Según un reciente
estudio de McKinsey, prácticamente la mitad de las actividades por las cuales las personas son retribuidas hoy son susceptibles de ser automatizadas con la tecnología existente. 16 billones de dólares en salarios se pueden desvanecer mediante la sustitución de humanos por máquinas. Evidentemente, las actividades más susceptibles de ser automatizadas son aquellas de carácter repetitivo y previsible (el 51% de las actividades totales, según el mismo informe).
Ocupaciones en manufactura, distribución, comercio, o servicios de alimentación son las más vulnerables a la invasión de los robots. Pero nadie se entregará del nuevo escenario de automatización masiva, que sigue una regla 50-50: el 50% de los trabajos actuales se verá afectado en, al menos, un 50% de actividades por la incorporación de todo tipo de sistemas digitales al mundo productivo: desde trabajadores de almacenes a reparadors de relojes, pasando por agentes de viajes, técnicos químicos, enfermeros, o desarrolladores web.
También abogados (quienes mejor que un sistema de inteligencia artificial para recordar los marcos legales y la jurisprudencia en toda su integridad, y encontrar una solución óptima en un problema jurídico), o médicos (quienes mejor que un algoritmo con visión artificial para reconocer un cáncer de pulmón en una radiografía después de haber analizado miles de ellas).
Incluso, McKinsey calcula que las tareas de un director general pueden ser, al menos en un 30%, asumidas por algoritmos inteligentes. Y esto contando con la tecnología actual. Con la fuerza de la ley de Moore al última (según la cual la potencia de cálculo de los computadores se dobla cada dos años aproximadamente), en 20 años podemos tener sistemas de inteligencia artificial millones a veces más potentes que los actuales a nuestras fábricas, a nuestros coches, en nuestros hospitales, nuestros hogares o a nuestros bolsillos.
Sea como fuere, nos acercamos a un escenario donde, como mínimo, tendremos que convivir con máquinas de inteligencia creciente. Aceptaríamos un robot como cabeza? Sorprendentemente,
estudios del MIT corroboran que no sólo aceptaríamos un robot como ninguno, sino que... seríamos más felices así! En pruebas hechas con equipos de plantas manufactureres comandados por humanos y equipos comandados por robots, los investigadores demostraron que no sólo la asignación de tareas era más eficiente cuando comandaban los robots, sino que los operarios las percibían cuanto más justas y trabajaban más motivados.
La inteligencia artificial tiene el potencial para ocupar cada vez niveles de gestión y toma de decisiones de mayor complejidad. Y los algoritmos no se ponen nerviosos, no sufren estrés y no se cansan nunca. Hay quién piensa que, en cualquier caso, las decisiones estratégicas siempre quedarán en manos humanas. Pero los algoritmos son cada vez más capaces de generar pensamiento estratégico, incluso en situaciones de información incomplerta. No sólo han ganado ya a los campeones humanos en ajedrez y go (un juego oriental mucho más complejo que el ajedrez). También lo han hecho al póquer, marcándose "farols" y anticipando los "farols" de sus adversarios. Ya saben mentir de forma premeditada.
Algoritmos digitales avanzan también hacia el arte: pintan como Rembrandt, escriben haikus o composen sinfonías. Y muestran inteligencia emocional creciente y capacidad de interacción social casi-humana. Recomiendo ver los inquietantes avatares (algoritmos con caras humanas, capaces de seguir una conversación) de la empresa Soul Machines, pensados para sustituir humanos en lugares de atención al público. Miráis
este vídeo (a partir del minuto 2). Escucháis, especialmente, cuando el presentador le pide al avatar donde nació. El algoritmo parece dudar y le contesta "has sentido a hablar de un lugar denominado Internet?"...