El pasado mes de septiembre, un hilo de Twitter elaborado por @PagesosGPS me llamó la atención. Esta cuenta, que según proclama el perfil pertenece a labradores de todo el territorio preocupados por la cultura, la tradición y la sostenibilidad, denunció la capacidad de una sola familia, los Hernández, para fijar el precio del arroz en el ámbito europeo mediante su empresa Ebro Foods, un verdadero imperio de la industria alimentaria.
"Labradores de todo el territorio denunciaron la capacidad de una sola familia, Hernández, para fijar el precio del arroz en el ámbito europeo mediante Ebro Foods"
Más allá del interés intrínseco del hilo -que lo tenía- me hizo recordar que en LaGran Telaraña(Librobooks) dimos todos los detalles de los avatares producidos a lo largo de un siglo -con fusiones y escisiones- que han permitido que una antigua empresa remolachera catalana se convierta en un gigante de la alimentación. Si un día, ante el lineal del supermercado, dudamos sobre qué arroz comprar entre las marcas "competidoras" Sos, La Cigala, La Fallera o Brillante, en realidad sólo estaremos decidiendo a qué bolsillo de Ebro Foods va nuestro dinero, porque las cuatro marcas tienen el mismo propietario. La compañía con sede en el Paseo de la Castellana de Madrid es líder mundial en el mercado del arroz y número dos en fabricación de pasta, todo un coloso que factura anualmente más de 2.500 millones de euros. En consecuencia, la capacidad de influencia sobre los precios del mercado del arroz que denunciaba la plataforma de labradores en Twitter resulta inevitable.
La familia Hernández a la cuál se refería el mencionado hilo de Twitter son en realidad dos ramas, los Hernández Callejas y los Hernández Barrera, arroceros de toda la vida que entraron en la capital del Ebro cuando la multinacional les compró su empresa productora Herba, primero un 60% en 1989 y más tarde, en 2001, un 40% restante. Este segundo paquete fue valorado en su momento en más de 100 millones de euros. Pero Hernández no está sólo en el control de la empresa -de la que poseen un 16%, la participación más elevada de todos los accionistas- sino que están rodeados de una serie de escuderos de lujo: la familia March tiene un 14% del capital, la cervecera Damm un 12%, la SEPI (antiguo INI) poco más de un 10% y las familias Gómez-Trénor y Comenge -las dos vinculadas a concesionarias de Coca-Cola- un 8% y un 3,5%, respectivamente. De los Trénor hablamos bastante en La Gran Telaraña, dados sus orígenes irlandeses casi legendarios y su vinculación directa con la flor y nata de la aristocracia. El último en llegar al Olimpo de las "participaciones significativas" de Ebro es el fondo de inversión británico Artemis, que este mismo 2019 adquirió un 3%. El fondo dirigido por Mark Murray gestiona más de 30.000 millones de euros y a su logotipo luce una divisa muy elocuente: "cazadores de beneficios".
"Ebro Foods con sede en Madrid y marcas como Sos, La Cigala, La Fallera o Brillante es líder mundial en el mercado del arroz y factura anualmente más de 2.500 millones de euros"
Cómo decíamos al comienzo, Ebro Foods es el resultado de una larga cadena de compras y ventas societarias que vivió su último capítulo destacable en el bienio 2009-2010, cuando se configuraría la estrategia actual consistente en apostar por el arroz y la pasta. En aquel periodo se desprendió del negocio del azúcar, que vendió a BritishSugar (de los mismos propietarios que la cadena de moda Primark), y de los lácteos, que fueron traspasados a la multinacional francesa Lactalis por 630 millones de euros. La actividad productora de azúcar había sido -cómo veremos más adelante- el embrión del grupo, de forma que su venta significó un giro histórico en la política empresarial.
Los compradores, British Sugar, abonaron 350 millones por la adquisición y a buen seguro que ahora están arrepentidos, porque hoy en día el azucarero español se ha convertido en un agujero en las cuentas de la empresa británica, hasta el punto que todavía no han recuperado ni un tercio de la inversión inicial. Son precisamente los beneficios que genera Primark los que sirven para compensar estas pérdidas. Por su parte, el negocio de la leche estaba circunscrito a la empresa Puleva y operaba, además, con las marcas Ram y El Castillo. La compra de la lechera de Granada se había llevado a cabo en 2000 e implicó que la entonces conocida como Azucarera Ebro Agrícolas pasara a denominarse Ebro Puleva. Justo un par de años antes se había producido la fusión entre la Sociedad General Azucarera Española -presidida por el abogado del Estado Joaquín Ysasi-Ysasmendi- y Ebro Agrícolas, dos empresas que habían llegado a controlar el 80% de la producción de azúcar en España. En los años noventa hubo una entrada en el capital de Ebro Agrícolas por parte de los kuwaitians de KIO, que de la mano del financiero Javier de Rosa, fueron filtrándose a empresas locales de todo pelaje como si fueran una mancha de aceite, muy en consonancia con el origen petrolero de su ingente patrimonio.
Una década antes, en 1989, es cuando unieron sus destinos Ebro y la Compañía de Industrias Agrícolas, de las familias Suñol y Carner. La firma catalana había sido fundada en 1911 tras la fusión de las dos fábricas de azúcar de remolacha que explotaban. El incremento exponencial de la demanda de este tipo de azúcar experimentado a inicios del siglo XX tenía una explicación muy sencilla, como era la imposibilidad de acceder a la producción de azúcar de caña a causa de la pérdida de Cuba en 1898. La familia Suñol -doblemente emparentada con sus socios, los Carner- perteneció a un personaje todoterreno que hoy tendría que ser recordado ampliamente: Josep Suñol Garriga, que además de empresario, fue presidente del Barça -asesinado en la Guerra Civil por los golpistas- propietario del diario La Rambla y diputado por Esquerra Republicana. Un personaje singular, pero también incómodo, por su condición de burgués progresista, una combinación no aceptada de buen grado por todo el mundo.
La sede barcelonesa de Ebro Agrícolas todavía a inicios del siglo XXI era en medio de l'Eixample, en el número 103 de la calle Balmes. En noviembre de 2003 la empresa vendió el edificio por 26 millones de euros al terrateniente Nicolás Osuna García -probablemente, el hombre más rico de Andalucía- propietario de la cadena hotelera Hoteles Center, firma a la cual pertenece, por ejemplo, Casa Fuster dels Jardinets de Gràcia. En la sede de Ebro Agrícolas, Osuna abrió el hotel Barcelona Center.
"La empresa vendió en 2003 su edificio de la calle Balmes por 26 millones de euros al terrateniente Nicolás Osuna García que abrió el hotel Barcelona Center"
Un largo viaje desde el lejano 1911 hasta nuestros días, que ha servido para que un par de factorías productoras de remolacha de unos catalanes emprendedores hayan evolucionado hasta llegar a ocupar el primer lugar del podio en el mercado de un cereal básico cómo es el arroz.