Decíamos hace unos días que queríamos hablar de incentivos. Pero los recientes acontecimientos hacen que sea casi un deber hablar no tanto de los incentivos como de los no-incentivos. O, dicho de otro modo, de unos incentivos que son en este caso de carácter no económico. Como veremos en muchos casos son los más importantes, sin los cuales los sistemas no funcionan.
"Todo el mundo ha quedado admirado y agradecido, incluso con aplausos en los balcones al atardecer, de cómo se ha comportado el colectivo sanitario"
Todo el mundo ha quedado admirado y agradecido, incluso con aplausos en los balcones al atardecer, de cómo se ha comportado el colectivo sanitario. En Catalunya, en España, y en todas partes, pero fijémonos más que nada en nuestra casa. Es evidente que todo el colectivo sanitario, médicos, enfermeros, auxiliares, etc. está poniendo en todo ello más horas que un reloj, haciendo esfuerzos sobrehumanos en situaciones críticas y con carencia de medios: no había suficiente de nada, empezando por habitaciones y continuando por cualquier otra cosa. Y lo han hecho. Incluso personas jubiladas se han reincorporado. Perteneciendo estas últimas a un grupo de de alto riesgo.
¿Y por qué lo han hecho? ¿Por un incentivo económico? Con toda probabilidad se ofenderían si les dijéramos esto. E incluso, quizás si los hubieran ofrecido este incentivo económico, habría habido que no lo habrían hecho, o les hubiera costado más hacerlo. Hay ejemplos clásicos en el pasado de que, en determinadas situaciones, los incentivos económicos han tenido el efecto opuesto al que se pretendía que tuvieran. Las personas se ofenden cuando los ven con estos ojos. No queremos decir que las personas no quieran dinero a cambio de trabajo, pero la realidad es que no hacen el trabajo sólo por dinero, y más en situaciones especiales donde su trabajo es necesario y la compensación que reciben está por encima de esto, muy por encima.
Los sistemas de incentivos económicos diseñados para empujar a las personas a tener un comportamiento determinado, minan la capacidad de estas personas de tener una voluntad moral. Alguien les está diciendo qué es bueno y qué es malo: es bueno aquello que se paga y no lo es aquello que no se paga. Y no sólo se lo dice, ¡sino que les empuja a que lo piensen así siempre! Y en esta trampa cualquiera puede caer, el dinero nos gustan a todos. Y esto no es malo per se. Pero tenemos que querer elegir las opciones que nos ayudan a ser mejores y a sentirnos bien con nosotros mismos. A menudo bajo estos sistemas de incentivos económicos, personas que no eran mercenarios se pueden convertir.
Pero ante el coronavirus no se necesitan mercenarios. Se necesitan personas que quieran hacer bien su trabajo. Que se sientan orgullosos de trabajar bien. Que, obviamente, para un sanitario, quiere decir dar un servicio bueno a un enfermo que lo necesita, el servicio a él. Que resuelva el problema del enfermo en la medida que pueda y no que se oriente a hacer subir no sé qué c(!) de KPI .
"La colaboración va más allá de la parte monetaria, que es importante, y pasa a ser la genuina preocupación de hacer las cosas bien, para ayudar a los otros, porque esto nos hace sentir útiles y bien"
Afortunadamente, mirando esta crisis, estamos contentos de ver a los sanitarios comportándose así, y es esto lo que estamos teniendo. La inmensa mayoría de nuestros sanitarios son así. Y se les reconocemos cada anochecer. Todo el mundo se ha dado cuenta. También son así la inmensa mayoría de las personas en su trabajo, a pesar de que, para muchos de nosotros, el trabajo que hacemos no tiene el componente de vida o muerte que tiene la de los sanitarios. Pero estos días, se observa que la colaboración va más allá de la parte monetaria, que es importante, y pasa a ser la genuina preocupación de hacer las cosas bien, para ayudar a los otros, porque esto nos hace sentir útiles y bien.
De hecho, la mayor parte de nuestras actividades profesionales dan un servicio a los otros. Tienen sentido en la medida en que lo hacen. Si no lo hacen nunca, quizás tendríamos que pensar en cambiar de trabajo. Si no lo hacen nunca y sólo sirven para que alguien gane dinero, tenemos un trabajo parásito. Y si el trabajo tiene sentido, pero nos ponen incentivos materiales, la dirección que les pone está creando parásitos. Peores que los de la película. Y estos sólo hacen que corrompernos. Por suerte, esta crisis está demostrando que la mayoría de los profesionales no nos estamos dejando corromper y valoramos a quiénes tampoco se dejan. Las crisis tienen esta parte buena de reconciliarnos con la parte más auténtica de las personas. Y en nuestro caso, que siempre hemos predicado que los incentivos no funcionan para motivar, nos hacen seguir indicando que es así.