Pasados seis días de confinamiento y sin haber cerrado la agencia, ya podemos decir que aquello que tendríamos más tiempo para leer, hacer macramé y jugar a la morcilla virtual era sólo un buen deseo. Hemos descubierto que trabajar en remoto es muy exigente, que las reuniones en videoconferencia resuelven algunos problemas y plantean otros y que el tiempo pasa demasiado rápido.
"Hemos descubierto que trabajar en remoto es muy exigente, que las reuniones en videoconferencia resuelven algunos problemas y plantean otros y que el tiempo pasa demasiado rápido"
Me he dedicado a preguntar por la experiencia a las docenas de interlocutores que he tenido por videoconferencia esta semana. Todos han coincidido en dos aspectos: se trabaja mucho más y el tiempo pasa más rápido. Parece un contrasentido pero no lo es.
El trabajo no es sólo trabajar, es una red social (no digital), es un lugar de intercambio de conocimiento (no necesariamente de trabajo) y también es (era) un lugar de contactos (ahora lo han superado las apps). Si al trabajo le quitamos todo el componente social es obvio, a la fuerza, que el tiempo dedicado a trabajar se estira.
Es precisamente por eso que hacer una videoconferencia es mucho más agotador que la comunicación interpersonal presencial: toda la interacción social tiene que pasar necesariamente por una superficie rectangular bidimensional, que requiere toda nuestra atención para mirar de captar todas las sutilezas de la información no verbal que ineludiblemente se pierden entre los bits.
"El trabajo no es sólo trabajar, es una red social (no digital), es un lugar de intercambio de conocimiento (no necesariamente de trabajo) y también es (era) un lugar de contactos (ahora lo han superado las apps)"
Y en estas condiciones el tiempo pasa más rápido. Levantar la cabeza y preguntar auna compañera de trabajo si ya ha enviado un correo mientras hacemos otra cosa, se convierte ahora en un correo o un mensaje en un chat con la correspondiente interrupción del trabajo en curso, que tiene su réplica cuando recibimos la respuesta. Es lo mismo que nos pasa cuando trabajamos y tenemos las notificaciones de Twitter activadas en el ordenador. La multitasca no existe, son los padres.
El neurólogo cognitivo Paul W. Burgess distingue entre dos tipos de multitasca: lo que nos permite hacer dos cosas a la vez (conducir y hablar) y lo que hacemos cuando alternamos de manera seguida varias tareas (responder correos o chatear mientras programamos). En el primer caso las tareas son simultáneas, en el segundo pasamos de la una a la otra con más o menos eficiencia. El problema no es sólo por la productividad sino por la salud mental de quien abusa. Guardaos también del virus de la multitasca.