El olvido de las harinas

La primera historia de la serie 'Angeles y demonios de la familia empresaria'

Harinas iStock
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Jordi Tarragona
Consejero de familias empresarias
Barcelona
24 de Julio de 2020

Esta historia es totalmente ficticia, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Esta sacada del libro Ángeles y demonios de la familia empresaria.

 

El Sr. Manuel arriesgó el patrimonio familiar construyendo una harinera, a finales del siglo XIX, en su población natal: Bujaraloz (Zaragoza). En el éxito de la apuesta contribuyó su creatividad, capacidad de trabajo y crear equipo. La empresa ha crecido en tamaño y accionistas. La cuarta y quinta generación están formadas por tres ramas familiares, con un total de 27 accionistas. El consejo de administración está formado por un representante de cada rama, con el requisito que viva a la población. La presidencia y dirección general corresponde al de más edad. Los otros dos consejeros hacen turnos en la dirección de fábrica y comercial cada cuatro años. El resto de accionistas está repartida entre Barcelona y Madrid. Ciudades donde se celebra de forma rotatoria la junta general anual. Hace quince años se decidió dejar de celebrarla en Bujaraloz, con el que la familia ya no se reúne y hay posibles futuros accionistas que no conocen la fábrica. El negocio ha cambiado mucho los últimos cinco años, debido a la nueva política agraria de la Unión Europea. Los márgenes han caído y la competencia ha aumentado. Se ha mantenido la política comercial confiando en un nuevo cambio a la UE. La política de dividendos se ha mantenido en base de la reinversión y del endeudamiento. Joan no sabe qué hacer con los otros dos consejeros, sus sobrinos Pere y Armiño. Hace tiempo que están enemistades, y esto está repercutiendo en las relaciones entre los mandos medios que cada rama familiar denomina.

 

Esta breve historia nos presenta el primero de los siete pecados capitales de la familia empresaria: el olvido. Olvidar que si la empresa no funciona se ha acabado la historia. Olvidar el espíritu emprendedor y de sacrificio de los orígenes de la empresa. Olvidar que se tiene que mantener la empresa como proyecto de futuro, lo que hoy en día es un gran reto en casi todos los sectores.

"Seguro que el futuro no será como imaginamos, pero si no lo planificamos acabaremos donde nos lleve el diablo"

Olvidar que en la empresa familiar el sustantivo es empresa, familiar es el adjetivo. Olvidar que lo primero es garantizar que el negocio funciona, y que se adaptará en el futuro. Olvidar que la eficiencia es muy importante, pero que la eficacia lo es más. Olvidar que la empresa necesita mantener el espíritu emprendedor de los fundadores para poder afrontar con éxito la regeneración estratégica que será necesaria estratégica que será necesaria en algún momento del futuro.

Olvidar que el éxito solo es fruto del trabajo en equipo. Que la empresa es más que sus activos contables. Al igual que el pasivo social no aparece al balance y puede ser el principal pasivo; el capital humano tampoco aparece al balance y puede ser la principal fuente de ventaja competitiva.

Olvidar que hay que determinar donde queremos llegar, porque para quien no tiene destino ningún viento es bueno. Olvidar que la mejor forma de prever el futuro es construirlo. Seguro que el futuro no será como imaginamos, pero si no lo planificamos acabaremos donde nos lleve el diablo.