L'Olivera, el 'social farming' catalán más allá del aceite y el vino

La cooperativa ha hecho 50 años de trayectoria a caballo de Vallbona y Collserola

Desde 2010, L'Olivera gestiona los viñedos propiedad del Ayuntamiento de Barcelona en la masía Can Calopa | L'Olivera Desde 2010, L'Olivera gestiona los viñedos propiedad del Ayuntamiento de Barcelona en la masía Can Calopa | L'Olivera

Belén Romero publica un artículo en el número 454 de la revista Historia y Vida bajo el título El Císter, la orden “anticorrupción” de la Edad Media. La orden monástica del Císter es una respuesta renovadora e innovadora con el propósito de devolver la pureza y poner fin a la degradación moral de la iglesia desde su origen. Sus inicios deben buscarse en la Borgoña francesa, donde Robert de Molesme, en el año 1075, funda un monasterio donde se reúne una comunidad que quiere recuperar el espíritu de la Regla de San Benito (Ora et Labora). La orden se expande rápidamente y al mismo tiempo de forma controlada por Europa a partir del monasterio “madre” del cual dependían todos los demás. A partir del siglo XI podemos encontrar los primeros enclaves cistercienses en la Península. Actualmente, en Catalunya podemos encontrar hasta 28, entre monasterios y prioratos, de los cuales destacan Poblet, Santes Creus y Santa María de Vallbona, que conforman la conocida Ruta del Císter.

De los tres, el último, situado en la población de Vallbona de les Monges -población de la comarca de Urgell ligada al paisaje de la Baja Segarra-, que como su nombre indica, está formado por una comunidad monacal femenina. Las primeras noticias se remontan al año 1157 con el asentamiento de comunidades mixtas de ermitaños. Poco después, los hombres se trasladan al Montsant y la comunidad exclusivamente femenina se incorpora a la orden del Císter bajo la dirección de su primera abadesa llegada de Navarra. Santa María de Vallbona se convierte, a partir del siglo XII, en una escuela monacal para chicas de la nobleza que recibían formación en gramática, caligrafía, música, tejido y bordado. Visto con ojos de hoy, puede parecer poca cosa, pero en ese momento era muy avanzado lo que sucedía puertas adentro.

Actualmente, en Catalunya podemos encontrar hasta 28 enclaves cistercienses, entre monasterios y prioratos

Si hace más de 850 años se instala el Císter en Vallbona, en el año 1974 aterrizan allí un grupo de personas con el padre escolapio Josep M. Segura a la cabeza, persiguiendo la creación de una comunidad de vida y trabajo con personas con discapacidad intelectual para darles una oportunidad laboral coherente con los valores del territorio. Acababa de nacer el embrión y comenzaba la aventura de la cooperativa L'Olivera.

Cabe decir que, a pesar de la singularidad, no era del todo extraño que los religiosos se implicaran en sus comunidades yendo más allá del aspecto espiritual, buscando también el bienestar material de sus feligreses desde el punto de vista laboral, siguiendo la doctrina social de la Iglesia católica. Sin ir muy lejos, a escasos kilómetros, en l’Espluga Calva (Les Garrigues), el padre Joan Tort se hace cargo de la parroquia del pueblo a partir de 1968 y justo dos años después impulsa y lidera la cooperativa textil John-Fil para frenar el éxodo rural, dar alternativas económicas más allá de la agricultura y promover salidas laborales para las mujeres del pueblo.

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Así, L’Olivera es una cooperativa de trabajo asociado y de iniciativa social que desarrolla su actividad cultivando viñas y olivos, y elabora vinos y aceites ecológicos, incorporando en todos los procesos -tanto en el campo como en la bodega- a personas con dificultades especiales. Todos estos ingredientes hacen que el proyecto y la experiencia de L’Olivera se haya convertido en uno de los más relevantes de lo que en Europa se conoce como social farming, una práctica agrícola que utiliza los recursos agrícolas para proporcionar servicios de atención social, educativa y laboral a los grupos vulnerables de la población.

Los vinos, cavas y aceites de la cooperativa son altamente reconocidos por su calidad, con una gran cantidad de reconocimientos y menciones que así lo acreditan y, muy especialmente, por la valoración y veredicto de sus clientes y consumidores, una muy buena parte de los cuales son de ámbito internacional. Los productos hechos en el entorno rural de Vallbona tienen denominación de origen Costers del Segre, en lo que respecta a los vinos, y Les Garrigues, en cuanto a los aceites.

Sin embargo, la historia exitosa no termina aquí. Joan Clos, en su etapa de alcalde, en una visita al Ayuntamiento de París, conoce y prueba el Vino de París. Vuelve a la ciudad condal con la idea y la convicción de que Barcelona debe tener también, como París y otras grandes ciudades, su propio vino. Es así como a partir del año 2001 se inicia la recuperación de unas viñas abandonadas en Can Calopa de Dalt, masía centenaria en la sierra litoral de Collserola, dentro del término municipal de la ciudad de Barcelona. En el año 2010 el ayuntamiento cede la gestión, el cultivo de las viñas y la elaboración del único Vino de Barcelona a L’Olivera en un contexto agro-social que al mismo tiempo genera oportunidades para jóvenes con necesidades especiales del entorno metropolitano.

Los vinos, cavas y aceites de la cooperativa son altamente reconocidos por su calidad, con una gran cantidad de reconocimientos y menciones que así lo acreditan

Así pues, actualmente el proyecto se desarrolla en dos paisajes: el rural en la Catalunya interior, en Vallbona de les Monges, basado en la austeridad del secano, y el periurbano, en la barcelonesa sierra de Collserola. Dos experiencias aparentemente opuestas que, sin embargo, se complementan y comparten su apuesta por la sostenibilidad económica, social y ambiental.

De todo esto han pasado ya 50 años y L’Olivera está de celebración, aún lejos de los más de 850 años del monasterio de Santa María de Vallbona, pero tiempo al tiempo, porque los proyectos con alma, perseverancia y vocación de legado suelen perdurar. No hay nada mejor para celebrar medio siglo que elaborar un vino –que es lo que L’Olivera sabe hacer extraordinariamente bien– con un coupage de diferentes macabeos que, como explican desde sus inicios, resume a la perfección la trayectoria de la entidad, el gran vino del cincuentenario. Como el tiempo es relativo, recordemos que los estudios arqueológicos nos dan evidencias de que las primeras y más antiguas producciones de vino datan de la Edad del Bronce (entre 6000 y 5000 años a.C.). Así que, por el bien de todos, larga vida a las viñas de Vallbona, Can Calopa y, por extensión, de la cooperativa L’Olivera.

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