Desde hace muchos años informes como los del Banco Mundial, nos recuerdan que la burocracia nos cuesta mucho dinero y tiempo. Para poner un ejemplo, España ocupa el lugar 97 de un total de 186 países en cuanto a la dificultad para crear una empresa. Se requieren 7 procedimientos que duran 12 días y suponen un coste que representa el 3,9% de la renta per cápita anual. Para contextualizar, podemos comparar con Nueva Zelanda, el mejor de la clasificación, que solo requiere un trámite que se hace a coste cero y en unas horas. Por lo tanto, tenemos una telaraña que nos paraliza y que nos hace perder competitividad.
Ante este problema, recordemos acciones que pueden ayudar. Para empezar, podemos mejorar la legislación:
· Legislar cuando sea necesario: En España se publican cada año 11 millones de páginas en el BOE y boletines autonómicos (según la CEOE). Por ello, hemos de ser conscientes de los costes que implican las leyes
· Hacer buenas leyes: Es preciso que cuando se legisle en Europa se haga siguiendo las mejor prácticas mundiales y que no se empeoren las leyes cuando se traspongan en España y en Cataluña. A menudo, sucede lo contrario. La receta es sencilla: hay que aprender, copiar y mejorar de los países que tienen buenas leyes.
· Hacer buenos reglamentos de las leyes con vocación de eficacia (conseguir los objetivos) y eficiencia (con los menores costes y plazos posibles).
Una vez aprobadas las leyes, se requiere un espíritu de mejora continúa a la hora de aplicarlas:
· Innovación abierta: Esta técnica está dando buenos resultados y quiere decir poner en marcha grupos de mejora en los que participan voluntariamente personas relacionadas: funcionarios o usuarios. Para hacerlo hay que identificar a los actores relevantes y conseguir que se impliquen. Si no contamos con su ayuda tendremos problemas por los palos a las ruedas que pondrán por el miedo al cambio.
· Hay que cuestionar todo lo que se hace. Para poner un ejemplo, recuerdo un caso vivido hace unos años en el que se identificó un proceso que requería cuatro procedimientos en los que al final firmaba (cuatro veces) la misma persona. Al cuestionar el procedimiento, todas las partes implicadas mostraron reticencias a simplificarlo (“siempre se ha hecho así” o “si lo simplificamos hay riesgos legales”). La solución vino al comprobar que instituciones similares hacían lo mismo con un solo procedimiento, más rápido y con una sola firma. En aquel momento, las reticencias desaparecieron.
Una vez aprobadas las leyes, se requiere un espíritu de mejora continúa a la hora de aplicarlas
La burocracia es un problema mundial. Cómo decía el humorista norteamericano, Evan Esar: La burocracia es más gente haciendo menos cosas, en más tiempo y haciéndolas peor. Pero no olvidamos que informes como los mencionados al principio nos recuerdan que aquí estamos peor.
En definitiva, mejoraremos si legisladores y funcionarios actúan como servidores del bien común y de los ciudadanos, tomando conciencia del impacto que tienen sus acciones y siguen las mejores prácticas internacionales.