A la familia Coll son xocolaters desde el 1840. El primero a empezar a escribir su historia fue en Simón Maestras, segundo hijo de una familia arraigada al mundo de la viña y la viticultura. Él, al ser el segundo germano y ver como el heredero ya continuaba con el negocio, optó para montar una cosa diferente y abrió una tienda de ultramarinos. Allá empezó a vender de todo: café, especies, cacao... y aquí descubrió el potencial del chocolate. Un producto que hoy sale en masa de sus dos fábricas en Sant Sadurní d'Anoia, donde los suyos cerca de 100 trabajadores producen y mueven 1.500 toneladas anuales.
Así es como explica hoy en día la directora comercial y sexta generación del negocio, Maria Coll, que el pequeño comercio de Maestros haya acontecido una de las principales compañías productoras de este dulce en Cataluña. "Un producto que en aquella época era casi más un servicio que un producto y se tomaba, básicamente, bebido. Se hacía en el momento y, incluso, se iba a las casas importantes a prepararlo allá mismo", añade a guisa de anécdota.
"La incorporación de maquinaria para ampliar la fabricación nos permitió crear la primera red comercial en Cataluña"
El paso al chocolate se hizo ninguno el 1880, cuando también se diseñó el envoltorio que hoy todavía define la marca: un grabado con un velero que representa el transporte del cacao y el azúcar desde la otra punta del Atlántico. Y hacia medios del siguiente siglo, según Coll, se dio un paso adelante pasando de la artesanía a la mecanización con la tercera generación de la familia: "La incorporación de maquinaria para ampliar la fabricación nos permitió dejar de vender únicamente a nuestro mostrador y tener un radio local a crear la primera red comercial en todo Cataluña". Y también apostó por el marketing y se sumaron a la moda de los cromos coleccionables y otros programas de fidelización populares a la época.
Todo ello puso los fundamentos para la ampliación del negocio con nuevos productos alrededor del chocolate. Especialmente con los de temporada, como lo pueden ser los huevos de chocolate para la Pascua o los clásicos paraguas, botellas de cava o Reyes de Oriente envueltos con papeles de colores que se dan a los niños por Nadal. La estrategia posicionó Simón Coll como un proveedor clave para la pastelería.
Ser industriales sin perder la esencia
El paso a la mecanización se hizo pronto, pero no fue el definitivo hacia la industrialización. "Esto quiere decir crear una instalación y fábrica para hacer el producto con un escalado y una serialització más grandes. Se empezó a hacer ninguno en 50, pero nos quedamos un poco a las puertas. Lo acabó de hacer del todo mi padre, quien también avanzó mucho al tener un I+D propio y en una maquinaria propia para hacer un producto que no fuera corriendo al mercado", explica la directora comercial, quien añade que a lo largo del tiempo siempre han apostado por la modernización y robotització de sus plantas de producción.
Esto coincidió con la entrada de las multinacionales al mercado, a la década de los 70, cuando el mercado "se inundó de productos competitivos y se notó una presión a la baja de precios y muchas pequeñas empresas tuvieron que cerrar". Aquí, apunta Cuello, fue importando su apuesta por los productos infantiles: "Nadie hacía monedas, ni paraguas, y nosotros nos centramos en esto. Eran productos que pedían mucha capacidad de diversidad industrial y un packaging muy específico para cada producto. Es complicado encontrar una manera industrial de hacerlo, pero lo pudimos encontrar".
"El hecho de haber creado una marca fuerte en el tiempo nos ha traído un colectivo de consumidor que quiere calidad cada día"
Todavía hoy en día esta es una de las principales fuentes de negocio de la empresa familiar. "Continuemos siendo bastante únicos al mercado. Tenemos una diferenciación importante y un conocimiento dentro del canal que permite seguir operante y tener una posición sólida", señala. Todo y la estabilidad de esta gama, no querer aferrarse y depender sólo de ella: "Los últimos 10 o 15 años hemos hecho un esfuerzo para impulsar productos tradicionales como la baldosa o el chocolate a la taza. Son segmentos muy maduros, pero el hecho de haber creado una marca fuerte en el tiempo nos ha traído un colectivo de consumidor que quiere calidad cada día".
Con el tiempo han podido hacerse un lugar en las grandes superficies y equilibrar la balanza entre la venta a mayorista y a la gran distribución. Precisamente este segundo es el canal que más crece y que los ayuda a tener más visibilidad, uno de los motivos por los cuales su facturación para este 2017, prevén, irá a la alza y superar los 18 millones de euros del año anterior.
Una xocolatina para cada época del año
Si hace 100 años el chocolate se consumía sobre todo de manera líquida, poco a poco ha ganado pes la mesita, más especialmente las fórmulas que incorporan frutos secos, especies o rellenos y productos donde el cacao tiene mayor presencia. Esta es la principal diferencia que la compañía ha notado a lo largo de sus 177 años de historia en el paladar de los consumidores. Y sehan adaptado con la incorporación de avellanas o almendras a los chocolates o altos porcentajes de cacao puro, tanto en forma de mesitas como de turrones o dulces para los menuts.
"El chocolate tiene esta dimensión de regalar que nos liga en ciertos momentos del año, no sólo a uno"
Precisamente la Navidad es la campaña más importante. Empieza a finales de septiembre y roza el 45% del total de la facturación. Esto, ligado a las condiciones de frío que facilitan la manipulación del producto, el almacenamiento y el transporte podrían hacer llegar a la conclusión que estos meses concentran la actividad, pero la compañía ha podido solucionar la estacionalitat. "El chocolate tiene esta dimensión de regalar que nos liga en ciertos momentos del año, no sólo a ud. Tenemos una punta importante por Pascua en España, pero también por Santo Valentí en el Japón o en los Estados Unidos", ejemplifica, e insiste a continuación que "la venta exterior permite tener estas puntas a lo largo del año".
A pesar de que la competencia es dura, su tradición y el disparo añadido de tostar su propio cacao son su valor añadido. "No es habitual al sector que las empresas hagan la tostación, se ha ido sacando porque es complejo tanto de procedimiento como de financiación", apunta Cuello, "nosotros no lo hemos dejado de hacer nunca y ha hecho que nuestro chocolate tenga un sabor propio y diferente".
Chocolate catalán también en la Asia
Simón Coll exporta desde hace aproximadamente 30 años, por el que la directora comercial lo considera "parte del ADN de la empresa". Esta venta internacional representa cerca del 30% de la facturación y se sustenta, especialmente, por el producto de temporada y el de Chocolates Amatller, marca nacida a finales del siglo XVII en Barcelona que la empresa de la Alt Penedès adquirió a los 70 para evitar su desaparición.
El mercado más fluido es la Unión Europea , a pesar de que el peso de países como el Japón, Rusia, la China, Australia, el Líbano o Israel están ganando cada vez más pes.