Cada siete u ocho años, de manera cíclica y constante, todo el mundo se pone de acuerdo en anunciar que está llegando una gran transformación digital que lo cambiará todo, que pondrá a prueba tu negocio, que si no te incorporas quedarás obsoleto, y que dará pie a la aparición de nuevos jugadores y nuevas propuestas que se pueden llevar por delante tu empresa, todo lo que has hecho y todo lo que conoces. Ya hemos visto tres o cuatro de estas, y la musiquilla hace ya un par o tres de décadas que dura.
Al principio el reto era tener presencia en Internet, básicamente tener una web que te explicase. Después ya no era suficiente con sólo estar allí y era necesario además llevar a cabo alguna actividad: hacer presupuestos, vender productos, contestar preguntas, atender incidencias… cosa que nos llevó a poner el foco en la digitalización de procesos. En seguida llegaron las redes sociales y el foco se desplazó hacia la preventa y la postventa, la reputación de la marca, la gestión de la opinión… Después ya llegó la obsesión con el Big Data, ahora todo el mundo habla de los servicios personalizados, y ya vemos cómo llegan los metaversos y los NFT.
A riesgo de resumirlo demasiado, hay oleadas de digitalización que a toro pasado se ven bastante claras: una primera muy orientada a mejorar procesos internos de la empesa (contabilidad, logística, administración, producción… mirando hacia dentro de la compañía); una segunda más orientada a los puntos de contacto con el cliente (marketing, comunicación, ventas, atención al cliente… mirando hacia afuera de la empresa); una tercera que ya quiere aprovechar el flujo de datos que todo esto genera (sistemas de datos, analítica, herramientas de apoyo a la toma de decisiones, inteligencia artificial…) y seguro que vendrá una cuarta, y una quinta… es un proceso evolutivo.
En general detectareis la tontería, o el riesgo, cuando vuestros interlocutores sean incapaces de explicarse en castellano y utilicen un montón de acrónimos extraños y mucho argot en inglés
Visto con perspectiva todos los sectores han quedado afectados por cada una de estas oleadas, el problema es verlas venir y saber detectar en qué momento y con qué intensidad te zambullirás en ellas, pues hacerlo demasiado pronto es tan peligroso como hacerlo demasiado tarde. Todas estas oleadas empiezan con unos niveles de tontería insoportables, que hacen difícil separar el grano de la paja, pero hay maneras de detectar si todavía es demasiado pronto.
En general detectareis la tontería, o el riesgo, cuando vuestros interlocutores sean incapaces de explicarse en castellano y utilicen un montón de acrónimos extraños y mucho argot en inglés. Hubo una época en que todo era Smart (smartcity, smartthing, smartcontract, smartphone y smarttonto) y después todo era data (datalake, datamining y dataflowers). Encontraréis mucho de esto en las actuales explicaciones de blockchain y metaverso. Insoportable. Si el lenguaje te expulsa, quizás es demasiado pronto. Y si te haces acompañar por alguien pero resulta que cuando te habla no le entiendes, quizás no sea el guía más adecuado para explorar territorios desconocidos. El postureo es más difícil de detectar, pero no olvides que hay un montón de gente explicando cosas que jamás ha visto. ¿Recuerdas cuando nos explicaban el Big Data pero si rascabas resultaba que lo hacían todo con Excel?. Ahora pasa lo mismo con los NFT y las criptomonedas.
Es un esfuerzo continuado por ponerse al día, por adaptarse, por incorporar cosas nuevas, por reconsiderar lo que haces y cómo lo haces. Es muy exigente, y muy cansado. Y sobre todo muy incierto, porque difícilmente no podemos permitir invertir y apostar de manera decidida por todas y cada una de estas propuestas. Toca decidir cuáles nos parecen cruciales y estratégicas y qué otras miraremos sólo de reojo y las dejaremos pasar. Cuesta, porque cada una de estas oleadas tiene sus profetas que te piden que les abraces y les creas aunque te expliquen cosas inverosímiles. Pero el consejo es obvio: no hagas caso a nadie que no entiendas.