Ciencia y mercado, condenados a entenderse

Expertos en gestión de transferencia tecnológica debaten en València las dificultades de trasladar los resultados de la investigación científica al sector empresarial

Ciència y mercado, condenados a entenderse | iStock
Ciència y mercado, condenados a entenderse | iStock
Nieves Navarro | VIA Empresa
Exdirectora de VIA Empresa
València
07 de Enero de 2020

"Los investigadores necesitamos trasladar la tecnología al mercado" es la primera declaración que evidencia, con rotundidad, la situación de nuestros investigadores. Lo afirma José Luís García-Giménez, CEO de Epidisease, durante la mesa redonda de la jornada Ciencia y mercado, condenados a entenderse organizada por el Centro Europeo de empresas Innovadoras (CEEI) Valencia a la sede del CSIC Comunidad Valenciana. Él es la voz de los emprendedores también, puesto que desde el laboratorio ha viajado hacia la empresa dando forma a su proyecto investigador. De la mano lo ha acompañado la Universitat de València, centro al cual pertenece su spín-off. En la conversación también participa Montserrat Pons, jefa de sección de Innovación: Valorización y Emprendeduría de la Universitat de València (UV) – OTRI, quien explica que el gran problema de la transferencia tecnológica a la cual se enfrentan los centros es la comercialización de las patentes.

 

Las empresas no apuestan por la innovación?. "Muchas empresas no ven que la I+D les da más valor añadido porque el interlocutor no está en la misma onda. Y esta sí que es una crítica al sector empresarial", apunta María Jesús Añón, responsable de la Unidad de Transferencia del Conocimiento del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA) – OTRI. Según explica, el centro dispone de 45 investigadores en plantilla, a pesar de que acaba contratando entre 80 y un centenar de investigadores para poder llevar adelante todos los proyectos.

 

Añón: "Muchas empresas no ven que la I+D les da más valor añadido porque el interlocutor no está en la misma onda"

Y a todos ellos considera Añón que es necesario tenerlos cerca para hacer la transferencia más efectiva: "Necesitamos estar más cerca de ellos. Por ejemplo, argumenta que el IATA es un centro en el cual nos resulta más fácil colocar sus proyectos en el mercado porque su área de investigación pertenece al alimentario, el segundo sector productivo más relevante de la economía del País Valencià. En consecuencia, trabajan 60 proyectos con empresas y los ingresos del centro superan el millón de euros, apunta. "Todavía no tengo los datos de 2019 pero en 2018 hemos presentado 8 patentes, ha sido un buen año. Han salido cuatro empresas y tres de ellas están funcionando", añade.

La taula rodona en què ha participat García-Giménez | CEEI València

La mesa redonda | CEEI Valencia

Si Añón se considera crítica, no se queda muy lejos Fernando Conesa, director adjunto del Centro de Transferencia de Tecnología de la Universitat Politècnica de València (UPV) – OTRI: "Yo tengo tres problemas y uno es la defectuosa investigación pública, a la que en Francia tildan de rana porque es aplicada pero no aplicable", apunta. "Por qué pasa? -se pregunta Conesa- porque no se tienen buenos interlocutores en la industria. Otro problema es que el número de empresas con buen nivel es pequeño para el tamaño de nuestro país, por lo cual yo creo que tenemos que incorporar más titulados a nuestras empresas, sobre todo doctorados, que tengan experiencia en la gestión de los recursos humanos para generar nuevos tejidos", argumenta Conesa. El tercer problema, o la tercera necesidad que acusa Conesa, es que en el País Valencià carece de una gran empresa multinacional. "Nos iría bien traer aquí alguna empresa tractora como fue Ford en los años 70 y 80 para nuestra industria. Si viniera un Google, por ejemplo, sería tractor pero nosotros no podemos con nuestro propio esfuerzo, es imposible", pronostica destalendo.

Conesa: "Un problema que tenemos es que el número de empresas con buen nivel es pequeño para el tamaño de nuestro país"

Igual que asiente el resto de integrantes de la mesa a las declaraciones de Conesa, García-Giménez dice también la suya y recuerda que toda "spin-off necesita un CFO y que se les dote de recursos. La investigación tiene que ser transferible y no translacional, sobre todo es imprescindible para que este sea un país de emprendedores".

La financiación es el problema recurrente de la emprendeduría. Pedro de Álava, Senior Fund Manager de Tech Transfer Agrifood Fund es consciente, puesto que trabaja invirtiendo en un fondo de inversión que busca proyectos interesantes. "Cuando inviertes en CRLs muy bajos, tienes un riesgo pero es que la ciencia, la innovación está ahí. Se tiene que apostar", opina De Álava, que colabora con la pública UPV y la privada Universidad de Navarra. Con su experiencia, es partidario de hacerlo a la inversa, razón por la cual lanzó un fondo de prueba de concepto de demanda: "Le pregunté a la industria alimentaria qué necesita y a partir de las necesidades que esta tiene, con ese modelo, tengo 50 millones de euros lanzados en proyectos", cifra.

La línea de trabajo de este fondo es el que reclama Conesa para resto del sector empresarial, puesto que explica que "necesitamos más Venture Builder, más capital riesgo en las capas iniciales de la investigación". "Y estrategias claras", anota Añón. "Más claridad al mensaje", se suma De Álava. Referencias? Es interesante el modelo que cita Montserrat Pons, que asume que "el modelo israelí nos lleva suficiente ventaja. De hecho, la Universitat de València tiene su patente más rentable en un proyecto del que comparte titularidad con una universidad israelí, un proyecto que proviene del 2004. En aquella época aquí todavía no habían spin-offs, que empezaron a surgir entre 2005 y 2006. Tenemos mucho a mejorar".

Del genérico al concreto. Volvemos a escuchar la voz de los emprendedores, la queja común, porque García-Giménez sabe de lo que habla: ha generado unas cuántas patentes, trabaja con tecnologías disruptivas y comparte trabajo con cinco personas, el 80% de ellas doctores en sus campos, que alegen necesitar continuamente el proceso investigador. "Es esencial que haya una figura que ayude a las startups en su primer año, en el segundo... un Business Developer que coja los proyectos que están desarrollándose, con conocimientos del plan financiero, del marco regulador... Todo esto aceleraría el desarrollo del producto y daría salida al mercado". Ciencia y mercado, ya decían, están condenados a ser amigas.