Nuestro tejido empresarial se encuentra formado mayoritariamente por micropymes, pymes y autónomos. De forma mayoritaria, en nuestro país, quien paga más impuestos son precisamente las actividades económicas que se organizan con empresas de ese tamaño. Son quienes levantan la persiana todos los días y lo hacen para generar riqueza que revierte en toda la sociedad.
De modo general todas las empresas cuando nacen son pequeñas. Cuando comienza una actividad emprendedora es fruto de querer solucionar genuinamente y de forma innovadora y única, una necesidad no resuelta que se encuentra presente en el mercado, y que no están resolviendo las empresas existentes. Así, las empresas más innovadoras suelen ser las pequeñas. Es su motivo más poderoso para ser y evolucionar.
Las empresas pequeñas, además, para desplegar su actividad tienen recursos más escasos, por lo que suelen ser más eficientes en su utilización. Y al fin y al cabo la eficiencia bien entendida suele estar relacionada con la eficacia, porque no nos engañamos, sin dar de manera específica un servicio real a sus clientes, la empresa pequeña les acabará perdiendo más temprano que tarde. Así pues, las pequeñas empresas suelen ser más eficientes con sus recursos y más eficaces sirviendo a los clientes. Si alguna vez ha tenido ocasión de medir el tiempo perdido en reuniones interminables, sabrá que se trataba más bien de una organización grande, donde la estructura que se ha formalizado muchas veces tiene vida propia y necesita consumir tiempo para justificar su existencia , que no tiene en muchos casos ningún valor añadido.
Las empresas pequeñas acostumbran a ser más eficientes con sus recursos y más eficaces sirviendo a los clientes
Pero, además, las empresas pequeñas suelen ser más flexibles y resilientes. ¿Por qué? Porque tienen la capacidad, fruto de la mejor utilización de sus recursos y de su capacidad innovadora y de servicio, de adaptarse y hacerlo rápidamente y con flexibilidad. Carecen de estructuras formales difíciles de gestionar y pueden dar respuestas mucho más rápidas a ciertas necesidades cambiantes del entorno.
Así pues, las empresas pequeñas y los autónomos son las que deberíamos fomentar, ayudar y preservar desde cualquier ámbito. Desde nuestra conciencia de consumidores, desde la sociedad, desde los espacios institucionales como son las cámaras de comercio, desde las patronales, desde los departamentos de promoción económica, entre otros. Y hacerlo porque tienen el potencial de innovar, ser más eficientes y eficaces, más sostenibles, más resilientes, flexibles, más innovadoras y más orientadas a solucionar problemas reales de sus clientes. Y al fin y al cabo son las que más contribuyen con sus impuestos a la sociedad a la que sirven. Tienen mayor conciencia social.