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Biocontrol, salud biológica para los cultivos

Esta espín-off de la UB utiliza un microorganismo para combatir las plagas a todo tipos de plantas sin usar productos químicos

Isabel Trillas es socia fundadora de Biocontrol Technologies
Isabel Trillas es socia fundadora de Biocontrol Technologies
Pau Garcia Fuster
03 de Marzo de 2017
Act. 06 de Marzo de 2017
Cada año se pierden entre el 20 y el 30% de las cosechas mundiales por problemas relacionados con hongos nocivos o bacterias. Tradicionalmente, estas enfermedades se han tratado con productos químicos, con el coste que esto supone para la misma planta y para la tierra donde se cultiva. "El químico es más rápido porque lo mata todo", reconoce Maria Isabel Trillas, doctora en Biología y profesora de la UB. Ella es una de las almas de Biocontrol Technologies, una espín-off de la misma UB que propone una solución biológica para el tratamiento de todas estas enfermedades del suelo y foliars de las plantas. Se trata de un microorganismo, un trichoderma, que con el producto T-34 Biocontrol protege la planta de los patógenos, también genera un efecto vacuna que activa sus mecanismos de defensa y la ayuda a absorber nutrientes haciendo que crezca más, esté más verde y haga los frutos más grandes.

A la práctica, los labradores y agricultores disponen de un producto en formado polvo, de apariencia similar a la harina, que se disuelve con agua y se aplica a través del riego. "Buscamos un producto con el cual el labrador no tuviera que cambiar su sistema de aplicación", justifica Trillas. Ya son presentes además de 20 estados de los Estados Unidos; y en Europa venden su producto en el Reino Unido, Irlanda, Hungría, Francia, Holanda, Bélgica, España y Portugal. También están en Egipto y pronto en Italia, Marruecos, Kènia o el Japón.

La quiniela por el valle de la muerte
Se puede decir que Biocontrol vive actualmente un momento dulce. Las ventas crecen y los mercados se amplían, pero para llegar hasta aquí el camino ha sido largo y difícil. Nova, a pesar de tener patentado el microorganismo desde el 2002 y creada la espín-off el 2004, las ventas no empezaron hasta el 2011. La explicación es que se trata de un mercado altamente regulado donde conseguir la aprobación requiere paciencia y recursos.

En Europa hay que demostrar en cada Estado que la materia es eficaz para cada planta y enfermedad, teniendo que presentar un gran número de estudios hechos sobre el terreno. En los Estados Unidos, pero, el proceso es algo más rápido porque se acepta como apoyo documental ensayos que se hayan echado del país.

Un golpe creada el espín-off, Trillas recuerda que "estuvimos cuatro años para hacer todas las pruebas: unos 150 estudios". Una documentación que ha costado años que sea evaluada y aceptada en un contexto donde las propuestas alejadas de los productos químicos apenas empezaban. A pesar de todo, entre 2007 y 2010 Biocontrol dispuso de un permiso provisional para vender en España como promotor de crecimiento, "hecho que nos ayudó a sobrevivir con las ventas pero también a coger experiencia sobre la respuesta del agricultor", valora Trillas.

Sea como fuere, Biocontrol tuvo el acierto de avanzarse a la voluntad de las instituciones europeas para reducir los pesticidas y crear nuevos productos. "Fuimos muy pioneros, con las ventajas e inconvenientes que esto implica", destaca la bióloga. Bruselas revisó y armonizar todos los productos del mercado, retirando el 74%. "Esto hace que muchos distribuidores se queden sin productos para vender", evidencia Trillas. En este contexto, grandes multinacionales químicas como Bayer se lanzaron a adquirir pequeñas empresas de productos biológicos, como hizo con Agraquest pagando 450 millones de dólares.

Este contexto es el que ha permitido a Biocontrol sobrevivir hasta tener el producto disponible al mercado. "Los distribuidores, al ver que las grandes multinacionales han empezado a apostar por eso y quedarse sin muchos productos con la nueva normativa, nos han dado dinero a fondo perdido para tener derechos de distribución", explica Isabel Trillas. Esto es el que los ha mantenido durante su particular 'dead valley'.

    
Con este producto los agricultores pueden cuidar los cultivos sin química. Lali Álvarez


"Al principio todo el mundopone dinero porque es biotecnología", recuerda Trillas sobre las primeras aportaciones privadas al proyecto, más allá de los fondos institucionales. "El problema viene cuando vas avanzando en el proceso. Si fueras una farmacéutica cada vez valdrías más; pero aquí entras al valle de la muerte. Los procesos se dilatan, Europa va lenta y la gente empieza a dudar si lo conseguirás".

Científicos emprendedores
"Un investigador normalmente hace una patente y lo libera. Pero nosotros nos fuimos animando viendo que funcionaba en todas partes", recuerda Trillas. Con las pruebas a los diferentes lugares iban viendo que "el producto da la cara en todas las situaciones y que vale la pena el esfuerzo". Al ser un producto de amplio espectro han tenido más trabajo, pero "ahora nos puede dar más ventas", confía.

Actualmente a Biocontroltrabajan cuatro personas además de los socios fundadores, que compaginan la tarea en la universidad con el crecimiento de la empresa. Trillas, que es finalista al pulse Mujer Innovadora 2017 de la Comisión Europea, asegura que han decidido centrarse a la parte donde pueden aportar más valor, el registro y el desarrollo; externalizando la fabricación y la distribución. "Pero algún día me gustaría mucho tener una fábrica", advierte.

Con las grandes multinacionales químicas comprando compañías de su perfil, Trillas asegura que "las propuestas que nos han hecho a nosotros, como que no eran tan millonarias, no valían la pena". Sea como fuere, deja claro que su objetivo es ser independientes porque "podemos hacer estrategias diferentes de las empresas químicas".