Cuando se implantó el carné de conducir por puntos hace 15 años, se hizo un primer intento de Alacarte. Ante el miedo de los restauradores a que se redujeran las ventas de bebidas alcohólicas, se creó una tecnología para rebajar el nivel de alcohol de productos como el vino. Sin tener todavía este nombre ni los mismos impulsores, el método no era satisfactorio y la calidad final bajaba. Hace un par de años, se hizo el segundo intento, que ha tenido como resultado Alacarte, una máquina que desalcoholiza el vino. Ahora, la startup está en proceso de cerrar una ronda de financiación de 5,5 millones de euros, que les tiene que permitir empezar una prueba piloto previa a salir al mercado el año que viene.
"Los conductores son sólo uno de los perfiles que contemplamos como posibles usuarios, junto con personas que quieren perder peso, mujeres embarazadas, trabajadores en comidas de trabajo, gente a quien no le gusta el vino tinto porque tiene más graduación...", explica Aleix Barandiaran, cofundador y CEO de Alacarte. Indica que el funcionamiento de la máquina es muy sencillo: hay un filtro que sólo deja pasar las partículas gaseosas -que contienen la mayor parte de alcohol- para separarlas de la bebida en sí. El consumidor puede elegir qué cantidad de alcohol quiere sacar e indicarlo en una pantalla táctil.
A pesar de que técnicamente es posible desalcoholizar el vino completamente, desde Alacarte sólo recomiendan hacerlo hasta un 60%, puesto que a partir de un 70% se empiezan a perder las propiedades beneficiosas del producto. A pesar de que "no es lo mismo el vino original que el procesado, no le añadimos nada", destaca Barandiaran. De este modo, ofrecen una opción que ya está cubierta, por ejemplo, en las cervezas -las 0,0%-.
Recomiendan reducir el alcohol un máximo de un 60%, puesto que a partir de un 70% se empiezan a perder las propiedades beneficiosas del producto
¿Un electrodoméstico más?
La tecnología también permite desalcoholizar cualquier tipo de licor. De hecho, "cuanto más alcohol tiene, mejor funciona". Pero los cinco socios fundadores quieren centrarse, de momento, en el vino: "Acabamos de empezar y no podemos abarcarlo todo; además, el mercado de bebidas con bajo contenido alcohólico, como el vino, está subiendo mucho", indica Barandiaran. El límite para Alacarte es el gas, puesto que la tecnología no funciona con bebidas que tienen, como la cerveza o el cava.
La máquina se dirige al sector horeca. "La experiencia de mis compañeros en restauración -algunos de los cuales en establecimientos con Estrella Michelin- nos abre muchas puertas", explica Barandiaran. Son Pere Castells, que trabajó durante más de 10 años al Bulli y está vinculado a la Fundació Alícia; Pere Planagumà, jefe de cocina del Celler de Can Roca durante cuatro años; Jordi Gámez (presidente de Alacarte), con un perfil más empresarial; y Jordi Millán, coctelero. La llegada a los restaurantes el año que viene no es el único reto de futuro.
El CEO de Alacarte no descarta buscar nuevos públicos: "Si me tuviera que arriesgar, diría que la máquina acabará siendo un electrodoméstico más en los hogares". Entre las opciones también hay venderla a los productores y ampliar la aplicación a los licores. El proyecto tiene vocación internacional desde el principio: Estados Unidos, Asia y el resto del Estado español son los principales mercados objetivo.
Un aumento de ventas
La prueba piloto de este año permitirá ver qué impacto provoca en los restaurantes el hecho de tener la máquina desalcoholizadora: "Quizás venden más vinos, quizás hay que aplicar mejoras...". Las conclusiones que extraigan se tendrán en cuenta a la hora de elaborar el plan de negocio. De momento, tienen dos máquinas, una más rápida y eficiente y otra más económica.
"Si me tuviera que arriesgar, diría que la máquina acabará siendo un electrodoméstico más en los hogares"
Todo esto también les puede ayudar a la hora de captar inversiones, a pesar de que Barandiaran asegura que no han tenido problemas de financiación. La ronda que están a punto de cerrar de 5,5 millones de euros se destinará a fabricar unas cuantas máquinas y comercializarlas para la prueba piloto. Los cambios que se puedan producir después de esto "vendrán de los usuarios".