Hace un par de años, en una empresa industrial, tuve la oportunidad de conocer a un líder que parecía haber nacido con una habilidad natural para manejar las emociones de su equipo. Su nombre era Carlos, recién ascendido a vicepresidente de una unidad de negocio. Su oficina era una representación de su enfoque hacia el liderazgo: plantas verdes llenaban el espacio, libros sobre aprendizaje descansaban en las estanterías, y una gran pizarra de tres metros de altura albergaba frases motivadoras bajo el lema "El listón bien alto". Sin embargo, lo que realmente destacaba en Carlos no era su oficina, sino su extraordinaria capacidad para el liderazgo emocional.
Un día, durante una reunión crucial sobre la estrategia para abrir un nuevo canal de ventas que requería transformar varios procesos dentro de la empresa, y que contaba con la participación de todas las áreas y varios stakeholders clave, el ambiente estaba cargado de tensión. El proyecto sufría retrasos importantes, y el estrés se manifestaba en cada rincón de la sala; incluso se respiraba la toxicidad de algunos participantes. Sin embargo, Carlos, en su nuevo rol como vicepresidente, mantenía una calma serena. En medio de ese caos, se levantó, se dirigió a la pizarra y escribió: "La empatía es la clave para el éxito".
Tras escribir esas palabras, Carlos compartió dos historias que capturaron nuestra atención.
La primera historia trataba de su primer trabajo como programador. Un error grave que cometió afectó a todo su equipo. En lugar de recibir reproches, su jefe lo escuchó atentamente, lo apoyó y le ofreció la oportunidad de aprender de su error. Esta experiencia le enseñó que el apoyo emocional, en lugar de la crítica, puede transformar un entorno adverso en un terreno fértil para el desarrollo.
En medio de ese caos, se levantó, se dirigió a la pizarra y escribió: "La empatía es la clave para el éxito"
La segunda historia era sobre Martín, su manager en otra empresa. Martín, director de producción, tenía una visión rígida sobre cómo debía trabajar su equipo. Se consideraba a sí mismo el estándar para todos; si él podía hacer algo, esperaba que los demás también pudieran hacerlo. Los colaboradores que no alcanzaban sus expectativas eran tachados de "ineficientes" o "poco comprometidos". Este enfoque creaba un ambiente de trabajo tóxico, donde la motivación y la creatividad desaparecían rápidamente, a pesar de los éxitos individuales de Martín.
Lecciones de liderazgo emocional
Las historias que Carlos compartió durante aquella tensa reunión nos brindaron dos visiones opuestas del liderazgo. Ambas ilustraban el impacto profundo que un líder puede tener en su equipo, para bien o para mal.
Por un lado, Martín lideraba desde un pedestal de ego, imponiendo sus propios estándares sin considerar las diferencias individuales de sus colaboradores. Su falta de empatía y su enfoque inflexible crearon un entorno negativo que, con el tiempo, afectó la productividad y redujo la competitividad en el mercado. A pesar de su éxito personal a corto plazo, respaldado por algunas áreas de la empresa, su incapacidad para conectar emocionalmente con su equipo socavaba su verdadera eficacia como líder.
Su falta de empatía y su enfoque inflexible crearon un entorno negativo que, con el tiempo, afectó la productividad y redujo la competitividad en el mercado
En contraste, Carlos se destacaba por su habilidad para manejar las emociones del equipo y promover la empatía. Durante momentos de tensión, no imponía su visión. En lugar de eso, calmaba los ánimos y recordaba la importancia de entender las emociones de los demás y trabajar en equipo. Nos mostró que el liderazgo emocional no es algo con lo que se nace; es una habilidad que se desarrolla con la experiencia y la educación.
La diferencia entre ambos líderes estaba clara: mientras Martín medía el éxito según su propio rendimiento y bajo sus propias reglas, Carlos comprendía que la verdadera clave estaba en la conexión emocional con su equipo y con los stakeholders. Ambos casos nos enseñan que el liderazgo efectivo no se trata de imponer, sino de comprender, inspirar y practicar la empatía.
Buenas prácticas de liderazgo emocional
A lo largo de su etapa como vicepresidente, Carlos compartió una serie de buenas prácticas que pueden servir como ejemplo de un liderazgo más empático y eficaz:
Manejo de conflictos internos: Cuando surgían tensiones o desacuerdos en el equipo, Carlos organizaba reuniones individuales o en grupo, escuchando cada versión y validando las emociones de todos los involucrados. Buscaba soluciones colaborativas y solía decir: "No se trata de ganar o perder, sino de encontrar un terreno común". Si la toxicidad persistía, aplicaba una intervención precisa que beneficiaba a ambas partes.
El liderazgo emocional no es algo con lo que se nace; es una habilidad que se desarrolla con la experiencia y la educación
Retroalimentación constructiva: Carlos era un maestro en dar "feedback". En lugar de criticar, se centraba en el crecimiento. Si alguien cometía un error, preguntaba: "¿Qué aprendiste de esto?". Animaba a su equipo a ver los errores como oportunidades para mejorar.
Gestión de la presión: En momentos de alta presión, Carlos mantenía la calma. Se aseguraba de que todos en el equipo se sintieran escuchados y apoyados. "La presión no es un enemigo, sino un desafío. Juntos, podemos superarlo", solía decir.
Celebración de logros: Carlos no solo se enfocaba en resolver problemas, también reconocía los éxitos, ya fueran grandes o pequeños. Organizaba almuerzos, salidas o sesiones de “team building” para celebrar los esfuerzos del equipo. “La gratitud es una emoción poderosa”, repetía con frecuencia.
Conclusión
La historia de Carlos nos deja una lección clara: el verdadero liderazgo no consiste en medir a los demás con nuestra propia vara, sino en empatizar con las personas que lideramos. A través de su liderazgo emocional, Carlos demostró cómo un enfoque centrado en la comprensión, la colaboración y el crecimiento puede transformar el ambiente de trabajo y aumentar la productividad.
Este artículo es parte de la serie Food for Thought, que tiene como misión despertar tu interés en cómo hacer algo diferente. Exploraremos enfoques innovadores y cómo la combinación de talento, creatividad y liderazgo emocional puede convertir ideas en realidades exitosas. ¡Alimento para la reflexión!