Leo que la asociación FEMCAT - donde tengo amigos entre algunos de sus miembros - ha dado un vistazo empresarial al Vallès. La intención parece que era identificar Catalunya con una imagen de marca empresarial. Ya me entienden. ¿Alemania? Industria manufacturera. ¿Francia? De todo un poco con la gastronomía al frente. ¿Italia? Diseño. Pero a menudo estos clichés no son buenos. Ni completos. Por ejemplo: díganme la imagen empresarial de Bélgica. O de los Países Bajos. ¿Flores? ¿Química? ¿Distribución y logística? Máquina-herramienta? Otra: ¿sabían que en determinados años Francia es el país con la productividad más alta del mundo? Por lo tanto, que la economía catalana sea difícil de enmarcar, no me parece irregular.
Este recorrido de FEMCAT, sin embargo, ha permitido descubrir que Catalunya exporta mucho. Ahora las exportaciones fuera de España han cogido gran voladizo. Pero estos datos sobre exportaciones se tienen que matissar. Leo, también, que SEAT y el sector químico (mayoritariamente multinacionales) son responsables del 60% de las exportaciones. Es un problema desde el punto de vista de la concentración. No tenía los datos, pero me temía que SEAT fuera un monstruo exportador. Por eso es importante la transición al nuevo modelo de coches que se prevén: eléctricos y también, no lo olvidamos porque el ganador no está todavía determinado, los coches propulsados por hidrógeno.
Si me hicieran decir qué es lo que caracteriza hoy Catalunya, desde el punto de vista económico, diría el turismo y la exportación manufacturera
Si me hicieran decir qué es lo que caracteriza hoy Catalunya, desde el punto de vista económico, diría el turismo (macrocefalia, en mi opinión, lamentable) y la exportación manufacturera - muy diversificada y desmenuzada. Esta última característica, la manufactura de casi todo, me lleva a mirar la trayectoria de Catalunya desde principios del siglo XX. Si lo hacen, verán que Catalunya es un país que vive de aquello que derrama a los vecinos que nos rodean. No acostumbramos a luchar por mercados lejanos o nuevos, como hacen los antiguos territorios de la Liga Hanseàtica, por ejemplo. O como hacíamos nosotros, hace siglos, por el Mediterráneo. No ser conscientes de esta característica limitadora nos ha llevado, a menudo, a una falsa concepción de nuestra economía. Me explicaré.
El siglo XX empezó con un fuerte impulso del sector textil que se había desarrollado el siglo precedente. Las fortunas obtenidas por este sector - con las aportadas por los indianos que huyeron con la independencia de Cuba - fueron considerables. No se exportaba demasiado al norte del Pirineo, pero sí al mercado interior español, completamente cautivo de la industria catalana - de los efectos negativos del tema ya hablaremos otro día. De repente, la Primera Guerra Mundial. Toda Europa envuelta y con una parálisis productiva evidente. La oportunidad catalana de vender ropa y botas para los soldados fue aprovechada. No fue fruto de la vocación exportadora. ¡Nos compraban sin tener que vender!
Acaba la guerra y viene la dictadura de Primo de Rivera. Mala para las libertades. Buena para la economía catalana, debido al mercado cautivo español y a la autarquía económica. Después, ya lo saben: República, Guerra Civil, dictadura larga, etc. Todo un periodo de escasa liberalidad económica. Con todo esto quiero decir que los primeros 75 años del Siglo XX no se vivieron con normalidad. Y difícilmente nadie podrá definir con precisión las características de la economía catalana de este periodo. Perdón, sí que se puede definir: la irregularidad gracias a la autarquía económica imperante.
No estamos especializados. Vamos picoteando un poco de todo. De todo aquello que derrama de Europa. Que, al final, es nuestra salvación
Llega el 1986 y la entrada a la, entonces, CEE (Comunidad Económica Europea). Pasamos un tiempo de adaptación en el que las cosas no fueron mal. Pero sí un poco enmascaradas. Porque al cabo de dos años de la incorporación se anuncian los Juegos Olímpicos. ¡Fot-li que és de Reus! Y cuando estos acaban, entra en vigor el mercado único europeo, el que hace que la nueva Unión Europea (UE) pase a ser un mercado protegido pero accesible a la empresa catalana. En pie de igualdad con el mercado español. Es decir: colocar un producto catalán en Andalucía pasó a tener los mismos costes de exportación que hacerlo al Tirol.
Yo no diría que la empresa catalana hace un gran esfuerzo exportador. Pienso que no lo hace, todavía. Pero las empresas europeas sí que vieron en Catalunya un lugar donde establecerse, puesto que, por las razones que fueran, existía un tejido productivo que se podía aprovechar (cosa que no pasaba en Castilla, por ejemplo). Eh, y mano de obra barata. ¡Y justo junto en la antigua frontera sur de la CEE!
En resumen, Catalunya tiene una economía muy dependiente de la UE. Y lo hace con una cierta pasividad. Hablamos de empresas catalanas de origen, pero también, sobre todo, de muchas empresas europeas instaladas en Catalunya que, por definición, son exportadoras natas. Por lo tanto, cuando Europa flojea, antes de que nada, se para todo lo que derrama -por eso somos los primeros en recibir. Y después, más tarde, se para la fuente original. Cuando todo se reactiva, es al revés. Por eso somos tan sensibles al estado de salud de la Unión Europea y las entradas y salidas de las crisis tienen un desfase importante con los motores de Europa. No estamos especializados. Vamos picoteando un poco de todo. De todo aquello que derrama de Europa. Que, al final, es nuestra salvación...