Todavía me sorprende ver a mi hijo asistiendo a las clases matinales en remoto. Con sus compañeros, se conecta vía Google Hangouts con el libro de texto mientras sigue atento a la pantalla compartida con la lección. Lo hacen con el micro apagado —"muteado" dicen— y cuando alguien tiene una pregunta levanta la mano ante la cámara y espera hasta que la maestra le da la palabra. Entonces "desmutea" el micrófono e interviene en clase. Fue él quien me enseñó que la combinación para "mutear/desmutear" el micro es Cmd+D y la de activar/desactivar la cámara es Cmd+E.
Él es uno de los miles de estudiantes de las escuelas públicas de primaria que estos días han retomado las clases en confinamiento gracias a una mágica combinación de infraestructuras de telecomunicaciones como la fibra óptica, tecnologías antiguas como la radio del WiFi, habilidades digitales adquiridas, formación de profesorado y avanzadas plataformas tecnológicas como Google Classroom.
"No lo conseguiréis si queréis utilizar un buscador que no sea Google. El dilema es faustiano"
Un apunte sobre el Google Classroom. Hemos hablado mucho de los riesgos de que Google entre al aula y tenga acceso a datos tan valiosos como las del aprendizaje de nuestros niños (aunque agregadas) y que los encierre ya de muy pequeños dentro de un ecosistema tecnológico privado haciéndose imprescindible. El debate es necesario y a menudo nos pone ante un espejo negro, de Black Mirror. Si lo llevamos a la pasiva, pero, nos lleva a preguntarnos cómo lo harían ahora las escuelas para hacer las clases en remoto. De acuerdo que hay soluciones alternativas de código abierto pero ninguno con la facilidad, versatilidad y escalabilitat y la potencia de Google Classroom. Es el mismo caso que querer utilizar un buscador que no sea Google; no lo consigueréis, literalmente. El dilema es faustiano.
Quien no tiene ningún dilema faustiano es Alba y 27 estudiantes de su escuela. De hecho, no tienen ninguno. Alba es una maestra de una escuela de máxima complejidad de Hospitalet de Llobregat. De las 27 familias con las que se ha puesto en contacto para retomar las clases sólo tres familias tienen ordenador a casa. Un par o tres má disponen de mesita y el resto sólo pueden utilizar los móviles de los padres. Lo he leído en el diario ARA.
Estas sólo son 24 de las 55.000 familias que no tienen los recursos tecnológicos mínimos necesarios —dispositivos o conectividad— para que los niños puedan seguir las clases desde casa. El conseller Josep Bargalló se ha comprometido a hacerles llegar los aparatos necesarios del 100.000 con los que cuenta la Conselleria d'Educació para poder repartir. De repente nos hemos dado cuenta de que la famosa rendija digital la teníamos en el pupitre de al lado, y todo el mundo sabe que si una rendija no la arreglas con el tiempo se va haciendo más grande, y el tiempo tecnológico pasa más rápido.
"Que quién lo paga todo esto? Se me ocurre llamarle cheque bebé digital y cargarle la factura a Google. Más Fausto"
A falta de ver los resultados finales, celebro la rápida intervención de la Conselleria de Educació, pero humildemente les aconsejaría no dejar pasar la oportunidad para tapar la rendija actual, y si puede ser evitar que salgan más; que a ningún niño no le falte la infraestructura básica digital para el aprendizaje remoto, que cada curso tenga los recursos y la tecnología necesarios, que se adapte a las necesidades de su desarrollo. Que quién lo paga todo esto? Se me ocurre llamarle cheque bebé digital y cargarle la factura a Google. Más Fausto.