Un prestigioso equipo de arqueólogos ha descubierto los restos de lo que fué la universidad de una isla volcánica del Pacífico. Durante siglos la neutralidad de aquel territorio permitía la convivencia entre navegantes de imperios coloniales enfrentados, corsarios y piratas, filibusteros y bucaneros, que atracaban los barcos en su puerto. Esto facilitó, según se desprende de la mucha documentación que se ha encontrado muy conservada en cofres, que la institución educativa acogiera a jóvenes de familias marineras de las citadas varias procedencias.
"Aquella universidad, tal como describe el arqueólogo director, se fundó con el ánimo de compartir conocimientos y promover actitudes"
Aquella universidad, tal como describe el arqueólogo director, se fundó con el ánimo de compartir conocimientos y promover actitudes. Pero, un documento firmado por los tres almirantes encargados de velar por el uso de los fondos económicos que sus naciones destinaban en el centro formativo, da fe de algunas prácticas académicas irregulares. El descubrimiento ha causado consternación, pues la variedad de hechos reportados serían inaceptables hoy en día, sospechándose que su autoría provenía de profesores que conciliaban esta dedicación con el oficio de la piratería.
No se emprendió ninguna acción correctora, pues la erupción volcánica obligó a abandonar la isla y desapareció la vida social en aquel lugar. Algunos de los agravios inventariados en el escrito se citan a continuación.
Menciona a un profesor que, sin haber participado, añadía su firma como coautor de artículos científicos publicados en revistas de prestigio ultramarino, fruto sólo del esfuerzo de sucesivos investigadores con una beca que dependía de la aprobación del citado docente. Por lo que se relata, esta sencilla operación le permitía ser referenciado por otros autores, con los consecuentes méritos académicos que supo rentabilizar.
Denuncia como una misma asignatura podía tener tantas versiones de textos didácticos como formadores lo impartieran, con flagrantes contradicciones entre ellos. Cómo es de prever, los almirantes constataron como una misma pregunta en una prueba puntuable admitía diferentes respuestas en función de las fuentes empleadas para prepararla.
También se cita a profesores que, graciosamente, se apropiaban del trabajo de alguno de sus alumnos. En el texto se documenta como uno de estos, atónito, descubrió que en el certamen de diseño caribeño se premió una obra desarrollada a partir de un trabajo que él había entregado pocos días antes.
Finalmente, menciona a un profesor que robó el alma de un estudiante al no poder soportar el dolor de reconocer su brillantez, práctica que los arqueólogos han relacionado con ancestrales rituales diabólicos de aquel lugar. Según el portavoz del equipo que ha hecho el descubrimiento, la misiva señala los perjuicios de la piratería universitaria, preguntándose qué son los criterios de calidad que guían la contratación de algunos docentes.
"Por fortuna no se conocen episodios similares en las instituciones actuales, muy alejadas en los comportamientos tolerados de los que se han podido leer en los citados dietarios"
Por fortuna no se conocen episodios similares en las instituciones actuales, muy alejadas en los comportamientos tolerados de los que se han podido leer en los citados dietarios. Si, desgraciadamente, esto llegara a pasar hoy en alguna de nuestras universidades, sería muy fácil conocer cuál es el canal para informar de estas prácticas y el procedimiento con el que será gestionado cada caso.
Parece que entonces los almirantes formularon establecer un procedimiento interno por el cual investigadores y profesores serían periódicamente evaluados. Lamentablemente, un volcán lo dejó todo aplazado cuando se empezaba a redactar un segundo informe que, por el que se entrevé de los pocos párrafos redactados, trataba de títulos concedidos a alumnos que nunca habían llegado en barco a la isla.