Más allá de los méritos profesionales a los campos de la economía, la política y la comunicación, al economista Xavier Sala-y-Martin y al ex diputado de la CUP David Fernández se los conoce por las americanas llampants y las camisetas reivindicativas. Ytienen un montón. Tantas, que incluso se hace difícil verlos repitiendo modelo. Pero el más curioso no es su fondo de armario, sino que se trata de un consumo ético y con valores, justamente el que se busca promover este sábado en motivo del Día Mundial del Comercio Justo en varios encuentros en todo Cataluña.
Y así de claro dejaron las dos personalidades en una enganchada a Twitter que hay un trasfondo social en sus compras. Fernández adquiere las camisetas a la cooperativa de comercio justo Promoetic, mientras que Sala-y-Martin escoge las americanas de la sastreria Baseiria de la calle Aribau de Barcelona. Se podría criticar quetengan más o menos, pero aquí nos topamos con la "libertad de comprar el que uno quiera" a la que apela el economista en la red.
Esta pequeña discusión pone de manifiesto que a la sociedad están ganando bastante nuevos movimientos como los de la economía verde, el comercio justo y el consumo ético; aspectos que este año también tratará el Bizbarcelona. Pero a la vez que surgen adeptos y comentarios a favor de esta concienciación social, también se generan críticas y la principal es: "Quiero contribuir a la sostenibilidad, pero no puedo porque es demasiado caro". Y es que, dicen la mayoría de voces, los precios de estos productos no son aptos para todos los presupuestos.
Cambiar el chip
Una manzana golden de cualquier tienda puede tener un precio que ronde los 1,20 euros por kilo, mientras que su prima germana ecológica seguramente tendrá un cartel que indique 2,30 euros. Ante esto, es innegable que los recursoseconómicos son uno de los elementos que decantan la elige final.
Pero cuando uno quiere pensar con criterios éticos y no con los límites de su bolsillo, qué puede hacer? "Cambiar el chip". Esta es la respuesta que da Mònica Vega, quien se encuentra al frente del proyecte Palmo en Palmo, un mapa de consumo responsable y economía solidaria que quiere recoger todos los comercios adheridos al movimiento en Cataluña. Su propuesta es dejar de ver la cantidad y priorizar la calidad: "Si reduces la carne que consumes, que normalmente es más cara que las verduras, y compras fruta ecológica y de proximidad, acabarás gastando el mismo".
Otro buen ejemplo que ilustra la visión de Vega se encuentra en el sector de la ropa. "Si en cuentas comprarte 10 camisetas a Inditex por 3 euros, escoges una a 30 euros y hecho por un diseñador que use tejidos con unas ciertas condiciones y pague salarios dignos, el precio será igual", describe para demostrar que es viable. El cambio de chip no consiste en nada más que adquirir el que es realmente necesario e imprescindible y distinguirlo del que compramos movidos por el consumismo. "Hay que preguntarse si este mismo dinero los puedo destinar a cosas más éticas", concluye, porque tener valores no siempre tiene que implicar gastar mucho más del previsto.
A todo esto hay que sumar que pagar algo más por el precio de un producto no es tabique. El argumento principal de los colectivos que representan esta economía alternativa es que la sociedad tiene que asumir un gasto en forma de impuestos para poner remedio a la contaminación y las consecuencias de los procesos de producción tradicionales. Así, si se opta por un mercado ecológico, sostenible y de proximidad, el precio a pagar para paliar los efectos es pueden invertir en un consumo de más calidad.
Opciones éticas y a buen precio
Donde el gasto no cambia es en el sector energético. En este caso, Vega menciona la cooperativa Somos Energía como la alternativa a los grandes monopolios. "El coste de la factura es parecida y así se contribuye a un consumo responsable, a fomentar la energía verde y a tener más transparencia y control del que se consume", detalla la responsable del proyecte Palmo a Palmo. Todo un cambio que, normalmente, va asociado a unos hábitos más eficientes y que ayudan a recortar todavía más el precio final.
El uso del transporte público, las finanzas éticas o las escuelas y ateneos cooperativos son otras experiencias que demuestran que optar por un sistema alternativo no siempre es caro. Aún así, son menos conocidas porque los sectores de la alimentación y la ropa son los que más recorrido tienen en este modelo económico.
Una era puesto-crisis
No hay cifras en el contexto de Cataluña que puedan avalar que la crisis nos haya traído a un consumidor más responsable. De hecho, este sistema alternativo es un ámbito difícil de cuantificar, según fuentes de la Red de Economía Solidaria (XES). Aun así, sí que se sabe que en Barcelona hay más de 4.700 compañías que operan en este ámbito y que representan el 2,8% del tejido empresarial de la ciudad. Son datos de lo informo Economía social y solidaria en Barcelona, publicado el pasado mes de febrero, donde también se detalla que estas compañías generan el 8% de la ocupación y el 7% del PIB de la capital catalana.
En este sentido, Vega sí que cree que la crisis ha hecho que la ciudadanía busque alternativas alejadas del modelo que nos ha traído a la recesión: "Buscan cosas diferentes, agruparse en la hora de trabajar y volver a los valores comunitarios". La situación que relata es exactamente la historia del nacimiento de Jamgo , una cooperativa tecnológica que crea páginas web, apps para móviles y soluciones para grandes y pequeñas empresas.
A la empresa son todos socios trabajadores y tienen una estructura horizontal donde todo el mundo tiene el mismo peso y derecho a voto. Uno de ellos es Martín Deluca, quien explica a VÍA Emprendida que decidieron fundar el negocio hace cinco años porque vieron que había que cambiar el sistema: "El modelo a las empresas era demasiado tradicional, con mucha subcontratación y jerarquía; y hay un cierto momento de tu vida donde voces que esto no hace para tú".
Ahora tienen más libertad, tanto en las tareas diarias cómo en la toma de decisiones, entre las cuales hay la elige de proveedores. "Intentamos trabajar con gente que tiene los mismos principios de democracia, igualdad e ideario solidario y de proximidad que nosotros", concreta sobre su filosofía, la cual también aplican a los clientes: "Trabajamos por proyectos que socialmente nos parecen interesantes pero que quizás no tienen fondos suficientes. Y, al final, acabamos cobrando el mismo alguna otra compañía".
Y es que, como expresa con claridad Vega, todo esto es una rueda: "Hay empresas que se han creado a partir de conocer otras experiencias. Lo han hecho pidiendo un préstamo a Coop57, contratando la luz a Somos Energía y el teléfono, a Eticom. Así es cómo todo se alimenta y todos nos ayudamos entre todos".
Los valores también son condiciones laborales
En general, cuando se opta por la economía responsable, Vega describe tres tipos de impacto que se tienen en cuenta: "El social, que hay detrás, quién lo ha hecho y en qué condiciones; el ambiental, como afecta nuestra salud y el entorno; y organización y trabajo, como se han agrupado las personas, que tiene mucho que ver con elegir un hipermercado, una tienda de barrio o una cooperativa". Por eso se tiene que dejar de asociar sólo el hecho de consumir con valores a aquello biológico o ecológico y pensar que detrás también hay criterios medioambientales, embalajes responsables, materias primeras no tóxicas y, entre otros muchos, unas condiciones laborales dignas.
Un caso ejemplar es el de la cooperativa de servicios de mensajería y limpieza ecológica Trèvol, creada el 1984 por quien hoy en día todavía están al frente. "Nuestros orígenes vienen de la paquetería convencional", relata el comercial, Eduardo Sabadell, "éramos un grupo de jóvenes que trabajábamos a MRW con unas condiciones malas y acabamos en la calle porque reclamamos unas condiciones dignas". Su respuesta fue la autogestión a partir de un "modelo de empresa que pusiera en el centro las personas y no el capital".
A pesar de que este negocio trabaja principal como proveedor de servicios para empresas, se encuentra dentro del grueso de compañías responsables porque el reparto se hace en bicicleta y vehículo eléctrico y porque los productos de limpieza son todos biodegradables. Esto, reconoce Sabadell, hace encarecer el precio respecto de la competencia, pero considera que "la buena calidad" es uno los disparos que los diferencian.
Una de sus luchas constantes –como comercial se lo encuentra a menudo- es hacer entender que "ser ético no es ser caro, sino que es tener un servicio de calidad". "A Trébol tenemos un proyecto empresarial donde ofrecemos un sueldo digno y pensamos en las personas. Por eso no tenemos que pensar que el precio es caro, es más justo", remarca con contundencia, y asegura a continuación que todavía "hay mucho trabajo a hacer". A pesar de que es un trabajo que, poco a poco, va progresando porque la sociedad, arran la crisis, ha empezado a apreciar el que hay más allá del precio de un producto o servicio.
Tener valores sale caro?
Optar por un consumo responsable y de proximidad no es sinónimo de precios caros, implica hacer un "cambio de chip" para adaptar los hábitos a las necesidades reales de cada comprador
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