Este último mes de diciembre la Generalitat de Catalunya ha lanzado una campaña publicitaria con el lema "no em toquis el ous". Esta pretendía concienciar sobre la importancia del sector primario catalán y la calidad de sus productos. Podría parecer una simple estrategia de marketing para aumentar el consumo de productos locales, pero a la vez tenía también otra finalidad, la de defender el sector de agricultores y ganaderos que han sido a menudo fuertemente despreciados.
Vivimos en un país con una fuerte tradición, cultura e historia en el sector primario. Este sector, clave para nuestro desarrollo económico y social, nos regala cada día los productos de calidad que nos llegan a la mesa. A la vez gestiona y conserva el medio natural y arraiga personas en el territorio rural. Aún así, un sector con tanto potencial social, medioambiental y económico se ve atacado continuamente desde el ámbito urbano, donde el grado de desconocimiento hacia este sector es muy evidente. A la vez este hecho muestra la fuerte desvinculación entre los dos territorios.
"Un sector con tanto potencial social, medioambiental y económico se ve atacado continuamente desde el ámbito urbano"
La ganadería intensiva ha sido clave para mantener a los jóvenes en nuestro territorio y evitar el despoblamiento rural. Paralelamente la ganadería extensiva, que por la gran dedicación que implica no ha tenido un porcentaje tan alto de relevo generacional, ha desarrollado y desarrolla una gran tarea de gestión del medio natural en las zonas donde pace, tarea a menudo poco valorada por el consumidor.
Durante estos años las difamaciones hacia este sector se han enfocado en la crítica reiterada respecto de la carencia de bienestar animal de las explotaciones intensivas. El aspecto más destacado han sido actuaciones, tales como la entrada masiva en granjas sin el consentimiento de su propietario. Estas protestas se han justificado argumentando que los animales no tenían sus necesidades básicas cubiertas y que había que liberarlos.
Se puede considerar que las normativas que regulan el estado de las explotaciones ganaderas intensivas son demasiado laxas y se puede actuar porque estas se endurezcan promoviendo que el espacio por animal sea más amplio o que estos tengan acceso al exterior, etc. Lo que no es tolerable es que este movimiento animalista ataque directamente a los ganaderos, puesto que ellos sólo se acogen a la normativa (en el caso de bienestar animal Directiva 98/58/CE) que marca la Unión Europea. En los últimos años ha habido varias revisiones de estas normativas que han obligado a aplicar cambios a las explotaciones ganaderas. Los ganaderos se han adaptado sin oponerse, con el coste individual que esto supone y sin que este gasto repercuta posteriormente en el precio de su producto al mercado.
"Lo que no es tolerable es que este movimiento animalista ataque directamente a los ganaderos, puesto que ellos sólo se acogen a la normativa de la UE"
En el sector ganadero los precios se ajustan a las condiciones de producción, y si la legislación permite engordar un cerdo con 0,65 m² según el RD 1135/2002, es evidente que hacerlo con más espacio va en detrimento de los ingresos del ganadero. Los consumidores, a falta de una mayor conciencia, no tendrán en consideración que aquel animal ha disfrutado de más espacio a la hora de pagar un precio justo.
Recientemente las críticas al sector han ido encaradas a las emisiones de gases que la ganadería producía agravando el cambio climático. Según datos del 2018 del Ministerio para la Transición Ecológica, el sector ganadero representa sólo el 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero, ante el 27% del transporte, el 19% de la industria, el 17% de la generación de electricidad o el 9% del consumo de combustibles. Aún así, está claro que es más sencillo atacar los ganaderos que no hacerlo al transporte donde todos somos usuarios y no estamos dispuestos a renunciar. Pero, ¿es que estamos dispuestos a renunciar a los alimentos?
"El sector ganadero representa sólo el 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero, ante el 27% del transporte, el 19% de la industria o el 17% de la generación de electricidad"
Los movimientos en defensa de los animales se equivocan de enfoque o de dirección en sus críticas. En primer lugar, si se quisiera que la normativa se endureciera haría falta que sus esfuerzos se dirigieran al Parlamento Europeo, donde se marcan las leyes que posteriormente se aplican a todas las explotaciones de Europa. En segundo lugar, tendrían que incidir en los consumidores, puesto que, es evidente que si se sigue consumiendo este producto, se seguirá produciendo para satisfacer la demanda. Además habría que concienciar a estos consumidores del aumento de precio que supondría este cambio. Si lo que se quiere es que las condiciones de los animales mejoren hay que ser consecuentes en la relación coste-precio, hecho que a menudo provoca discordancia, puesto que todos queremos mejoras pero no pagarlo de nuestro bolsillo.
En este conflicto, los consumidores no son conscientes del poder que pueden llegar a tener. El pasado mes de enero de 2018 una gran plataforma de supermercados anunció que dejaba de vender huevos de categoría 3 (gallinas enjauladas), actuación a la cual posteriormente se sumaron otros supermercados. Esta decisión vino promovida por la demanda del consumidor, hecho que demuestra su gran poder respecto de la producción. En relación con este hecho, otra gran empresa productora y distribuidora de alimentos se está viendo obligada a convertir explotaciones de gallinas ponedoras de categoría 3 a categoría 2 (gallinas en tierra) por la gran demanda que tienen de este tipo de huevos y que por ahora no pueden alcanzar.
Aun así no sólo los movimientos animalistas han sido los causantes de ensuciar la imagen del sector ganadero. Los medios también han jugado un papel clave. Documentales como el "Salvados: Stranger pigs", mostraba una granja "enfermería" de cerdos (explotaciones no permitidas, donde se concentran animales enfermos de diferentes orígenes) donde la mayoría estaba agonizando. Documentales de este tipo consiguen hacer creer que aquella es la normalidad de las granjas de porcino, sesgando la imagen de estas explotaciones a los ojos de miles de personas, las cuales no tienen acceso a ninguna otra fuente más fiable.
Para el conocimiento de todos, en Catalunya la legislación en cuanto a este tipo de explotaciones es mucho más estricta que a otras comunidades autónomas vecinas. Encontramos un ejemplo en La Franja donde una explotación de vacuno lechero puede presentar un censo de 4.500 animales o más, mientras que a pocos kilómetros, pero ya en Catalunya, una explotación igual presenta un tope en el censo, a menos de la mitad de las reses de la explotación vecina, regida por los límites que autoriza la administración competente de su comunidad autónoma.
Una sociedad medioambiental y socialmente equilibrada necesita nuestros a ganaderos. El día que no tengamos pastores que gestionen el territorio, el día que la carne que consumimos sea de laboratorio, aquel día, seremos conscientes de todo lo que este sector aporta a nuestra sociedad. Hay que evitar que llegue este día.