(Continuación del artículo del pasado miércoles La suma de inteligencias (Y)).
Hace sólo tres días del último artículo donde escribía sobre la necesidad de sumar la "y" de inteligencia artificial a la "y" de la inteligencia natural de los humanos. Una eternidad. La inteligencia artificial se ha convertido en una palabra comodín que sirve tanto para referirse a arcanos algoritmos y formulaciones matemáticas comprensibles sólo para unos cuántos, como para gancho de marketing a la hora de etiquetar productos de gran consumo. Debe de ser por eso, porque todo el mundo entiende lo que quiere, que nos fascina tanto.
La prueba de nuevo de la fascinación popular por la IA es la gran cantidad de titulares que genera. Una búsqueda combinada en catalán, castellano e inglés da cerca de mil millones de resultados en Google. Y el interés va al alza especialmente en tiempo de pandemia: la evolución de Google Trends muestra que sólo hace 3 años las búsquedas de Google eran exactamente la mitad de las actuales.
Otro indicativo del interés del público general en la IA es Netflix. Netflix conoce mejor que nadie su audiencia gracias a la gran cantidad de datos de visionado que extrae de los patrones de consumo de sus 182 millones de usuarios; Netflix lo mira tanto a usted cómo usted a él. Si Netflix decide programar películas como Matrix, Ex-Machina, IA y Eva es porque sabe de antemano que tienen una audiencia.
"Si Netflix decide programar películas como Matrix, Ex-Machina, IA y Eva es porque sabe de antemano que tienen una audiencia"
Todavía más cuando se decide a producir un documental sobre el partido de Go que enfrentó el campeón del mundo, el coreano Lee Sedol, con el sistema de IA AlphaGo de la empresa británica Deep Mind, ahora propiedad de Google. Si no la habéis visto todavía os lo recomiendo, por todas las implicaciones que tiene y las preguntas que nos plantea, y por el valor cinemático de los momentos dramáticos del enfrentamiento hombre-máquina, rodados en directo cuando se producía el partido. Lo podéis ver gratis en el canal de Youtube de Deep Mind.
Desde que el ordenador Deep Blue de IBM derrotó el gran maestro y campeón de ajedrez Gary Kaspàrov ha llovido mucho. Aquel programa que en 1997 requería un superordenador y una pandilla de ingenieros detrás ajustando los parámetros partida a partida, ahora lo podéis llevar en el bolsillo gratis bajándoos el programa Stockfish de ajedrez, y como aquel Deep Blue es capaz de derrotar un gran maestro.
Hace quince días se celebró en confinamiento el Eurovision de la IA, donde trece equipos de países europeos —¡incluida Australia!— competían por encontrar el tema eurovisivo por excelencia, pero no tenía que estar compuesto por humanos sino que tenía que ser generado con técnicas de IA. Ganó Australia con el tema Beautiful the World(era mi preferido) generado en base a muestras de audios de animales autóctonos del subcontinente.
Este interés popular que mencionaba hizo que muchos medios generalistas se hicieran eco: radios, teles, digitales y obviamente redes sociales hablaron. La noticia era indefectiblemente que "una IA" (sic) componía tan bien (o tan mal) como los humanos, que estaría en disposición de participar en el certamen de Eurovisión y que músicos, compositores e intérpretes ya podían ir pensando porque a partir de ahora los algoritmos les dejarían sin trabajo. Un tema recurrente cuando hablamos de IA, de robótica y de automatización.
Pero si rascamos un poco veremos que esto no es así. Que el grupo australiano ganador Uncanny Valley está compuesto por ingenieros, matemáticos, programadores pero también por músicos, compositores e intérpretes, que fueron quienes se encontraron, seleccionaron los sonidos de animales, quienes filtraron los datos por sus algoritmos de aprendizaje e hicieron el montaje del tema. En definitiva, el tema final no lo ha compuesto e interpretado una inteligencia artificial (sic) sino la suma de la inteligencia artificial y muchas inteligencias humanas. Pensadlo cuando veáis el documental AlphaGo.