A en Huan Yue (nombre ficticio) le quedan tres meses dentro de la prisión. VÍA Emprendida se adentró en noviembre entre las puertas, calles y módulos de Brians 2, cuando a él sólo le quedaban seis meses de condena de los seis años que tenía que cumplir. Al rey del taller de textil de este centro penitenciario se lo echará de menos. Funcionarios, trabajadores del Centro de Iniciativas para la Reinserción (CIRE) e internos lo definen como "crack", seguramente porque de los 12 años que hace que se dedica al textil, seis se los ha pasado entre rejas trabajando por el sector. Cómo él, 1.700 presos miran como pasar su día a día cerrados, 1.700 internos de los cuales 700 trabajan: 350 lo hacen vinculados a los servicios del centro -como la cocina, el economato o la lavandería- y 350 lo hacen a los talleres que instalan empresas externas que necesitan externalizar sus servicios. A medida que avanzan los años, además, hay menos población penitenciaria, pero más internos ocupados: el total de los centros catalanes dan trabajo a un 51,04% de los internos.
Todo es nuevo cuando se entra por primera vez en una prisión. "Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados", sepuede leer sólo entrar. Es el artículo 25.2 de la Constitución española, que establece que los presos tienen el derecho a trabajar y a cobrar para hacerlo, así como a estar dados de alta a la Seguridad Social y a tener acceso a la formación. A pesar de que la norma suprema impera en todo el Estado, y que los internos en España pueden hacer trabajos para la prisión, sólo Cataluña cuenta con un CIRE, que introduce empresas privadas dentro de los centros penitenciarios para dar la oportunidad a los presos de aprender un oficio, realizarlo y formarse.
En Huan Yue tiene ganas de salir a la calle, pero admite que echará de menos sus compañeros. Cuando trabajan en los diferentes talleres, muchos de ellos desconectan y ni siquiera sienten que estén privados de libertad. De hecho, funcionarios y trabajadores del CIRE confían plenamente con ellos y los dan total libertad para trabajar, siempre y cuando, como en todos los trabajos, cumplan con los plazos de entrega. La mayoría de ellos trabajan cuatro horas en el día y se reparten el trabajo en los talleres en dos turnos: el de la mañana y el de la tarde.
Ropa de supervivencia
El del textil es el taller más grande de Brians 2. Con dos salas inmensas, los internos tejen tanto su propia ropa, como piezas para empresas privadas. Entre otros cosas, elaboran sábanas por algunos centros sanitarios, los chalecos reflectants que se tienen que traer obligatoriamente al coche... Pero también son los encargados de elaborar los chándales y toda la ropa necesaria por los internos, sobre todo por aquellos que entran sin ningún recurso económico y que no tienen nadie fuera que los pueda ayudar. Son los conocidos "rodamons" de la prisión, que reciben los productos necesarios para sobrevivir dentro del centro: ropa, jabones, dinero...
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Muchos de ellos, pero, no saben ni como coger una aguja cuando entran al centro. Precisamente por eso, entre otras muchas formaciones que hace el CIRE y que están homologadas por el Servicio Catalán de Ocupación (ZOCO), tienen acceso a la especialidad formativa "Retoques y adaptaciones de piezas y artículos en textil y piel". Lo hacen en una aula totalmente condicionada para aprender a coser y a hacer funcionar las máquinas. De hecho, justamente en esta aula es donde se elaboran las piezas Madein CIRE , la marca propia del Centro de Iniciativas para la Reinserción que tiene por objetivo "dar visibilidad al trabajo que realizan los internos a los talleres de los centros penitenciarios catalanes".
De las pegatinas a la inteligencia artificial
"Algunos pueden empezar para aprender las capacidades básicas a través de la formación ocupacional y pasar a otros trabajos más complejas con utilización de maquinaria y que pueda evolucionar dentro del itinerario formativo", recuerda el director del CIRE, Juan José Torres, a VÍA Emprendida. Justamente por eso, muchos internos empiezan su tarea laboral al taller de etiquetado. Con un sistema muy marcado de trabajo, cada uno engancha las pegatinas a las cajas que le corresponden y, cuántas más cajas tenga listas al final de la jornada, más dinero ganará. A pesar de que en este taller, cada cual depende de él mismo, no tienen ningún problema para darse un golpe de mano, a pesar de que esto represente etiquetar menos cajas durante la jornada y los beneficios no sean tan altos.
Torres: "El CIRE contribuye, en parte, a la reactivación económica del país"
En este mismo espacio, otro grupo de presos elabora el pack básico -amasa de dientes, jabón y, incluso, tampones para las prisiones de mujeres- que se da a los internos cuando entran al centro penitenciario, mientras cuatro internos más confeccionan bolsas de plástico gigantes para empaquetar grandes objetos.
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El taller del lado es el de automoción. La inteligencia artificial se mezcla con los sopletes, soldadors y herramientas de toda la vida. Los internos no sólo realizan un oficio, lo aprenden y se forman y esto los abre las puertas para el futuro, cuando salen de la prisión. "Los técnicos oficiales que están a los talleres industriales no sólo están atendiendo a sí determinada pieza sale bien o no, sino que están preferentemente preocupados y dirigidos a que las personas que están trabajando aprendan el trabajo", explica el director del CIRE, en el mismo tiempo que añade que "están pendientes también de la producción, que se cumplan los compromisos con el cliente. Esto forma parte del que está asumido como obvio dentro del proceso productivo".
Y es que el CIRE, como ellos mismos sustentan, "contribuye, en parte, a la reactivación económica del país promoviendo que a las empresas que se vieron obligadas a deslocalitzar-se, puedan volver parte de la producción industrial en Cataluña".
La dualidad de los talleres de servicios
Además de los talleres industriales, también hay los talleres de servicios. Sólo a Brians 2, 350 internos ocupan horas de su día trabajando por los otros presos. A prácticamente todos los centros penitenciarios españoles, son los propios internos quienes se encargan de la cocina, la lavandería o el economato. Pero las prisiones catalanas van un paso más allá y, por ejemplo, a la lavandería semezclan los servicios para los presos con servicios para clientes externos. De hecho, a la lavandería de Brians 2 selava la ropa de importantes clubes y centros deportivos.
El sistema es fácil. Cada interno da su bolsa con ropa y escribe y firma un papel con la ropa que ha entregado. El mismo hacen los clientes externos que los entregan sus pertenencias en los centros. Una vez limpia, se cogen las listas, se deposita la ropa, se controla queesté todo y se entrega al interno o al cliente.
La lavandería impresiona. Es una lavandería industrial con muchísimas lavadoras de todos los estilos, una plancha gigante que enjuga y saca los lienzos muy lisos y decenas de máquinas más. "Ofrecemos a los clientes externos un servicio integral de lavado profesional y confección industrial", hace saber el CIRE. De hecho, dan este servicio desde prácticamente todos los centros penitenciarios catalanes, menos desde Brians 1 y Raïmat.
Marchamos de Brians 2 con una sensación agredolça. El sistema está montado a la perfección y los métodos de trabajo son claros. Además, el interno tiene la oportunidad de formarse y aprender un oficio que seguramente le servirá para su futuro cuando se acabe la condena. Los presos sonríen. Están contentos con las oportunidades que se los brinda. Pero, como recuerdan algunos de los funcionarios y personal del CIRE, no olvidamos que, detrás de estas sonrisas, ellos continúan están privados de libertad. Y cada uno con su propia condena y, sobre todo, con su historia. Dejamos 1.700 historias detrás, 1.700 historias de las cuales 700 pueden trabajar dentro del centro. Pero cada vez hay más empresas interesadas a montar su propio taller productivo dentro de una prisión catalana. Y la historia no se acaba aquí.