Nunca había oído la expresión “bicho bola” hasta que hace unos años una buena amiga lo utilizó para describir cómo se sentía después del brusco y dramático ERE en el que se vio envuelta.
Durante los meses en los que mi amiga no levantaba cabeza, yo trataba de acompañarla, ayudarla, animarla, pero cuando me acercaba y apenas la rozaba con mis palabras de aliento, se encogía en sí misma, como un bicho bola. Por aquel entonces, yo empezaba mi aventura como freelance. Me había armado de valor para dejar de trabajar por cuenta ajena después de toda mi vida laboral siendo empleada y aunque la incertidumbre me ahogaba, ahora me doy cuenta de que lo afronté con valentía y tesón. Y no me avergüenzo de ponerlo por escrito. Creo que tenemos un serio problema de amor propio. Pero ese es otro tema.
En una situación donde la incertidumbre nos aplasta, como la que vivimos ahora, tenemos varias opciones: convertirnos en bicho bola o sacar lo mejor de nosotras mismas. Y no, no es un tópico barato de psicología positiva. Jaime Barba, CEO de Idrica y Chief Disruptive Digital Officer de GlobalOmnium me decía hace unas semanas –cuando ni habíamos oído hablar del coronavirus- que “es precisamente en los momentos de cambio cuando descubrimos nuevas habilidades y afloran talentos escondidos”. Obviamente, esto no es para todos y para muchas personas, leer este tipo de afirmaciones, se les hace bola. No es mi caso. Una de las cualidades de una emprendedora, de una freelance, es venirse arriba frente a la adversidad y saber gestionar la incertidumbre y aunque estoy igual de aterrada que todo el mundo, me posiciono del lado de quienes están dando lo mejor de sí mismos. Leo, busco, investigo, lanzo ideas, detallo propuestas para que mis clientes puedan seguir utilizando la comunicación digital con eficacia en este tiempo tan convulso.
Posiblemente pierda mis clientes de consultoría, porque si van a poner en marcha un ERTE inminente, casi seguro que van a prescindir de mis servicios, también. Y podría entrar en un bucle de pesimismo, miedo y parálisis. Pero me niego.
Igual que se niega Ganyet, que desde su agencia Mortensen y junto con Som Cultura ha lanzado la campaña #LlibreriesObertes para frenar la caída libre de las librerías. Ha conseguido que se sumen 100 librerías, con 6.500 libros y 450 editoriales. Y que compremos libros para recogerlos en las librerias cercanas cuando toda esta pesadilla pase.
Igual que se niegan cientos de ingenieros, médicos, makers y tecnólogos que han formado un improvisado grupo en las redes sociales llamado la Reesistencia Team y que está logrando, en tiempo récord, fabricar piezas hospitalarias indispensables para el funcionamiento de respiradors, dispositivo vital ahora mismo para la supervivencia de los casos más graves de coronavirus.
Igual que se niegan tantos y tantas entrenadoras personales –autónomos y autónomas en su mayoría- que aunque han perdido todos sus clientes, han convertido sus clases presenciales en clases gratis desde casa para quienes quieran hacer algo de ejercicio estos días de confinamiento.
Y profesores, y consultoras de finanzas, de asuntos laborales y fiscales, y médicos y farmacéuticas, que divulgan –y gratis-, en su escaso tiempo libre para que podamos resolver esas dudas que no nos dejan dormir desde hace muchas noches.
Me niego a ser bicho bola. Me niego a estar todo el día quejándome de los clientes que voy a perder, a lamentarme por estar encerrada. Me niego.
No te pido que hagas lo mismo, cada una lo vive como puede.