Jordi Rubio Rocabert tenía 26 años cuando, trabajando en una empresa de pinturas, conoció a un grupo de jóvenes de Barcelona que se dedicaba a dibujar grafitis. Después de hablar con ellos, descubrió que la industria no era consciente de este movimiento y detectó un nuevo mercado en nacimiento. Fue a hablar con su jefe para explicarle la idea. "Me dijo que me dedicara a trabajar, no me escuchó ni cinco minutos", recuerda.
Dejó el trabajo y en 1994, con 27 años, creó Montana Colors junto con Miquel Galea. Una empresa que se dedicaría a la producción de pintura en espray para esta gente que se veían como "gamberros". Ahora factura 36 millones de euros anuales, tiene seis filiales y exporta a más de 80 países. Es la empresa referente por los artistas de grafitis. Es la compañía que ha creado la industria del grafiti.
El destino en el nacimiento de Montana
Pero su historia con la pintura y los esprays se podría decir que empezó de casualidad. Anteriormente, inició los estudios de Derecho, pero lo dejó. Necesitaba un trabajo y recaló en una empresa de pintura. "Entré porque buscaban una persona que tuviera moto, y yo tenía. Podría haber acabado en una empresa de cruasanes", explica. Un tiempo después pasó al laboratorio y se formó en cursos de química.
Fue entonces cuando a través de este trabajo conoció a un grupo de chicos que se dedicaba a hacer grafitis en Barcelona. "Vi que tenían mucha fuerza y una necesidad de creación artística muy grande", destaca. Se entendió muy bien con ellos y vio que, a pesar de ser consumidores de esprays, nadie fabricaba pensando en ellos: "Los consideraban unos gamberros". Fue entonces cuando trasladó la idea a su jefe y no le hicieron ningún caso.
El emprendimiento como filosofía de vida
Rubio tenía claro desde antes que su camino tenía que ser el emprendimiento, ser su propio jefe. Y la oportunidad llegó con 27 años. "Montana Colors nace como las cosas que no se buscan. Nació haciendo caso a mi necesidad de emprender y gestionar mi trabajo. Me costaba mucho entender el mundo laboral sin ser yo quien llevara a cabo mis ideas", señala Rubio, que sentencia: "El emprendedor nace, no se hace".
Y nació Montana, gracias a unos cúmulos de casualidad que resume: "La persona indicada -trabajaba en una empresa de pintura- en el lugar indicado -Barcelona, por donde entró el grafiti en España- y en el momento indicado -cuando ninguna empresa de pinturas visualizaba los grafitis". Y fue un pionero y un innovador. Detectó un nuevo mercado y lo construyó.
Jordi Rubio: "Nosotros queríamos el grafiti y lo queremos ahora"
La locomotora de Montana fue el mundo del grafiti. "Es un movimiento internacional, que juega con una cierta vocación de saltarse un poco las normas y que tiene mucha fuerza en un mundo tan ordenado y regulado", explica. Rubio habló con este mundo y le ofreció el que pedían. Desde entonces, Montana y el grafiti han crecido juntos: "Nosotros queríamos el grafiti y lo queremos ahora. Forma parte de la libertad de expresión, de una ciudad que está viva".
A partir de su nacimiento, Montana se fue haciendo conocida entre los ambientes de los artistas y gente de todo el mundo pedía sus productos. Su crecimiento ha sido imparable. El 2016 facturaba 20 millones anuales y fabricaba 8 millones de esprays el año. Cuatro años después factura 36 y produce 15 millones de unidades. Cuando nació el 1994, eran dos personas. Ahora son unas 285.
Todos los productos de Montana se producen en los dos centros que la compañía tiene en el área de Barcelona: Esparreguera y Sant Vicenç de Castellet. Nunca se ha planteado deslocalizar la actividad. "Yo vengo del Vallès, que vivía del textil y exportaba en todo el mundo. Dentro de mi genética hay la necesidad de producir. Catalunya es un país de producción", enfatiza. Además, la proximidad le permite mantener su sello en el producto.
Jordi Rubio: "Nuestro reconocimiento es la historia de la marca"
Mientras Montana crecía de manera exponencial, las empresas tradicionales de pintura se dieron cuenta del nuevo mercado que se abría. Algunas lo copiaron y, incluso, una empresa alemana intentó comprarlos. "Ahora, lo que nos diferencia no es el producto, ya nos lo copian todo. No somos mejores o peores. Nuestro reconocimiento es la historia de la marca". Y es que Montana fueron los primeros en escuchar, como no hizo la cabeza de Rubio, los grafiteros. Y ofrecerlos lo que necesitaban, haciendo crecer juntos el arte del grafiti.
Así se han convertido en un referente. No producen por los grafiteros, sino que forman parte del movimiento. Ahora ya tienen filiales en Brasil, México, Estados Unidos, Alemania, Australia y Bélgica. El próximo año abrirán otra en Francia. El crecimiento está garantizado.
Jordi Rubio: "Yo no hice Montana para hacerme rico, sino porque el proyecto lo valía"
Y Rubio entiende la empresa como sinónimo de innovar. "Montana nace de la máxima expresión de la innovación; aquello que ya está haciéndose, hacerlo diferente", destaca. Y también ha sido el creador de las grafitis shops, tiendas porque los grafiters puedan comprar los esprays. Tienen una veintena de puntos de venta en todo el mundo: de Barcelona hasta Bangkok, de Los Ángeles en Kuala Lumpur o de Tokyo en Estambul.
Una historia basada en la filosofía de vida de Jordi Rubio, un emprendedor de espíritu que asume el riesgo de liderar una empresa sin miedo por lo que pueda pasar. Si un dia acaba el éxito, no lo ve una tragedia. "Yo no hice Montana para hacerme rico, sino porque el proyecto lo valía", concluye.