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¿Apocalipsis? ¿Qué apocalipsis?

07 de Noviembre de 2024
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Las encuestas han vuelto a fallar y Trump ha vuelto a ganar. El ajustado duelo que pronosticaban, la lucha por los estados bisagra y la larga noche electoral solo ocurrió en la burbuja mediática de cada uno. En todo caso, un apocalipsis en todos los sentidos, tanto para demócratas como para republicanos. Me explico.

Los humanos tenemos una obsesión por conocer nuestro futuro y poder así condicionarlo a nuestro favor. Nuestros antepasados pintaban bisontes en las cuevas de Altamira hace unos 35.000 años, seguramente porque creían que eso los atraería. Cuando nos hicimos agricultores, interpretar bien las señales de la naturaleza condicionaba qué y cuándo debíamos plantar. Las religiones nacen porque una mayoría suficiente de personas cree que uno de los suyos tiene el poder de ver más allá, de hablar con los dioses, quienes le dicen los sacrificios que deben hacer para que todo vaya bien. Abraham, Moisés, Jesús o Mahoma son los más conocidos, pero la historia está llena de chamanes, brujos, sacerdotes y profetas con el poder de ver más allá. No hace falta que sea cierto; basta con que sea útil para una minoría y que el resto lo crean.

Y aquí entra el apocalipsis. Para la mayoría de la gente, apocalipsis es sinónimo de desastre a escala planetaria. Se habla de apocalipsis nuclear, de apocalipsis zombi, y, durante la pandemia y estos días en Valencia, de escenarios apocalípticos. Incluso lo apocalíptico es un subgénero del cine de catástrofes. Sería demasiado fácil —y seguramente erróneo— calificar la segunda venida de Trump como un apocalipsis facha, aunque para la mitad de los estadounidenses (y buena parte del mundo) lo sea. Ese sería el sentido del término apocalipsis para un demócrata estadounidense o para un progresista alter-mundista.

“Un apocalipsis en todos los sentidos, tanto para demócratas como para republicanos”

El apocalipsis de los republicanos es, en cambio, más sutil y al mismo tiempo más fiel al origen del término. Apocalipsis deriva del término griego ἀπoκάλυψις, formado por el prefijo apo- (separar), el verbo kalyptein (cubrir, ocultar) y el sufijo -sis (acción). La traducción literal es, pues, la acción de quitar el velo; de revelar. Y solo se puede revelar lo que está oculto. Quizás la equivalencia les suena porque el libro del Apocalipsis de la Biblia también se conoce como el Libro de las Revelaciones. Pero el libro del Apocalipsis no es el único libro apocalíptico. De hecho, a partir del siglo II a.C. existía lo que se conoce como literatura apocalíptica (en el sentido de revelación, no de catástrofe). Su función era dar esperanza futura al pueblo judío en momentos en que el presente era muy duro.

Donald Trump, ganador de las elecciones en Estados Unidos | EP
Donald Trump, ganador de las elecciones en Estados Unidos | EP

Esperanza y un manual de actuación para cuando llegara el momento del triunfo. Hay libros apocalípticos en tiempos de la helenización de Antíoco IV Epífanes, quien consagró el templo de Jerusalén a Zeus (150 a.C.); de la ocupación romana de Palestina (63 a.C.); de la persecución de los seguidores de Jesús (95 d.C.); o de la destrucción del templo de Jerusalén por el emperador Tito (70 d.C.).

“El mundo no se ve igual desde un barrio latino en las afueras de Detroit que desde el móvil en el sofá de casa en Barcelona”

Los textos apocalípticos se escribían con códigos, metáforas, memes y referencias culturales comprensibles solo para sus destinatarios. Para quienes los comprendían, se revelaba un futuro en el que su dios triunfaba sobre el mal. En cambio, si quien los leía era el enemigo, los textos no revelaban nada. En términos modernos podríamos decir que estaban encriptados. Intenten leer el libro del Apocalipsis de Juan y verán que, desde el siglo XXI, no se entiende absolutamente nada.

La segunda venida de Trump ha sido una revelación para todos, en el sentido apocalíptico del término —para algunos es el Anticristo— y en el sentido literal: nos ha quitado el velo. El mundo no se ve igual desde un barrio latino en las afueras de Detroit que desde el móvil en el sofá de casa en Barcelona.

Podríamos pensar que todo ha cambiado mucho desde aquellos tiempos de literatura apocalíptica, pero no. Hoy también tenemos sacerdotes que tienen más información que nosotros, que ven el futuro, que lo condicionan y que nos preparan para cuando llegue el triunfo. La diferencia es que ahora no escriben en rollos de papiro, sino en redes digitales. Sí, estoy hablando de Musk y de toda la pandilla de broligarcas de Silicon Valley.

Es especialmente Musk quien encaja perfectamente con la figura del profeta apocalíptico: a menudo calificado de visionario y de persona que nos llevará al futuro, además tiene línea directa con el cielo (más del 50% de los satélites en órbita son de su empresa SpaceX). Como ocurría en la literatura apocalíptica, su línea de tiempo en Twitter está llena de códigos, metáforas, memes y referencias culturales comprensibles solo para los suyos. El Department of Government Efficiency que Trump le ha prometido forma las iniciales DOGE, que es una criptomoneda que él promociona. Cuando se supo el nombre, la criptomoneda subió un 15%. Quienes comprenden estos códigos ven un futuro que para el resto es opaco.

“Es especialmente Musk quien encaja perfectamente con la figura de profeta apocalíptico”

Y como hacían sus homólogos de hace 2.000 años, Musk también apela al fin de los días —llamando a la guerra civil—, dice que trascenderemos nuestro cuerpo —nos fusionaremos con Internet a través de sus chips de Neuralink—, que el futuro será mejor y que creceremos y nos multiplicaremos por todo el sistema solar. Mensajes apocalípticos, en el sentido de velados, que deben ser revelados a la humanidad.

Una de sus publicaciones de la noche electoral es un retuit que dice "Vox Populi, Vox Dei", un eslogan populista que usa a menudo y que viene a decir que el pueblo siempre tiene razón. El texto es una cita incompleta de una más larga del religioso inglés Alcuino de York, quien en el año 798 escribía: “Nec audiendi qui solent dicere, Vox populi, vox Dei, quum tumultuositas vulgi semper insaniae proxima sit”. En español: "No debemos escuchar a aquellos que suelen decir que la voz del pueblo es la voz de Dios, ya que la tumultuosidad del pueblo siempre está cercana a la locura”.

El Libro del Apocalipsis, Alcuino de York y Twitter. No podemos decir que no estuviéramos avisados.