No se puede entender una organización alejada de sus personas. Todas tendrían que compartir los mismos propósitos, necesitándose las unas a las otras, pues ellas son la empresa.
Pero hay un minoritario número de directivos con actitudes que no contribuyen al hecho que los componentes de un equipo conozcan lo que se espera de ellos, que parecen perseguir la desmotivación de la gente y que en nada ayudan a la mejora de sus colaboradores.
Los cambios imprevisibles de opinión avisan de la confusión existente entre navegar hacia un destino e ir a la deriva. La inconsistencia en el criterio que anima las decisiones, la poca argumentación y el zigzagueo de las instrucciones, causan inseguridad, destruyendo cualquier iniciativa de quien no sabe a qué atenderse.
La volatilidad en los objetivos dificulta compartirlos o comprender como llegar a conseguirlos. En un ambiente donde falta el equilibrio, es difícil saber qué es lo que se está proponiendo o lo que se desea.
"Hay un tipo de directivos que parecen perseguir la desmotivación de la gente y en nada ayudan a la mejora de sus colaboradores"
Las órdenes incongruentes identifican la aleatorietat que hay detrás de algunos sistemas de gestión, menguando la autoridad de quien las impulsa. Tal situación podría evocar la señal de un problema de comunicación si no fuera porque esta es unilateral.
Las desautorizaciones y descalificaciones sin ningún motivo, con peores consecuencias si la reprobación se hace en público, delatan una injustificable manera de proceder, pues las formas siempre tienen que ser las mejores. Poner en evidencia un colaborador, ignorando el conveniente uso de un despacho o la privacitat que otorga una puerta cerrada, incrementa el malestar causado por un reproche, inclús cuando este pueda estar justificado.
La ceguera ante el desaliento que se transmite al equipo es un síntoma de la autoestima desbocada de quien no es consciente del mal que provoca. Se da el caso de directivos que han olvidado que a la empresa hay más personas con ellos. Quien no tiene en cuenta los otros desconoce hasta qué punto es deudor de todo el mundo.
La amnesia respecto de los hitos conseguidos por los colaboradores, refleja el interés a eludir el reconocimiento del trabajo hecho. Más grave todavía, y demasiado usual, es la apropiación de los éxitos en beneficio de un ego rellenado de arrogancia.
Son sacados escogidos al azar que definen una dirección no bastante competente, carecida de empatía, en la que se puede reconocer a alguien con quien convive cada día en horas laborales.
Los directivos necesitan todos los integrantes de una organización. Mejorar los que forman parte del equipo es una de sus principales dedicaciones, tutelando los errores que hacen crecer a aquellos en los que se delega.
Por fortuna la inmensa mayoría de personas que ocupan lugares de dirección no responde al perfil que aquí se ha descrito y las organizaciones avanzan compartiendo los mismos objetivos.