En el capítulo Las cosas de la comida (y del beber) de La Gran Telaraña (Librooks) desgranábamos las diferentes firmas de raíz familiar que dominaban en el sector de la alimentación y las bebidas dentro de nuestro país. Sólo dos años y medio después de publicar el libro, parece que la entonces densa telaraña ha empezado a deshacerse a una velocidad bastante relevante, porque nada más y nada menos que tres marcas emblemáticas del ámbito de la empresa familiar catalana han pasado a manos ajenas. Este mismo 2019, el histórico fabricante de pasta Gallo (fundada en 1946 por Josep Espona Bañares) ha sido adquirido por el fondo de inversión Proa Capital, que ha abonado a los cinco herederos 227 millones de euros a cambio de quedarse con el 100% de las acciones. Se da la circunstancia que, una vez hecha la transacción, los vendedores pueden de forma individual recomprar un pequeño porcentaje -alrededor del 5% cada uno de ellos- de su "antigua" empresa.
"El ganador final en la batalla para quedarse con Pastas Gallo ha sido el fondo de inversión Proa Capital, que está liderado por Fernando Javier Ortiz Vaamonde, el yerno de Esther Koplowitz"
Uno de los grupos que ha participado en la subasta para conseguir comprar Gallo ha sido Idilia Foods, la empresa familiar de Ferrero dedicada al chocolate que surgió de la escisión de Nutrexpa y que controla, entre otras, las marcas Cola-Cao y Nocilla. Pero el ganador final en la batalla para quedarse con Pastas Gallo ha sido, como ya adelantábamos, el fondo de inversión Proa Capital, que está liderado por Fernando Javier Ortiz Vaamonde, un nombre que quizás no dice gran cosa, pero que cobra una dimensión relevante cuando se sabe que es el yerno de Esther Koplowitz, o en otras palabras, el marido de Alicia Alcocer Koplowitz, la hija que la millonaria madrileña tuvo con Alberto Alcocer Torra, miembro de aquel tándem estrella del mundo financiero de los ochenta conocido como Los Albertos. El fondo Proa Capital está especializado en adquirir empresas de dimensiones medianas, un segmento donde tiene invertidos ya más de 1.000 millones de euros. Su cabeza visible, Ortiz Vaamonde, ya era un "pata negra" antes del matrimonio con Alicia Alcocer, si hacemos caso de su formación en Icade -de la universidad pontificia Comillas- y de la experiencia profesional que acredita en firmas como Arthur Andersen o la banca de inversión del BBVA y de ING.
Sólo un año antes de la venta de Gallo, la firma cavista Codorniu dejó de pertenecer a las diversas ramas de la familia Raventós después de siglos de propiedad, para pasar a manos del fondo de inversión americano Carlyle, que compró un 60% del capital. El importe de la compraventa ascendió a los 300 millones de euros, que se repartió entre más de 200 accionistas, con Mar Raventós al frente de todos ellos, con un 10% de los títulos. La firma norteamericana es un clásico de las operaciones corporativas, que desde su fundación en Washington DC en 1987 ha crecido hasta gestionar activos por valor superior a los 200.000 millones de euros. Su sede en España está en Barcelona, en una pequeña oficina ante el Turó Parc. Y sin abandonar el mundo de los vinos, la otra gran operación de venta fue la de Freixenet, el grupo de cava de la familia Ferrer que de manera simultánea a Codorniu -cosas del destino- pasó a ser propiedad de la multinacional alemana Henkell.
"Más allá de las coincidencias cronológicas que han hecho que los dos gigantes y rivales del cava catalán caigan en manos extranjeras con meses de diferencia, es importante no confundir Henkell con Henkel"
Más allá de las coincidencias cronológicas que han hecho que los dos gigantes y rivales del cava catalán caigan en manos extranjeras con meses de diferencia, es importante no confundir el comprador de Freixenet -una empresa de bebidas- con Henkel, otra compañía germánica de alcance mundial y mucho más conocida por estas comarcas gracias a sus productos de limpieza (Dixan, Mistol, Neutrex, Conejo, Wipp Express y un largo etcétera). Pero la otra Henkell, a pesar de no estar tan presente en los hogares catalanes, también tiene algún vínculo con el país, dado que su máximo accionista es el gigante de la alimentación Dr. Oetker, que cómo sabrán los lectores de La Gran Telaraña es uno de los accionistas de referencia de la cervecera Damm. Si los principales propietarios de la cerveza de la estrella dorada de cinco puntas son los Carceller con un 42% el capital, en segundo lugar ya encontramos los alemanes de Dr. Oetker con un 25%, muy por encima de las otras familias, que no llegan al 10% cada una. La venta de Freixenet se tasó en 220 millones a cambio del 51% del capital, una cifra inferior a la que se había especulado previamente y que, además, implicaba que la compañía entera valía "sólo" 440 millones, muy por debajo de los 500 millones que esperaban las familias accionistas (Ferrer, Bonet Ferrer y Hevia Ferrer).
Fuera del mercado de alimentación y bebidas, encontramos dos ejemplos más de grandes empresas de "la telaraña" que han dejado de tener como accionistas a familias catalanas: es el caso de la firma de vestidos de novia Pronovias y de la multinacional de los juegos de azar Cirsa. En el caso de la empresa del Prat, líder mundial en este tipo de atuendos, el comprador fue el fondo de inversión BC Partners, que en 2017 abonó cerca de 500 millones de euros a Alberto Palatchi Ribera para conseguir el 90% del capital de la empresa. En este caso, la empresa vendida era doblemente partícipe de "la telaraña", porque Alberto Palatchi estuvo casado hasta el 2016 con Susana Gallardo Torrededía, la hija de los propietarios de los laboratorios Almirall. Una vez disuelto el matrimonio, Palatchi inició una relación con Zita Serrano-Suñer y Gallardo se ha casado con Manuel Valls Galfetti, el exprimer ministro francés que en la actualidad diambula por Catalnya.
"La telaraña se deshace, pero las fortunas no desaparecen, sino que se transforman. Dejan de estar materializadas a través de una marca de renombre para ir a estallar, con total seguridad, al mundo inmobiliario"
En el caso de la terrassenca Cirsa, el nuevo propietario es un fondo muy conocido de inversión Black Stone, una firma fundada en 1985 que hoy en día gestiona activos por valor de 460.000 millones de euros. En abril de 2018 Manuel Lao puso fin a décadas de historia de la empresa familiar cuando aceptó la oferta de los americanos de más de 1.000 de euros por sus acciones, además de los 950 millones en que estaba valorada la deuda de la compañía. Pero Lao no se desvinculó del todo del sector del juego, porque retuvo el negocio argentino de la firma, compuesto por nueve salas de juego. También cambió de manos la correduría de seguros del grupo, Cicor, que fue traspasada al hólding italiano Trust Risk Group de la familia Somma y que mantiene su sede en la calle Muntaner de Barcelona, pero ahora con ejecutivos transalpinos.
Como hemos comprobado a lo largo de estas líneas, la telaraña se deshace, pero las fortunas no desaparecen, sino que se transforman. Dejan de estar materializadas a través de una marca de renombre para ir a estallar, con total seguridad, al mundo inmobiliario, un mercado de rentabilidades bajas pero seguras, muy atractivo en un entorno ya estructural de tipo de interés cercano al cero por ciento.