex, el 1,3% de Telefónica, la totalidad del capital de Saba y un paquete de activos inmobiliarios valorado en 2.600 millones de euros. Todo ello, un patrimonio con un valor bruto que normalmente oscila alrededor de los 20.000 millones de euros y que permite a "la Caixa" ser la tercera fundación del mundo, detrás de la Bill & Melinda Gates y del Wellcome Trust, que gestiona la herencia del fundador de unos laboratorios hoy integrados dentro de la farmacéutica GlaxoSmithKline (GSK). Todos los dividendos que generan las sociedades participadas por CriteriaCaixa y que acabamos de ver sirven para alimentar los 500 millones de euros anuales de obra social de "la Caixa".
Precisamente, la venta de uno de estos paquetes accionariales es lo que ha generado el interés repentino de Fainé para adquirir SGAB (a la que nos referiremos indistintamente por esta denominación societaria o por su marca comercial, Agbar). Estamos hablando del paquete de Suez, que pronto dejará de estar en manos de la entidad de la estrella para pasar a titularidad de Veolia, la multinacional francesa que, mediante una OPA, se ha quedado la compañía antiguamente rival. Aquí conviene pararnos un momento y hacer un poco de historia porque la telaraña de relaciones empresariales es compleja de verdad.
En 2006, en Francia, se fusionaron dos grandes compañías, la histórica Suez (promotora del canal de Suez de Ferdinand de Lesseps) y la pública Gaz de France (GDF). De aquí surgió GDF Suez, que hace poco cambió de denominación para pasar a llamarse Engie, pero para hacerlo algo más complicado, todo el segmento de aguas mantuvo el nombre de Suez. Esta división de aguas proviene de una firma que tendrá mucho protagonismo en este artículo, como es la Lyonnaise des Eaux, una compañía con raíces en la época de Luis XVI, hacia 1778. La operación que comentábamos, la OPA de Veolia por el negocio de aguas de Engie (aquel que hemos dicho que se continuaba llamando Suez) ha provocado o está a punto de provocar que la antigua Lyonnaise des Eaux quede integrada en el mismo grupo empresarial que su rival histórica, la Compagnie générale des eaux, que ya pertenecía a Veolia.
Desde la década de los años 20, SGAB se convirtió en un clásico de la Bolsa de Barcelona
Hagamos otro salto en el tiempo, ahora muy atrás, para continuar tejiendo la trama. En el año 1867, una serie de inversores belgas y franceses fundan, en Lieja, la Compagnie des Eaux de Barcelone con el objetivo de abastecer de agua corriente la parte central de Barcelona, una ciudad que acaba de derrocar las murallas que la apremiaban. En 1881 entra en su capital la francesa Lyonnaise des Eaux, de la que acabamos de hablar, y un año más tarde la sede social viaja de Lieja a París. También se modifica la denominación, que pasa a ser Société Générale des Eaux de Barcelone, que ya se asemeja mucho al nombre actual (Societat General de Aigües de Barcelona, SGAB).
Más cambios, transición y un nuevo giro
El siguiente cambio relevante se produjo mucho tiempo después, en 1920, cuando un grupo de bancos encabezado por la firma Arnús-Garí de Josep Garí Gimeno, compró las acciones de la compañía de aguas a los franceses y pasó a ser su nuevo propietario. Las demás entidades implicadas fueron el Hispano-Colonial (muy vinculado a los marqueses de Comillas), el Bilbao, el Banco de Barcelona (que estaba a punto de hacer una quiebra histórica), la Banca Arnús (que tenía un origen común en el Arnús-Garí, pero que sufrió una escisión y se transformó en dos entidades) y el Sindicato de Banqueros de Barcelona (que bajo la denominación de Sindibank pasó por las manos de la familia Fierro y del Monte dei Paschi di Siena, para acabar integrado en Bancaja en 1998). Durante la década anterior a la compra por parte de los bancos, la compañía de aguas crecía cada año y dejaba un margen fabuloso equivalente a dos tercios de su facturación. Ya desde aquel momento, SGAB se convertiría en un clásico de la Bolsa de Barcelona, mercado donde cotizaban sus acciones.
Un nuevo giro en la trama se hizo presente en 1979, cuando los franceses volvieron a entrar en el capital de la compañía; una vez más, la Lyonnaise des Eaux formaba parte del accionariado de la firma catalana, y allí, unos años más tarde, acabaría formando tándem con "la Caixa", con quien serían socios inseparables durante décadas. También fue el momento en el que Ricard Fornesa Ribó entró en el consejo de administración y accedió a la presidencia, donde permanecería hasta 2006. Precisamente en aquellos años de transición es cuando SGAB sufrió más, porque la falta de actualización de las tarifas que establecían las corporaciones locales provocó que sus beneficios seculares se evaporaran. Unos años después, en 1985, con la crisis de las tarifas superada, pusieron en marcha la Corporació Agbar, donde agrupaban a sus participadas que habían ido acumulando para diversificar el negocio y no depender solo de la distribución de agua.
Los años 80 y 90 fueron escenario de grandes operaciones corporativas, algunas exitosas y otros fracasadas
Los accionistas del holding eran la propia SGAB (40%), Lyonnaisse des Eaux (40%) y los bancos tradicionales, es decir, Banesto, Central, Santander y Mas Sardà (20%). Justo es decir que la Banca Arnús-Garí y la Banca Arnús habían sido absorbidas por Banesto y Central, respectivamente, que el Banco Hispano-Colonial había pasado a manoo igualmente del Central y que la Mas Sardà era filial en Catalunya del Bilbao. En el proceso de diversificación, se invertiría en negocios que hoy pueden parecer bastante sorprendentes, como la compañía de asistencia sanitaria Adeslas o la marca de agua mineral Lanjarón, que fue adquirida en 1986 a su anterior propietario, curiosamente la petrolera Cepsa.
El final de la década de los 80 y el comienzo de los 90 serían el escenario de grandes operaciones corporativas, algunas exitosas y otros fracasadas, pero que eran el indicador de un cambio en la manera de hacer los negocios producto de la incorporación del Estado en la Unión Europea. Todo esto lo veremos en el siguiente capítulo, donde también constataremos hasta qué punto se ha convertido SGAB en objeto de deseo para muchos capitales.