El pasado 23 de febrero no sólo fue el aniversario de aquel golpe de Estado tan estrambótico en el que todo el mundo estaba implicado, sino que también se cumplían años, cuarenta, de uno de los mayores hitos de la historia económica de España, la expropiación del holding Rumasa, el imperio montado por el empresario andaluz José María Ruiz-Mateos y Jiménez de Tejada. Un hecho que forma parte de la cultura popular de un buen puñado de generaciones -desde la llamada X y hacia atrás- y que, en su momento, tuvo una gran trascendencia, mucho más allá de convertir a un respetado y multimillonario empresario en un clown televisivo, que es lo que muchos recuerdan.
Desde finales de los setenta hasta ese 23F de 1983, el holding de la abeja no había dejado de crecer. Los ciudadanos de aquella época vieron como cada vez más empresas llevaban al pie de su logo una abeja dentro de un pequeño hexágono, que representaba la celda de una colmena: era la constatación de que la firma había caído en manos del holding de moda en la época. El núcleo de Rumasa era un enjambre de bancos, entre los que destacaban el Banco Atlántico, el Banco Condal (heredero de la histórica Banca Rosés) o Banif. En total, una veintena de entidades financieras. En el sector de la hostelería operaba bajo la marca Hoteles Agrupados (Hotasa), con también una veintena de establecimientos. Otro de los ámbitos importantes para el grupo era el de las bodegas, con referencias como Paternina, René Barbier, Segura Viudas, Garvey, Conde de Caralt, Berberanas, Lan, etc. En el terreno del comercio disponía de Galerías Preciados, Loewe y Mantequerías Leonesas. En el sector asegurador, Minerva, Unión Condal de Seguros, Atlas y Fénix Peninsular. También había empresas farmacéuticas, navieras, de cosmética, constructoras, etc., hasta formar un conglomerado de más de 700 compañías en territorio español de 30 sectores distintos, 60.000 trabajadores y una facturación agregada de 350.000 millones de pesetas (más de 2.100 millones de euros), una verdadera barbaridad para aquellos tiempos.
Hemos visto de paso que una de las propiedades era la de los grandes almacenes -conocidísimos en su día- Galerías Preciados. La historia de esta enseña merece que nos detengamos un momento. Los grandes almacenes fundados en 1943 por Pepín Fernández Rodríguez llegaron a finales de los setenta ahogados por las deudas en medio de una dura competencia con su rival El Corte Inglés, lo facilitó que la propiedad pasara a manos del principal acreedor, el Banco Urquijo. Cuando la entidad bancaria se quitó de encima a Galerías, el nuevo dueño sería precisamente Rumasa. No fue ni mucho menos el último viaje para la marca antes de su desaparición definitiva, como veremos más adelante. El principal activo histórico de Galerías en Barcelona era la tienda llamada Jorba Preciados, procedente de la compra de Can Jorba por parte de Galerías en 1963, pero en los ochenta aumentaron su presencia con la adquisición de nuevas tiendas procedentes de la cadena Sears. La multinacional americana Sears Roebuck había abierto dos centros en Barcelona, uno en el complejo comercial de la avenida Meridiana, concretamente en la promoción conocida como Meridiano Cero, propiedad de la familia Vaqué (1975), y otro en la Plaza Francesc Macià (1967). A mediados de los ochenta, los americanos decidieron poner el punto y final a su aventura catalana y transfirieron los dos establecimientos a Galerías Preciados.
Aquel 23F, pero de 1983, Eduardo Sotillos soltaba la bomba: el Gobierno expropia a todas las empresas de Rumasa
Volviendo al día crítico de la historia, ese 23F por la noche las pantallas de TVE soltaron la bomba. La decisión, tomada en consejo de ministros, fue revelada a falta de veinte minutos para la medianoche a través de una intervención en directo del portavoz del Gobierno, Eduardo Sotillos Palet, en Televisión Española. Según el gobierno, la expropiación era inevitable y se llevaba a cabo "con objeto de garantizar plenamente los depósitos de los bancos, los puestos de trabajo y los derechos patrimoniales de terceros, que considera gravemente amenazados". Al día siguiente, toda la prensa recogía la noticia en portada: La Vanguardia decía: “El Gobierno expropía a todas las empresas del grupo Rumasa” y añadía que José María Ruiz Mateos se había enterado a través de Televisión Española; El País titulaba: “El Gobierno expropia a los bancos y todas las empresas del grupo Rumasa ”, mientras que el conservador ABC era más contundente afirmando que: “El Gobierno aplasta a Rumasa”. El ideólogo de la expropiación fue el ministro de Economía de entonces, Miguel Boyer Salvador.
Ruiz-Mateos siempre culpó de su desgracia a Luis Valls-Taberner, presidente del Banco Popular y miembro del Opus Dei
Las motivaciones del ejecutivo para ejercer una medida tan radical se basaban en la situación patrimonial del holding, que según ellos tenía un desfase patrimonial de 200.000 millones de pesetas y se encontraba, por tanto, en quiebra técnica. Esta versión contrastaba con las tesis de José María Ruiz-Mateos, quien aseguraba que la solvencia del grupo estaba asegurada y que todo se trataba de una maniobra perversa cocinada entre el gobierno y el Opus Dei, entidad a la que él pertenecía. De hecho, Ruiz-Mateos siempre culpó de su desgracia a quien había sido su protector, Luis Valls-Taberner Arnó, presidente del Banco Popular y también miembro destacado del Opus Dei.
Apartado Ruiz-Mateos de la titularidad del grupo, el gobierno saneó su estructura con un total de un billón de pesetas (unos 6.000 millones de euros) y procedió a trocearlo para volver a privatizarlo. Uno de los casos más polémicos de la reprivatización fue el de Galerías Preciados, que fue vendido a precio de saldo al empresario venezolano Gustavo Cisneros, del círculo de amistades del presidente del gobierno español Felipe González Márquez. Los venezolanos pagaron 1.500 millones de pesetas por el negocio en 1988 y lo revendieron a un grupo inglés tres años más tarde por 30.000 millones. En 1995 Galerías terminó en manos de su antiguo competidor, El Corte Inglés.
Empieza el show: vestido de Superman, presidiario, sepulturero, ... y el “¡Que te pego, leche!” a Miguel Boyer
Los siguientes años a la expropiación fueron los del show continuo de Ruiz-Mateos, que había llevado su caso a la justicia y no quería que todo cayera en el olvido. Se le recuerda sobre todo vestido de Superman, pero también de presidiario, de sepulturero o de presentador de circo. Pero, sin duda, el episodio más recordado se produjo el 3 de mayo de 1989, a las diez de la mañana, en los juzgados de la Plaza de Castilla (Madrid). Por los pasillos de la tercera planta coincidieron el ya ex ministro Miguel Boyer con Ruiz-Mateos en medio de una muchedumbre de periodistas. El empresario se acercó a Boyer y le espetó un puñetazo bastante sui generis. Mientras ejecutaba la agresión, dejó una frase para la historia: "¡Que te pego, leche!". Aunque la frase se instaló en la cultura popular desde el primer momento y que él mismo la repitió en múltiples ocasiones -incluso en un anuncio de televisión- aquí siempre hemos defendido que la frase real fue “¿(cómo ) que no te pego, leche?”, que tiene mucho más sentido.
Los años posteriores a la expropiación incluyen una huida a Alemania para eludir a la justicia española, más de una decena de entradas en prisión o la creación de un partido político llamado “Agrupación Ruiz-Mateos” con el que logró ser eurodiputado en 1989, entre otros. Poco a poco el escándalo se fue apaciguando, pero el empresario encontró nuevas formas de seguir formando parte de la actualidad y generando titulares. En este sentido, aprovechando la ley que obligó a los clubes de fútbol profesionales a transformarse en sociedades anónimas, Ruiz-Mateos adquirió la propiedad del Rayo Vallecano, donde su esposa, María Teresa Rivero Sánchez-Romate ejerció la presidencia. De esa etapa nos quedan algunos discursos memorables de la presidenta.
Esta es la segunda Rumasa, con marcas de prestigio como Clesa, Dhul, Elgorriaga o Trapa
Cuando parecía que la sociedad española había olvidado el asunto Rumasa, hacia 1996 apareció un nuevo imperio empresarial vinculado a la misma familia que llevaba el inequívoco nombre de Nueva Rumasa, en un intento de recuperar pasadas glorias. El nuevo conglomerado reunía a empresas de prestigio como Clesa, Dhul, Elgorriaga o Trapa. Esta vez el entramado duró bastante menos tiempo porque en 2011 todo se derrumbó como un castillo de naipes, esta vez atrapando a miles de inversores ingenuos que habían colocado sus ahorros en pagarés de la compañía, atraídos por la campaña publicitaria que la empresa hacía en televisión, donde ofrecían intereses muy por encima del mercado. La historia se repetía y la familia volvió a las portadas de la prensa. Cuatro años después, el fundador de la estirpe, José María Ruiz-Mateos, moría a la edad de 84 años.