Las farmacias colgaron el cartel de "mascarillas agotadas" pocos días después de que llegaran los primeros casos de coronavirus al Estado español. Pese a los avisos de las autoridades sanitarias sobre que la población sana y fuera de los colectivos vulnerables a la pandemia no hacía falta que utilizaran mascarillas, las ventas de este producto crecieron un 10.000% en comparación al año pasado, según datos de Fedifar (la Federación de Distribuidores Farmacéuticos). Pero no es el único artículo que va buscado en tiempo de confinamiento y saturación de los centros sanitarios. Ante la escasez, producción. La impresión3D se ha puesto al servicio de la medicina en la fabricación de ciertos objetos que pueden ser útiles para hacer frente a la enfermedad.
Particulares desde casa y compañías especializadas producen mascarillas, pero también respiraderos, viseras y otras piezas. Estas dos líneas de actuación son completamente independientes y se organizan de manera separada, con iniciativas puntuales o bien con una actividad más continuada. El objetivo, sin embargo, es el mismo: proporcionar a los hospitales y centros sanitarios el material más necesario y escaso ante el alud de ingresos y consultas por la covid-19.
Entre los proyectos que han surgido desde el ámbito empresarial destacan el hub creado por el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona con el centro tecnológico Leitat y Seat, o la cesión de una sesentena de impresoras por parte de la empresa especializada BCN3D. "El cierre de empresas y fronteras dificulta el abastecimiento de ciertos productos sanitarios y, ante esto, han surgido una serie de iniciativas en el ámbito de la impresión 3D", indica Sergio Morales Planas, profesor de la UOC y experto en esta área en Fluidra.
Mientras que la primera iniciativa se centra en producir respiraderos, la segunda dedica los esfuerzos a fabricar viseras. Leitat ha diseñado el prototipo de respiradero, que las impresoras 3D industriales producirán a un ritmo de entre 50 y 100 unidades diarias esta semana. La capacidad de producción de viseras por parte de BCN3D -que tiene impresoras 3D de escritorio- es de unas 300 en tres o cuatro días. "El Hospital de Sant Joan de Déu y el Germans Trias i Pujol de Badalona se han mostrado interesados en nuestra iniciativa y están en proceso de validar los modelos que les hemos hecho llegar", explica David Martínez, responsable de prensa de BCN3D.
La empresa de Castelldefels puso a disposición de la Generalitat de manera desinteresada y gratuita 63 impresoras 3D, pero, a día de hoy, todavía no ha recibido ninguna petición para utilizarlas. Es por eso que decidieron contactar directamente con los centros sanitarios y ofrecerles las viseras. "Imprimimos la parte fija y hemos comprado pantallas de metacrilato para montarlas en nuestras instalaciones", relata Martínez. Entre estos proyectos por vía privada y los makers -los particulares que tienen una impresora 3D en casa-, "hay todo un ecosistema detrás", dice Morales.
El objetivo de empresas y 'makers' es el mismo: proporcionar a los hospitales el material más necesario y escaso ante el alud de ingresos y consultas por la covid-19
Más de 10.000 'makers'
"Cuando el material sanitario empezó a escasear, algunos movimientos dentro de la comunidad maker me llamaban la atención, y me he decidido a imprimir en el momento en el que me ha surgido la oportunidad real de aportar mi granito de arena". Juan García es uno de los ciudadanos que tiene una impresora tres dimensiones en casa y la ha puesto al servicio de la salud. "Hice algunas pruebas de mascarillas a nivel personal, pero cuando me he añadido al grupo de makers nos han pedido que fabriquemos viseras", explica. Programador informático de profesión, de momento ha imprimido seis y pronto solicitará hacer la primera entrega.
Varios grupos de Telegram son la vía de comunicación que permite organizar la red de producción casera. García afirma que el número de personas que participan en su canal es superior a 2.000 y que "esto hace que la iniciativa funcione y salgan los números". De hecho, fabricar la parte de plástico de una visera puede suponer tres horas de impresión, en función del modelo de máquina y los ajustes, explica García. Fue un amigo quien le sugirió que participara en el proyecto y lo introdujo en el grupo de Telegram después de ver una publicación en Instagram sobre las mascarillas que había hecho a título personal.
Cuando un miembro del grupo ha acumulado cinco o más viseras, puede solicitar -por el propio canal de Telegram- que se las pasen a recoger en casa. Los makers se han organizado por áreas: García forma parte de la de Barcelona, pero existen en todo el Estado. Las entregas se hacen, entre otros, al Hospital Clínic y al de Bellvitge. En su página web, Coronavirus Makers, explican que hay casi 11.000 personas involucradas en el movimiento en todo el mundo.
Los materiales adecuados
¿Cualquier persona puede fabricar productos sanitarios? Si se tienen las herramientas necesarias, sí. Lo único imprescindible, apuntan Morales y Martínez, es seguir las instrucciones y, sobre todo, atender a las necesidades de los hospitales. De hecho, a ambos les preocupa que los makers no tengan en cuenta que el material tiene que ser homologable: "Todo el mundo puede imprimir, pero no quiere decir que después se pueda utilizar", según Morales. La calidad y los materiales son los dos factores que pueden obligar a descartar productos ya fabricados.
La calidad y los materiales homologables son los dos factores que pueden obligar a descartar productos ya fabricados
En el caso de las viseras, explica Morales, tienen que estar hechas de un material que se pueda esterilizar: "Lo que pasa a veces es que hacemos piezas sin tener los conocimientos necesarios". Pero Juan García está al corriente de cuáles son los materiales que se pueden utilizar. Indica que "los administradores del grupo [de Telegram] han hablado con los hospitales y parece que no tienen problema con el PLA o el ABS, que son los polímeros que utilizamos para imprimir las viseras".
Desde BCN10, de hecho, optaron por este producto porque "los respiraderos y las mascarillas son mucho más complicados, necesitan muchas más homologaciones". Y es que el primer producto está en contacto con las vías respiratorias de las personas y, el segundo, con la cara. Aunque escasean, todos coinciden en que es mejor dejar este material más complejo a los profesionales.
Otras aplicaciones
Así pues, para ser un maker sólo se necesita una impresora 3D -según el modelo, con menos de 600 euros es suficiente para comprar una- y el material -unos 30 euros el kilo-. Al pack para principiantes se tiene que añadir una pieza virtual, los modelos de las cuales se pueden encontrar en internet. Se introducen los parámetros en el software y ya se puede empezar a imprimir. "Hay un modelo de mascarilla que ha tenido más de 300.000 descargas", explica Morales.
Pero el vínculo entre la impresión 3D y la medicina no es nuevo. Martínez explica que "hace cuatro o cinco años que las impresoras han entrado en los hospitales españoles y se han convertido en una herramienta esencial". De hecho, BCN3D colabora con el Hospital Sant Joan de Déu. Entre otras cosas, sus impresoras 3D fabrican prototipos que simulan un órgano real para estudiar una operación antes de hacer la cirugía de verdad.
Otra posible aplicación de esta tecnología en la crisis del coronavirus sería la impresión de comida. A pesar de que este ámbito todavía es muy incipiente, Morales asegura que hay algunas empresas en Catalunya que se dedican a ello. "Sobre todo se fabrican alimentos que no existen en la realidad", indica. Pero para que esta posibilidad llegue a los hogares y los makers la puedan hacer suya, todavía falta.