Liderar organizaciones nunca ha sido fácil pero, actualmente, entre la Revolución 4.0, la covid, la guerra de Ucrania y otros acontecimientos, estamos en medio de un entorno muy complicado. Cuando muchos sectores todavía no se han recuperado del todo de los efectos de la pandemia, la escasez de recursos (materias primas, empleados bien preparados...) y las tensiones inflacionistas añaden problemas adicionales. Por eso, se hace aún más difícil liderar una organización. De entre todos los retos que afrontan las personas que lideran, querría destacar los siguientes:
- Actualizar la visión: Hay que visualizar el futuro a medida que va cambiando y, a continuación, ir adaptando la estrategia para llegar.
- Alinear el equipo directivo y toda la organización: Una vez que la visión y la estrategia están claras hay que conseguir que todo el mundo esté alineado. En tiempo de turbulencias se debe inspirar confianza y proyectar calma. También hay que inspirar a los otros y encontrar apoyos, especialmente en las cuestiones más novedosas y arriesgadas.
- Gestionar riesgos: Como los riesgos no paran de aumentar (posibles ciberataques, falta de suministros, incrementos de costes...) debemos priorizar su identificación y gestión. De este modo, podremos identificar los problemas antes de que se conviertan en emergencias.
- Tomar decisiones difíciles: Los cambios acelerados y las disrupciones que se están produciendo en muchos ámbitos requieren decisiones para no quedar atrás. Esto, no es fácil y es necesario ser resolutivos para evitar la parálisis.
- Gestionar conflictos: El número de conflictos en las organizaciones acostumbra a aumentar cuando las cosas van muy mal (o muy bien) puesto que las personas se pelean para influir en cómo se reparten las pobrezas (o las riquezas). Por eso, en tiempo de turbulencias suelen producirse más conflictos que deben gestionarse para que la organización y sus personas no se hagan daño. En este tema hay que recordar a menudo una obviedad: los competidores están fuera de la organización, no tienen sentido las luchas fratricidas o las filias y fobias que hacen tanto daño. Este no es un tema fácil, hace falta mucha paciencia y mano izquierda; y, si no hay más remedio, hacer lo que haga falta para conseguir que todo el mundo reme de acuerdo con la misión y estrategia de la organización.
- Conseguir que las decisiones se ejecuten: Un riesgo creciente ante la complejidad es la reunionitis y la falta de ejecución. Hay un exceso de reuniones que, a menudo, son demasiado largas y costosas. Y también existe el hábito de convertir las reuniones en sesiones donde la mayoría toca el violín y después no pasa nada relevante. Lo importante es convocar las reuniones cuando son necesarias, con los asistentes adecuados y con un seguimiento de las decisiones tomadas. Y respecto a la falta de ejecución, lo mejor es delegar, dar autonomía de gestión y, después, controlar que se logran los objetivos.
- Gestionar las partes interesadas: También es muy importante dedicar tiempo para gestionar muy bien las partes interesadas (equipo directivo, plantilla, propiedad, clientes, proveedores, sociedad...). La comunicación, tanto interna como externa, es en este terreno una herramienta imprescindible.
- Conseguir una organización inclusiva: Es un reto de importancia creciente. Afecta a la diversidad, a los temas de género... Desde el lenguaje hasta las políticas de contratación y retención, hacen falta políticas que estén a la altura de las mejores prácticas en este terreno.
- Liderar con el ejemplo: Tenemos que conseguir coherencia entre lo que decimos y lo que hagamos. Aquí serán de mucha ayuda la humildad, la austeridad, admitir errores y alentar discrepancia.
- Gestionarse un mismo: Y también hay que superar el pánico en entornos difíciles como el actual. Debemos hacer el esfuerzo de no comunicar nuestros miedos sino nuestras esperanzas y confianzas. También debemos gestionar el estrés y evitar quemarnos.
Seguro que hay muchos más retos, pero si gestionamos bien estos diez, posiblemente dispondremos de un mejor estilo de liderazgo. En definitiva, se trata de lograr objetivos muy difíciles y conseguir el sueño con las personas y posibilidades disponibles. Como decía Napoleón: "Un líder es un vendedor de esperanza".