Tanto los amantes del café como aquellos que sólo lo toman para no dormirse durante el día, todo el mundo conoce Marcilla. El que quizás no todo el mundo sabe es que la marca tiene sus orígenes en Cataluña. Julián Marcilla empezó a tostar café y a venderlo por las calles del barrio del Hoyo de Barcelona a principios del siglo XX. Pero el 1981 la empresa fue comprada por la compañía holandesa Douwe Egberts. Años después, JuliánMarcilla, nieto del fundador, y su padre, Félix Marcilla, decidieron devolver al negocio tradicional de la familia y fundaron Dibarcafé, una empresa especializada en la venta de café al sector de la hostelería y que hoy en día factura 5 millones de euros anuales.
Dibarcafé nace en 1996, cuando Marcilla deciden volver al sector de café y empiezan a importar y comercializar esta bebida al sector de la hostelería. Empiezan en una pequeña instalación de 350 metros cuadrados que tenía la familia al barrio de Santo Andreu, donde consiguen vender unos 80.000 kilos al año. Despacio el negocio ha ido creciente y actualmente la empresa comercializa su café en todo el mundo, vende casi 500.000 kilos anuales y cuenta con una plantilla de 25 trabajadores.
De vender café al Hoyo a ser conocida en el mundo
Los orígenes de la familia Marcilla en el sector del café se remontan al año 1907, cuando Julián Marcilla, aprovechando que su padre era carbonero, se le ocurrió empezar a tostar café. Cada mañana, Marcilla tostaba paquetes de café de 25 gramos y por la tarde los iba a vender puerta por puerta por las calles de Barcelona. El negocio funciona muy bien y crece mucho, pero cuando estalla la Guerra Civil todo queda parado y tiene que empezar desde cero.
Es entonces cuando sus hijos, Enrique y Félix Marcilla, toman el relevo de la empresa y la remontan, a pesar de que son unos años difíciles por la dictadura. "Durante el franquismo, el café es un negocio de Estado y se vende con cupones, por lo cual la gente no puede comprar las cantidades que quiere", explica Julián Marcilla, nieto del fundador de Marcilla e hijo de Félix Marcilla.
Durante aquellos años, el negocio era muy local y prácticamente sólo venían a Barcelona. Pero cuando acaba la dictadura y se desregularitza el sector del café, Marcilla deciden dar un paso más y se trasladan a una fábrica de Mollet. Es en aquel momento cuando llegan los holandeses en España "y se fijan en nosotros, una empresa pequeña –veníamos unos 325.000 kilos de café al año- pero con buena infraestructura y un buen equipo", señala Marcilla. Primero la compañía holandesa Douwe Egberts entró como socia pero al final lo acaba adquiriendo totalmente el 1981.
Fue gracias a la llegada de los holandeses que Marcilla cogió impulso y notoriedad. Douwe Egberts invirtió en nueva maquinaria y tecnología para la fábrica y también en publicidad a la televisión. "La empresa crece mucho y se expande por toda España, pero llega un momento en el cual los holandeses se quedan como los amos de la compañía y mi padre y mi tiet marchan", comenta Marcilla. Sin embargo, la familia sigue conservando la propiedad de la fábrica de Mollet, la cual alquilan a Douwe Egberts.
Sin abandonar nunca el café
Los años 80, Marcilla abandonan el café, pero en el fondo nunca se llegan a desenganchar de él. Julián Marcilla, que había acabado la Universidad y estaba trabajando en Londres, y su padre empezaron a darle vueltas a la idea de volver a montar un negocio familiar y decidieron abrir una tienda donde vender café de origen. El año 1991, Julián Marcilla deja su trabajo en el sector del automóvil y vuelve a Barcelona para abrir con su padre el primer establecimiento al barrio de Santo Andreu el octubre de aquel mismo año. Los siguientes dos años abren dos locales más, uno junto a la Plaza Santo Jaume y el otro, en la zona alta de Barcelona. "Parecía que esto sería el futuro", recuerda el empresario.
Con la llegada de la empresa holandesa, Marcilla se expande por España y coge notoriedad como marca
Pero llega un punto que los problemas de personal hace plantear el enfoque del negocio a la familia. Volver a vender café para el sector de la alimentación era una tarea complicada si se tenía que empezar de cero y con una marca que nadie conocía, así que se lanzaron a la piscina en el sector de la hostelería. "Era un sector difícil, con unos márgenes de precio muy bajos, pero decidimos entrar con un precio más elevado que la competencia pero también con un producto de calidad", explica Marcilla. Y funcionó. El año 1996, Marcilla crearon su nueva marca, Dibarcafé.
El negocio de Dibarcafé empezó a un pequeño establecimiento de Santo Andreu pero con el tiempo la instalación de Barcelona se quedó pequeña y el 2003 Dibarcafé se trasladó a Montmeló, donde actualmente todavía tienen la fábrica. "Cuando nos mudamos, veníamos unos 80.000 kilos al año, una cifra pequeña si se compara con los 325.000 kilos anuales que comercializaba Marcilla cuando la vendimos", apunta Julián Marcilla. También se incorporó a la empresa el segundo hijo de Félix, Jordi Marcilla, quien se encarga más de la parte comercial.
Más países y más marcas
Desde el 2003, la empresa ha crecido a escala internacional y ya vende café en Sudáfrica, en todo Europa, en los Estados Unidos y pronto entrarán al Japón. Dibarcafé también ha crecido en cuanto a las marcas, puesto que disponen de varios tipos de café como es el arábigo, el supercrema, el espresso, y el café orgánico mundonovo, una marca orgánica y certificada por el Consejo Catalán de Producto Agrario Ecológico (CCPAE). Últimamente la compañía también ha sacado una nueva marca, 80plus, que son cafés especiales en los cuales se habla directamente con el productor. "Si un cliente está interesado en el café de una finca concreta, este productor sólo venderá para él", explica Marcilla. Además, se trata de un producto más exclusivo y personalizado, y donde el precio también es más elevado.
Por otro lado, la compañía trabaja conjuntamente con Guadaña Corte, una empresa italiana que produce máquinas de café espresso y molinos de café para profesionales,lo proyecto Orangután. Se trata de proteger la selva de Indonesia de la tala de árboles que ha sufrido por la plantación de la palma africana para producir aceite de palma. Así, Dibercafé da ayudas a los productores locales porque pueda cultivar café, puesto que este se cultiva a la sombra.
Café ecológico, espresso, natural, en cápsulas...
Hoy en día, las variedades de café y las diferentes formas de consumirlo son infinitas. En los últimos años, el café orgánico se está situando como una tendencia a la alza, a pesar de que Marcilla advierte que todavía está costando de arraigar en España. "Nosotros vendemos más café orgánico internacionalmente que aquí", apunta.
Julián Marcilla: "Entramos a la hostelería con un precio más alto que la competencia pero con café de más calidad"
Otra tendencia es el café en cápsulas, especialmente popularizado por Nespresso y George Clooney. "La cápsula es mucho más limpia y práctica y tiene un punto de glamour", señala Marcilla, quien recuerda que esta forma de vender café surgió en 70 pero no ha sido hasta ahora cuando se ha popularizado. "Cuando teníamos las pesetas, 40 céntimos nos parecía una fortuna. Ahora, nos están cobrando esto por una cápsula de 5 gramos de café, lo cual es una barbaridad, pero no nos importa", comenta. Sin embargo, las cápsulas tienen un problema y es la cantidad de residuos que generan. Es por este motivo que algunas comunidades autónomas como Navarra ya las han prohibido y las Islas Baleares tienen intención de hacerlo de cara en 2020.
Pero no sólo el café se está diversificando, sino también las cafeterías. En los últimos años han surgido las llamadas cafeterías de cuarta generación, que son espacios donde se sirve café de alta calidad. Un ejemplo son algunas de las cafeterías de Starbucks y también las Blue Bottle Coffee, recientemente adquiridas por Nestlé. Esta es la nueva moda y a la cual se quiere sumar Dibarcafé, montando una cafetería de cuarta generación en Barcelona, junto con las dos tiendas que todavía mantiene de hace años a Santo Andreu y la Plaza Santo Jaume.
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