En la multipremiada serie Mad Men, su protagonista, Don Draper lideraba una de las compañías de publicidad más exitosas de la Nueva York efervescente de los años 60, donde se crearon algunas de las campañas más icónicas de la historia. Su vida transcurría en una locura de horarios, bebidas alcohólicas de (muy) buena mañana y reuniones constantes con su equipo, que iba en masa a su despacho cada vez que firmas cómo Coca Cola o American Airlines confiaban en ellos para llegar a un público masivo.
Pero, al contrario de lo que pasaría hoy en día, Draper no se ponía a escribir compulsivamente cuando el cliente salía por la puerta. Más bien el contrario: la mayoría de veces se estiraba en el sofá y cerraba los ojos. Simplemente para pensar. Actualmente, cualquier perfil profesional está tan inmerso en el día a día ante una o diferentes pantallas que suelen responder a un patrón común: las ideas le vienen a la cabeza en la ducha, en el baño, cuando subes al coche o cuándo practicas deporte. Lo cual, seguramente, ha derivado en procesos creativos de menor calidad de los que podemos esperar de personas con un alto índice de talento.
Esta rapidez, incluso antes de la existencia de las redes sociales, ya la vivió en sus carnes Pablo Esteve. Trasladado desde Valencia hasta Madrid, con 24 años ya era Director Creativo de una de las agencias más importantes del país. Y creaba anuncios para alguna de las marcas globales anteriormente mencionadas. Pero si una palabra define su búsqueda vital es equilibrio. Con su familia, con su trabajo… y con una tabla.
Después de casi dos décadas alejado de Valencia, decide volver a su tierra por diferentes razones. Y demostrar que no hace falta enmarcarse en una gran estructura para poder llevar a cabo proyectos de alto nivel. Hay pensamientos cómo el de Fernando Alonso, la pasión del cual es evidente que es la Fórmula 1 y rechaza absolutamente un futuro a corto plazo que lo aleje de este mundo concreto. Pero, en contraposición, aparece Nico Rosberg, que gana un Mundial, se siente satisfecho y decide vivir otro tipo de existencia.
En el caso de Esteve, las circunstancias son similares. Si bien el horizonte laboral es el mismo, el hecho de haber afrontado grandes proyectos de grandes cuentas es ya una etapa asimilada. Lo que le confiere la tranquilidad de poder hacer lo mismo desde una posición más tranquila, aunque curiosamente acabe llegando casi al mismo lugar. De hecho, individualmente casi accede al mismo portafolio que de forma corporativa.
Pero el cambio, realmente, es enorme. Cuando le apetece, lo necesita o las dos cosas, marcha a surfear las oleadas del Mediterráneo en horarios que son considerados laborables para la mayoría de sus colegas de profesión. Y es de aquí donde nacen las mejores ideas. Cómo también sucede con los ratos que pasa con su familia, sin pensar con sus clientes y, de golpe, la relajación hace aflorar conceptos esquivos cuando te pasas ocho horas ante un ordenador o un teléfono móvil.
Hay que recordar que Málaga fue la ciudad de España que más creció en censo en el año 2020. Una población muy similar en Valencia, con mar y fuerte innovación, que atrajo por su calidad de vida a numerosas personas no solo nativas, sino también nómadas digitales. Hoy, cómo se ha demostrado desde la pandemia, más de la mitad de la fuerza laboral en España podría ejercer su profesión desde el lugar que escogiera. Y esta ha sido la premisa de uno de los mejores publicistas del país, que con su ejemplo está cambiando la habitual rigidez de unas empresas que creen que solo se puede generar negocio estando en Madrid.