La electricidad de los hogares en España es la sexta más cara de la Unión Europea, según los datos publicados por Eurostat. Si los españoles pudieran saber en tiempo real el gasto energético que hacen seguramente cambiarían sus patrones de consumo. "La optimización del consumo energético y una óptima gestión de los recursos son algunos de los beneficios de vivir en una smart city o ciudad inteligente", afirman los profesores José Antonio Morán y Carlos Monzo, de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC. "Permite a los ciudadanos actuar e intervenir en diferentes procesos de toma de decisión relacionados con la sostenibilidad y la eficiencia energética de las ciudades y de sus hogares", afirman.
Según la ONU, en 2050 el 68% de la población mundial vivirá en ciudades; actualmente lo hace el 55%. Esta concentración creciente de poblaciones comportará nuevos retos y necesidades. "El aumento del consumo de recursos, más movilidad, la necesidad de reducir la impronta ambiental y aumentar la participación ciudadana en decisiones orientadas a la sostenibilidad serán algunos de los problemas futuros", explica Morán. Algunas ciudades como Madrid o Barcelona ya se han puesto a trabajar en este ámbito y se han situado al Índice IESE Cities in Motion 2018 en las posiciones a escala mundial número 25 y 26, respectivamente.
"Todavía queda mucho trabajo para hacer. Las ciudades inteligentes quieren mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y conectarse con ellos", afirma Morán. Gracias a la tecnología de los datos masivos (big data) y a la internet de las cosas (YATE) se recogen y se analizan millones de datos para tener un conocimiento casi instantáneo de todo el que se acontece en un entorno urbano. "Esta conexión entre ciudad y tecnología es la base para la creación de servicios y para los quecohabitan, sean ciudadanos, empresas o instituciones", añade Monzo.
Morán: "Las ciudades inteligentes quieren mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y conectarse con ellos"
Según los expertos, los beneficios principales son:
- Ciudades más participativas, en las cuales los ciudadanos toman diariamente decisiones gracias a un nuevo modelo de governança, con una Administración más ágil y accesible. Por medio de sistemas de toma de decisiones horizontales con modelos de Administración electrónica, dispositivos y objetos hiperconnectats, se aumenta la participación de la ciudadanía y se hace un uso más transparente y eficiente de los servicios y los recursos. Algunos ejemplos sobre participación ciudadana son las iniciativas de Rubí o de Esplugues de Llobregat, donde los vecinos deciden en que se gasta una parte del presupuesto de su municipio.
- Ciudades más cómodas, en que se agilizan los desplazamientos y se fomentan las energías limpias. "Gracias a la tecnología, el ciudadano dispondrá de un transporte más eficiente mediante el conocimiento de rutas en tiempo real y con una gestión inteligente de los semáforos según el tránsito", considera Monzo. También hay otras iniciativas que fomentan nuevos modelos de turismo (coche autónomo, taxi, coche eléctrico...), el uso compartido de vehículos (carpooling), sistemas de aparcamiento inteligente mediante el móvil o infraestructuras para mejorar la movilidad (carriles bici, zonas de control de tránsito rodado, superilles, espacios peatonales).
- Entornos urbanos eficientes, donde no se malgastan recursos. "Mediante la tecnología se implantan sistemas dirigidos al desarrollo sostenible y a la eficiencia energética que racionalizan los consumos y evitan situaciones de carencia de suministro en el entorno urbano", explica Morán. Esto incluye, entre otros aspectos, mejorar la calidad y el diseño de los edificios —el que se conoce como edificios inteligentes o smart buildings— o usar modelos de producción y consumo como los que promueve la economía circular.
Quién tiene que gestionar las ciudades inteligentes?
"El desarrollo de las ciudades inteligentes o smart cities comporta algunos riesgos en su ejecución que pueden traer al fracaso de los proyectos", alerta Monzo. "Los profesionales calificados con una formación interdisciplinar, y en especial los ingenieros de Telecomunicación en el desarrollo de las infraestructuras y seguridad de las comunicaciones tendrían que tener un papel clave en estos proyectos y actualmente no siempre es así", añade Morán.
Actualmente, en España hay una profesión regulada para el diseño y la implantación de estas infraestructuras, que son los ingenieros técnicos de Telecomunicación y los ingenieros de Telecomunicación. "Un mal diseño de base puede traer a servicios que no puedan ser escalables en el futuro, ni interconectarse con otros servicios, no asegurar la privacitat, etc.", concluyen los expertos.