La caja de Tirites es uno de los productos obligatorios a todos los hogares. Son más grandes o más pequeñas, hechos de materiales diversos, algunas más coloreadas y divertidas que otros, sobre todo cuando son para niños, y no todas son las tiritas originales que Johnson & Johnson sacó al mercado el 1924.
Su creador fue Earle Dickson, un trabajador de la multinacional norteamericana que se encargaba de comprar el algodón por sus productos. La idea se le ocurrió al ver su mujer, la Josephine, curándose una de las muchas heridas que se hacía cada día con las tareas del hogar.
Entonces se utilizaban unas venas más grandes y poco prácticas. Era difícil tapar bien la herida y, además, se corría el riesgo de destaparse al más mínimo movimiento. Ante esto, su ingenio lo trajo a cortar trocitos de gasa y a engancharlos en una tira larga de esparadrapo que cubrió después con una capa de crinolina para evitar que se adhiriera a cualquier superficie.
Visto el éxito del producto, Dickson lo presentó a sus cabezas. Cuatro años más tarde, Johnson & Johnson puso a la venta unos apósitos llamados Band-Aids de 45 x 7 cm e ingresó por ellas 3.000 dólares anuales, una cifra muy por debajo de las expectativas.
Lejos de rendirse, la compañía regaló muestras a los Boy Scouts. Eran niños inquietos, juguetones y plenos de heridas, por el que las madres verían en el producto una utilidad muy clara. Dedo y hecho, aumentó la demanda y el producto consolidó su lugar al mercado. Además del éxito de las tirites, Dickins tuvo una doble victoria: fue ascendido a vicepresidente.
La llegada de estas particulares venas en España no fue hasta el 1939 de la mano de Gerard Coll. Este empresario mataroní fue el fundador de Laboratorios Unitex, la cual forma parte del grupo Hartmann desde el 1988, y quien puso el nombre comercial de Tiritas, una marca que ha conseguido convertirse en el nombre genérico por los apósitos adhesivos de toda España.