La semana pasada irrumpió la noticia: la compañía de origen catalán Naturgy parecía que sería la presa de caza de un desconocido fondo de inversión australiano a través de una opa hostil. Pero vamos por partes, porque la noticia tenía muchas derivadas. En primer lugar, una opa (siglas lexicalizadas de Oferta Pública de Adquisición) es un mecanismo legal a través del cual un inversor lanza una oferta a todos los poseedores de acciones de una determinada empresa (en este caso, Naturgy) para comprarles las acciones. En la oferta se tiene que indicar qué precio paga (lógicamente tiene que estar por encima del precio de mercado) y cuántas acciones quiere (en este caso, el inversor se ha puesto como objetivo el 23% del capital, aproximadamente). El adjetivo hostil que acompaña al término opa hace referencia a que la oferta no ha sido, aparentemente, pactada de forma previa con los gestores de la compañía, que acostumbran a ver el ofrecimiento como un ataque a su estatus, ya sea de directivos o de accionistas.
En cuanto al precio al que el fondo quiere adquirir las acciones a los actuales poseedores, hay que decir que incorpora un margen o prima del 20% respecto a la valoración del momento del anuncio. A los compradores los hemos definido como un fondo desconocido de las antípodas, pero tiene un nombre: IFM Investors. En realidad, es el paraguas a través del cual 27 fondo de pensiones australianos invierten sus recursos, procedentes de los ahorros para la jubilación de 30 millones de trabajadores. El patrimonio que gestiona IFM sube hasta los 148.000 millones de dólares australianos (cada dólar australiano equivale a tres cuartos de dólar americano). Su presidente es Greg Combet, un antiguo ministro del partido laborista del país. El representante del fondo en el Estado español es Jaime Siles, un ingeniero educado en la escuela alemana de València. Su experiencia está fundamentalmente en el mundo de la construcción (ha pasado por Acciona y Bouygues, dos gigantes), dado que IFM acostumbra a invertir en empresas de infraestructuras y servicios públicos, como es el caso de Naturgy.
Una vez recibida la oferta, algunos de los principales accionistas de Naturgy ya comunicaron que no lo aceptarían, como es el caso del fondo de inversión CVC y la familia March (que tienen la participación conjunta a través del fondo Rioja Bidco) y el también fondo GIP (Global Infrastructure Partners, creado en 2006 por Credit Suisse y General Electric). Estos tres protagonistas acumulan un 40% del capital de la compañía de gas, pero hay otro que todavía tiene más capacidad de decisión que todos ellos por separado, porque atesora un 25% de Naturgy; no es otro que la Fundació Bancària la Caixa, accionista mayoritario a través de la firma Criteria. Y por lo tanto, la decisión que tome la F.B. la Caixa -o lo que es lo mismo, Isidre Fainé- será clave para conocer el éxito o no de la operación. En otras palabras, que el fondo IFM llegue al 23% de capital al que aspira será mucho más complicado si el 65% que controlan los principales accionistas le cierra la puerta. Si la fundación de la estrella azul decidiera vender su participación, tendría unos ingresos superiores a los 5.000 millones de euros, diez veces su presupuesto anual.
Mientras Fainé se lo piensa y el gobierno se lo mira, pueden ir pasando semanas sin que se resuelva la incertidumbre sobre el futuro de Naturgy
Pero no todo acaba con Fainé y la F.B. la Caixa, porque todavía hay otro personaje importante en la obra, tan discreto como influyente. Se trata del propio Estado español, que en virtud del decreto que entró en vigor cuando empezaba la pandemia, puede vetar operaciones de compra de empresas españolas por parte de capital extranjero de fuera de la Unión Europea, como es el caso que nos ocupa. Mientras Fainé se lo piensa y el gobierno se lo mira, pueden ir pasando semanas sin que se resuelva la incertidumbre sobre el futuro de Naturgy.
De viñas a gas
Por cierto, que la participación de la F.B. la Caixa en la empresa de gas empieza a ser de una antigüedad muy remarcable, porque su entrada en el capital se produjo a mediados de los años ochenta. En aquel tiempo, todavía era la Catalana de Gas y Electricidad, que poco después pasó a denominarse Gas Natural con motivo de la fusión con Gas Madrid. El siguiente cambio de nombre también fue provocado por una fusión y sucedió en 2009, cuando Gas Natural adquirió Unión Fenosa. Pero los orígenes de la empresa todavía se remontan mucho más atrás, nada más y nada menos que en 1843, cuando fue creada como Societat Catalana per a l'Enllumenat per Gas por parte de la familia Gil, unos emprendedores que pensaron que sus terrenos en la Barceloneta serían más rentables produciendo gas que con las viñas endémicas.
Los orígenes de Naturgy se remontan a 1843, cuando fue creada como Societat Catalana per a l'Enllumenat per Gas por parte de la familia Gil
Al fundador, Pere Gil Babot, lo sucedieron sus hijos y después otras familias de la burguesía también se vincularían con la empresa, y mantendrían un pie hasta entrados los años sesenta a través de la alcurnia de los Bertrand. Estos presidieron la empresa hasta la muerte de JoanBetrand Mata, en 1965. Su padre, Eusebi Bertrand Serra, también había ocupado este cargo. Por cierto, si los beneficios del gas han abastecido durante muchos años las actuaciones en materia de obra social de "la Caixa", podemos decir que ya mucho antes estos réditos habían protagonizado actas filantròpics similares, porque Pau Gil Serra (hijo del fundador) empleó por vía testamentaria parte de su ingente fortuna en la promoción del Hospital de Sant Pau, que de paso se hizo cargo del antiguo Hospital de la Santa Creu.
Mientras tanto, esperaremos que Fainé, el gobierno español y las circunstancias en general vayan dibujando el futuro de esta histórica compañía catalana. Estaremos atentos a los acontecimientos.