Nuestros bisabuelos hicieron la revolución industrial y transformaron el país; sin embargo parece que nosotros ni hemos sido capaces de hacer la revolución digital ni siquiera de adaptarnos a ella demasiado bien.
¿Qué hacer?
Siempre que hablamos de una política de innovación, inmediatamente aparece el "cuánto". España dedica alrededor de un 1% del PIB a la I+D+i y los países más avanzados o las recomendaciones de Europa nos instan a triplicarlo (x3). Es más, según los índices, países como Grecia o Portugal nos han pasado por delante. También se habla mucho del "qué". Hay que reindustrializar el país, hay que ser líderes en investigación, hay que hacer transferencia, transformar la investigación en innovación, hay ...
Desgraciadamente se habla muy poco del "cómo". Si queremos hacer algo, el "cuánto" es importante, el "qué" también, pero el "cómo" es fundamental. Es una obviedad pero seguro que todos estaremos de acuerdo que nuestros problemas en innovación van más allá del porcentaje de inversión pública en I+D+i. Si de repente, con una varita mágica invirtiéramos 3x, seguro que algunos problemas se solucionarían, pero seguramente no seríamos el país líder en innovación al que aspiramos.
¿Qué es la innovación?
Muy a menudo cuando pensamos en innovación pensamos en crear algo nuevo. Cierto es, que “lo nuevo” es un elemento fundamental en la innovación. Ahora bien, la innovación no es ni investigación ni invención. La investigación científica es un componente fundamental de la humanidad y, en la medida en que dé lugar a algo nuevo y esto sea adoptado, será una innovación. Ahora bien, la investigación científica es importante en sí misma, dé lugar o no a una innovación. Hay dos elementos que caracterizan las innovaciones que a menudo no son suficientemente valorados: la difusión y la adopción. Una innovación es una invención adoptada por los usuarios. Michael Scharge del MIT, lo expresa de una manera muy poética y al mismo tiempo muy real: “Innovation is not what innovators do but what customers adopt”. Michael Schrage – MIT Media Lab
"Cierto es que la novedad es un elemento fundamental en la innovación. Ahora bien, la innovación no es ni investigación ni invención"
En la medida en que esta innovación es adoptada se recombina, se combina con otras, y da lugar a otras innovaciones inéditas hasta ese momento. Así es como han nacido cosas como la uberización, las plataformas o los vehículos híbridos, etc ... Desarrollando una nueva propuesta, difundiéndola y adoptándola, y durante todo este proceso recombinándola con lo que ya existía, dando lugar a nuevas propuestas que quizás no están demasiado lejos de la primera pero que no son una copia de ésta.
Es decir, si pensamos en una política de innovación, debemos pensar en mucho más que en inventar y transferir. De hecho, lo fundamental es la adopción y asegurar la recombinación durante todo el proceso.
¿Por qué necesitamos una política de innovación?
Todas las sociedades comienzan compitiendo con los costes de los factores: mano de obra barata en relación con su calificación, materias primas, etc. ¿Es esta manera de competir sostenible? Bueno, si se tiene éxito, todos ganaremos más y el coste de los factores se encarecerá, finalmente llegaremos al punto en el que ya no seremos competitivos en coste. Esta es la historia de la España de la posguerra, de China y de tantos otros países.
El siguiente paso es incrementar la productividad mediante tecnología. Para eso necesitamos países más sofisticados, ingenieros, una industria financiera sofisticada e I+D que mejore esta productividad constantemente. Ahora bien, hay muchos países que compiten en productividad, tienen todo esto y lo hacen bien. La globalización, el outsourcing, todo eso te hace menos competitivo.
Sólo hay una solución, no se trata de hacer lo mismo de una manera más eficiente, porque son muchos los países/organizaciones capaces de hacer eso, se trata de hacer cosas diferentes, cosas que los demás no hagan.
Esta es la razón por la que hoy, necesitamos competir con innovación. Pero no con el tipo de innovación que mejora la productividad, que también, sino especialmente con lo que nos permite hacer cosas diferentes. Os preguntaréis ¿por qué?
"Tenemos que competir con un tipo de innovación que mejore la productividad pero que especialmente nos permita hacer cosas diferentes"
La respuesta es simple. Si haces cosas diferentes, creas un monopolio temporal - hasta que otros las hagan - y esto te permitirá fijar precio (hasta unos límites, claro), ¡el sueño de toda empresa!
Si compites con los costes o con productividad tendrás muchos competidores y tus márgenes serán pequeños, difícilmente podrás de esta manera conseguir el país al que aspiras. En el siglo XXI la innovación es fundamental, ya sea para seguir compitiendo en productividad ya sea para competir con innovación.
Los problemas de las políticas de Innovación
Ahora bien, ¿cómo se compite con innovación? Una manera es lo que se denomina "picking winners" o "national champions", se trata de invertir mucho en una empresa(s), normalmente con una alta participación estatal y crear de esta forma una organización capaz de competir con el resto. En algunos casos ha triunfado, como Airbus, en mercados donde el acceso es muy restringido debido a las grandes inversiones que se requieren y donde se puede crear una demanda inicial. Ahora bien, cada vez que escogemos ganadores creamos organizaciones menos competitivas y, por tanto, destinadas a fracasar en si el entorno es altamente competitivo (sino no, si son pocas las empresas que compiten, entonces tiene posibilidades de éxito).
Un segundo problema bastante común es creer que un país es una empresa y por lo tanto que lo que hay que hacer es poner un proyecto de innovación a nivel de país. Si esto funcionara, la Unión Soviética con sus planes quinquenales, o cualquiera de sus satélites, ahora dominaría el mundo. La innovación es básicamente incertidumbre y por tanto requiere que muchos - y no unos pocos - busquen al mismo tiempo, soluciones que tal vez no nos parecen nada acertadas, y que sean los ciudadanos o las empresas los que las seleccionen, adoptando o no estas propuestas. Nada de esto se puede transformar con un plan. Los planes funcionan bien en la innovación incremental, las mejoras, donde la incertidumbre es baja.
Finalmente, un punto capital. ¡No todas las innovaciones tienen el mismo valor!
Esto es así porque las innovaciones tienen un potencial de recombinación diferente. Tenemos tecnologías que llamamos universales porque son capaces de transformarlo todo. Entre ellas hemos tenido la electricidad, el motor de combustión, ... y ahora las tecnologías web, el software, la I.A., el Machine Learning, el Cloud y también modelos como las plataformas o modelos web. Hoy en día las mejoras en sectores como el automóvil no vienen del propio sector sino de la hibridación con estas tecnologías.
Es pues importante fomentar la adopción de tecnologías universales: web, A.I., Cloud, ... por su capacidad transformadora, por su capacidad de generar innovación.
¿Cómo debe ser una Política de Innovación?
El primer elemento es el de las capacidades. Si no tenemos mucha gente preparada no en el nivel medio, que nos serviría para hacer mejoras, para la innovación incremental, ésta que mejora la productividad, sino en la frontera del conocimiento, no podremos aspirar a hacer propuestas inéditas. En este aspecto tener universidades excelentes con programas de élite, es fundamental para poder competir con innovación porque forman y atraen este talento top que acabará generando, o propiciando, propuestas diferentes.
Obviamente no es suficiente, este talento debe tener espacios dónde desarrollarse. De eso sí sabemos y no es caro, son institutos de investigación, es atraer labs de multinacionales, etc. Aquí tenemos bastantes éxitos, pero hay expandirlo, de manera que impregne al resto de empresas.
Hay un punto absolutamente importante en cuanto a capacidades. Es necesario que los centros compitan. Reunir todas las capacidades en un solo centro, puede parecer una buena idea porque aumentamos su masa critica, pero será un pésimo negocio si con ello reducimos demasiado su nivel de competitividad. Hay muchas maneras de hacer competir a los centros, pero si hay más de uno, si tienen que buscar financiación externa, si se evita la endogamia y si hay límites en la contratación del sector público, todo funcionará mejor.
Es fácil que los centros de transferencia resten en vez de sumar, detrayendo oportunidades de las startups y organizaciones privadas, si el diseño no está bien hecho. Hay que evitarlo para evitar reducir el potencial total colocándolo todo en un centro. Esto no sólo resta competitividad sino también diversidad.
Ahora bien, a pesar de ser importante, disponer de altas capacidades de innovación no es suficiente. La innovación se hace de realidades, no de capacidades. A menudo nos sorprende cuando nos mencionan un país como muy innovador y no somos capaces de encontrar ni tres innovaciones que haya producido ese país recientemente. Sin duda hay un problema con los rankings, pero hoy no hablamos de rankings.
Lo que es primordial es que las empresas adopten las innovaciones y esto sólo lo harán si se dan dos condiciones: la posibilidad clara de ganancias importantes si innovan y un riesgo claro de desaparecer si no lo hacen. Estas dos condiciones definen nuestro nivel de competitividad. Uno de los problemas bien conocidos de España, es que en muchos casos las empresas son muy locales y operan en mercados con bajos niveles de competitividad. Esto hace que no les sea necesario invertir demasiado en I+D+i y retroalimenta todo el sistema, transformando en inútiles buena parte de las políticas de innovación.
"Es capital que las empresas adopten las innovaciones y esto solo lo harán si se dan dos condiciones: la posibilidad clara de ganancias importantes si innovan y un riesgo claro de desaparecer si no lo hacen"
Como transformar esto y cómo hacerlo sin perder tejido empresarial y ganando en nuevas empresas, es una de las preguntas fundamentales. Tradicionalmente, dirigir las empresas a la exportación ha sido una de las respuestas. Probablemente hay más, como inyectar innovación en el sector público y ayudar a que los escenarios con más ambición, tanto externos como internos, estén al alcance de estas empresas.
Es importante entender aquellos aspectos que son clave. Uno de ellos es que la innovación radical en las empresas es una rara avis. La innovación radical es más propia de los mercados que de las empresas. Seguro, habrá un Elon Mask, pero cuando quiera ir a Marte creará una nueva empresa, SpaceX, no transformará Tesla. Debemos tener claro qué políticas van dirigidas a los mercados y cuáles a las empresas y ambas deben ser alcanzables.
Una última reflexión. Un país no es una empresa. No se puede hacer un plan estratégico como lo haríamos en una empresa. Si esto funcionara, la Unión Soviética y sus planes estratégicos dominarían ahora el mundo, o bien cualquiera de los países que lo intentaron desde Checoslovaquia a la DDR o Polonia. No ha sido así. Hay que pensar en términos de diversidad, de ecosistema de capacidades y como movilizarlas y dejar que el resultado nos sorprenda. Si las capacidades, los incentivos y los medios están, no lo dude, ¡nos sorprenderá!