
La gran estafa americana se basa en los hechos reales que tuvieron lugar en los Estados Unidos a la década de los setenta, cuando el FBI reclutó unos estafadors de poca monta para enredar altos cargos de Washigton y pillarlos aceptando sobornos. Un argumento que en manso del director David O. Russell ha dado pie a una película exagerada y grotesca, pero que no pierde nunca de vista un tema importante: el de la falsedad en las relaciones, tanto las personales cómo, en este caso, en las que se establecen en el mundo de los negocios y la política.
"Algo de esto realmente pasó", advierte un mensaje al inicio de esta película que oscila entre el cine de gàngsters al estilo de Scorsese con una comedia gruesa. El homenaje a Scorsese queda más que explicitado tanto en el uso de la banda sonora cómo en algunos planes que directamente están calcados de películas del prestigioso director italoamericà. Y de hecho, La gran estafa americana compite este año a los premios Oscars con una película de Scorsese, El lobo de Wall Street. Dos títulos que muestran las sombras, los estafadors y las ambiciones que se mueven en las altas esferas del poder.
En este caso, los protagonistas son dos estafadors de poca monta (Christian Bale y Amy Adams), que son reclutados por el FBI para probar sobornos a políticos. Por eso, reciben el encargo de crear una empresa ficticia para sobornar los altos cargos a cambio de favores políticos. Pero más allá de este engaño –conocido con el nombre del caso Abscam-, la película prefiere centrarse en la estafa como motor de las relaciones: todos los personajes acaban fingiendo para conseguir aquello que buscan des demés.