A pesar de que en Catalunya y en España todavía se habla con la boca pequeña, la introducción de la jornadalaboralde cuatro días se empieza a percibir cada vez más como una excelente manera de atraer, motivar y retener al talento, muy especialmente por parte de aquellas empresas que adoptan un modelo de liderazgo donde se mide el rendimiento del capital humano por el logro de objetivos y el compromiso con el proyecto.
Mentiría si no dijera que se trata de una medida que hoy en día la mayor parte del empresariado acoge con recelo y escepticismo, y muy en particular si consideramos el sorprendente retroceso que últimamente estamos también experimentando en el ámbito del teletrabajo, que a raíz de la pandemia muchas y muchos de nosotros pensábamos que se trataba de un avance que ya no tenía vuelta atrás. Desgraciadamente, hoy son innumerables las empresas que vuelven a exigir la presencialidad de sus trabajadores, apelando a una mejora en la creatividad, las relaciones de confianza y el sentimiento de pertenencia.
Desgraciadamente, hoy son innumerables las empresas que vuelven a exigir la presencialidad de sus trabajadores
Los millennials, en cambio, y en especial los trabajadores más cualificados y demandados, sitúan el equilibrio entre el trabajo y la vida privada en lo alto de su lista de prioridades a la hora de considerar las opciones de ocupación. Y aquí está, sin duda, la clave del futuro del mercado laboral global.
La historia nos ha demostrado que, a pesar de parecer inimaginables e inicialmente de repercusiones aparentemente fatídicas, todos los cambios son posibles y responden a las demandas de la necesaria e inevitable evolución de nuestra sociedad. El 3 de abril del año 1919 se aprobó en España la jornada laboral máxima de ocho horas diarias. Un siglo después, a pesar de haber eliminado fronteras con la irrupción de Internet e incorporado innovaciones tecnológicas que han optimizado nuestros entornos productivos, continuamos manteniendo las mismas reglas de juego.
¿Y por qué no avanzar hacia esta jornada de cuatro días? ¿Qué nos lo impide? ¿Qué nos da miedo? A pesar de que el marco normativo actual estipula que el contrato de jornada completa en Catalunya es de 40 horas semanales, las empresas tienen plena libertad para reducir los respectivos convenios de aplicación. ¿Por qué no hacemos este paso hacia adelante y apostamos decididamente por la productividad, la conciliación y la satisfacción de nuestros equipos?
¿Y por qué no avanzar hacia esta jornada de cuatro días? ¿Qué nos lo impide? ¿Qué nos da miedo?
Son diversos los países (entre ellos, Reino Unido, Gales, Escocia, Islandia, Portugal, Bélgica...) y diversas las empresas (entre ellas, Microsoft Japón, Kickstarter, Unilever, Shake Shack, Good Rebels, Software Delsol...) que ya han empezado a implementar esta medida para evaluar la productividad y el bienestar de sus trabajadores, así como el impacto en el medio ambiente y la igualdad de género. Y, según indican las mismas fuentes, los resultados han sido tan "extremadamente exitosos" que han optado por mantener la medida de forma permanente.
Ciertamente, se trata de una propuesta valiente, del todo, pero no lo es más que la de aquellas personas que en su día lucharon para conseguir una jornada laboral de cinco días a la semana, vacaciones retribuidas o subsidios por enfermedad, que hoy todos damos por hecho y vivimos con total normalidad.
Pero no nos engañemos. Cuando planteamos una semana de cuatro días laborales no estamos hablando en ningún caso de concentrar las mismas horas en menos días y, por lo tanto, sobrecargar la jornada diaria. Estamos hablando de instaurar un modelo 100-80-100: mantener el 100% del salario, reducir al 80% el tiempo de trabajo efectivo y aportar el 100% de productividad en las tareas que se realicen. El resto de opciones desvirtúan el espíritu de la medida.
Estamos hablando de instaurar un modelo 100-80-100: mantener el 100% del salario, reducir al 80% el tiempo de trabajo efectivo y aportar el 100% de productividad
Partiendo de la premisa que trabajar más horas no equivale a ser más productivos, instaurar la jornada laboral de cuatro días comporta ventajas destacables debidamente contrastadas. No tan solo aumenta la productividad de la empresa, en cuanto que se optimizan tareas y procesos, se simplifican las reuniones y se adoptan metodologías de trabajo más ejecutivas y resolutivas, sino que se reduce el absentismo (se minimiza el estrés y la fatiga vinculados al burn out), se favorece la conciliación, se mejora la salud mental de los trabajadores y se refuerza su compromiso con la organización. A la vez, se economiza en energía y en desplazamientos y se genera ocupación en aquellas situaciones en las que se precisa cubrir las horas que quedan disponibles.
Nuestra realidad actual, en cambio, dificulta hacer extensiva esta propuesta de cuatro días laborales a todos los sectores o empresas del país. De aquí la necesidad de plantear cambios estructurales ambiciosos por parte de nuestras instituciones, conjuntamente con patronal y sindicatos, invertir en la digitalización y la robotización de nuestras empresas, incorporar la inteligencia artificial en los procesos productivos, y apostar por el capital humano como motor real de talento y progreso.