Hoy más que nunca, ante el actual contexto político y social, estamos aprendiendo que la judicialització de determinados conflictos nos trae a uno sin sentido o, el peor, a un callejón sin salida. Obviamente no siempre podemos escoger. Pero si nos paramos a pensar, resulta sorprendiendo cómo en el mundo de los negocios instrumentos como la mediación no hayan sido acogidos hasta hoy como una alternativa mucho y muy inteligente para la gestión de los conflictos.
Si afirmamos a menudo que los negocios son los negocios, y que tienen que quedar al margen de consideraciones políticas e incluso emocionales, por qué la experiencia que tenemos los profesionales del derecho es que las empresas a menudo se pierden en pleitos costosos y, en muchos casos, inútiles para los intereses de ambas partes en conflicto? Por qué si los hombres y las mujeres de negocio son capaces de llegar a acuerdos comerciales con una rapidez y visión a menudo envidiable, no son capaces de aplicar la misma fórmula de éxito cuando tienen que gestionar sus conflictos?
Judicialitzar los conflictos empresariales que se podrían gestionar con fórmulas como la mediación o el arbitraje es, en mi opinión, un fracaso para la empresa. Los juicios tendrían que quedar relegados a discusiones con un alto componente jurídico, es decir, temas donde las posiciones de cada parte dependen de interpretaciones jurídicas complejas que sólo puede dilucidar un juez. Pero de estas hay pocas en el mundo empresarial, sobre todo de la pyme. Los motivos que traen las empresas a embarcarse en un juicio son varios, pero querría destacar algunos que son especialmente paradigmáticos del que no tendría que ser una cultura empresarial del siglo XXI.
Cuando el empresario asume como personal el enfrentamiento con la otra parte y, lejos de adoptar un enfoque pragmático, quiere luchar por el que considera un ataque personal. También hay quién utiliza la justicia como instrumento dissuasiu para forzar la negociación de la otra parte, estando convencido que conseguirá una mejor posición negociadora un golpe iniciado el pleito. A veces puede funcionar, pero el coste y el riesgo que se asume no parece una apuesta demasiado inteligente. Y finalmente hay quién cree que es mejor un pleito que una negociación, porque en una negociación se tiene que ceder en algún momento, y se encaja mucho mejor la imposición de un tercero que la cesión en pro de una solución común.
Seguro que muchos de nosotros, en algún momento, nos hemos visto identificados en alguna de estas posiciones, y si lo miramos en perspectiva, es muy probable que llegamos a la misma conclusión. Estos no son motivos consistentes por judicialitzar un conflicto que podemos gestionar con fórmulas alternativas. Cuando me pregunto si veo la mediación como una herramienta para la gestión de los conflictos en el ámbito empresarial, el que concluyo es que, más que una herramienta, la mediación convendría incorporarla como parte de la cultura de una empresa. Empezando por los conflictos entre empleados, pasando por los conflictos entre socios y acabando para incorporarlo a los conflictos con clientes, proveedores y colaboradores.
Si, además, trascendemos nuestros negocios al ámbito internacional, la conveniencia de soluciones como la mediación para gestionar conflictos se hace todavía más evidente. Los negocios de ámbito internacional tienen que hacer frente, cada vez más, además complejidad, puesto que el comercio no sólo se hace a través de fronteras físicas, sino también culturales, religiosas y, a veces incluso éticas, sin dejar de banda la complejidad derivada de la evolución tecnológica de los productos y también de las cadenas de suministro.
Hay que recordar que, muchas veces, las disputas provienen de cuestiones como por ejemplo si el que se ha suministrado o prestado cumple las expectativas de la otra parte. De hecho, muchos conflictos provienen de expectativas poco realistas. Cuando nuestros negocios están basados en relaciones más que en la estricta transacción, es todavía más interesando la utilización de la mediación. Porque en la mediación la resolución del conflicto nace de las partes y son las partes enfrentadas las que construyen la solución, reforzando la confianza en lugar de romperla y predisponiéndose mucho más al cumplimiento del que se ha acordado entre todos.
Quizás hay quién diga que nos hay que evolucionar como sociedad para incorporar herramientas que están asumidas como normales en economías de primer orden como la inglesa o la americana, pero si nos ponemos, algún día llegaremos o como mínimo estaremos más cerca.
Si afirmamos a menudo que los negocios son los negocios, y que tienen que quedar al margen de consideraciones políticas e incluso emocionales, por qué la experiencia que tenemos los profesionales del derecho es que las empresas a menudo se pierden en pleitos costosos y, en muchos casos, inútiles para los intereses de ambas partes en conflicto? Por qué si los hombres y las mujeres de negocio son capaces de llegar a acuerdos comerciales con una rapidez y visión a menudo envidiable, no son capaces de aplicar la misma fórmula de éxito cuando tienen que gestionar sus conflictos?
Judicialitzar los conflictos empresariales que se podrían gestionar con fórmulas como la mediación o el arbitraje es, en mi opinión, un fracaso para la empresa. Los juicios tendrían que quedar relegados a discusiones con un alto componente jurídico, es decir, temas donde las posiciones de cada parte dependen de interpretaciones jurídicas complejas que sólo puede dilucidar un juez. Pero de estas hay pocas en el mundo empresarial, sobre todo de la pyme. Los motivos que traen las empresas a embarcarse en un juicio son varios, pero querría destacar algunos que son especialmente paradigmáticos del que no tendría que ser una cultura empresarial del siglo XXI.
Cuando el empresario asume como personal el enfrentamiento con la otra parte y, lejos de adoptar un enfoque pragmático, quiere luchar por el que considera un ataque personal. También hay quién utiliza la justicia como instrumento dissuasiu para forzar la negociación de la otra parte, estando convencido que conseguirá una mejor posición negociadora un golpe iniciado el pleito. A veces puede funcionar, pero el coste y el riesgo que se asume no parece una apuesta demasiado inteligente. Y finalmente hay quién cree que es mejor un pleito que una negociación, porque en una negociación se tiene que ceder en algún momento, y se encaja mucho mejor la imposición de un tercero que la cesión en pro de una solución común.
Seguro que muchos de nosotros, en algún momento, nos hemos visto identificados en alguna de estas posiciones, y si lo miramos en perspectiva, es muy probable que llegamos a la misma conclusión. Estos no son motivos consistentes por judicialitzar un conflicto que podemos gestionar con fórmulas alternativas. Cuando me pregunto si veo la mediación como una herramienta para la gestión de los conflictos en el ámbito empresarial, el que concluyo es que, más que una herramienta, la mediación convendría incorporarla como parte de la cultura de una empresa. Empezando por los conflictos entre empleados, pasando por los conflictos entre socios y acabando para incorporarlo a los conflictos con clientes, proveedores y colaboradores.
Si, además, trascendemos nuestros negocios al ámbito internacional, la conveniencia de soluciones como la mediación para gestionar conflictos se hace todavía más evidente. Los negocios de ámbito internacional tienen que hacer frente, cada vez más, además complejidad, puesto que el comercio no sólo se hace a través de fronteras físicas, sino también culturales, religiosas y, a veces incluso éticas, sin dejar de banda la complejidad derivada de la evolución tecnológica de los productos y también de las cadenas de suministro.
Hay que recordar que, muchas veces, las disputas provienen de cuestiones como por ejemplo si el que se ha suministrado o prestado cumple las expectativas de la otra parte. De hecho, muchos conflictos provienen de expectativas poco realistas. Cuando nuestros negocios están basados en relaciones más que en la estricta transacción, es todavía más interesando la utilización de la mediación. Porque en la mediación la resolución del conflicto nace de las partes y son las partes enfrentadas las que construyen la solución, reforzando la confianza en lugar de romperla y predisponiéndose mucho más al cumplimiento del que se ha acordado entre todos.
Quizás hay quién diga que nos hay que evolucionar como sociedad para incorporar herramientas que están asumidas como normales en economías de primer orden como la inglesa o la americana, pero si nos ponemos, algún día llegaremos o como mínimo estaremos más cerca.
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