El novelista Evelyn Waugh tenía un profesor que le pedía escribir un párrafo a la semana. Sólo uno. Un solo folio, doscientas cincuenta palabras, de diversos temas. El maestro, cuando evaluaba, era muy particular. A veces lo devolvía y no decía nada, y cuando comentaba, la evaluación no era una nota: podía elogiar, pero generalmente lo utilizaba de punto de partida para debatir o rebatir lo escrito. Waugh recuerda que en estas evaluaciones del profesor, "la expresión más peyorativa era ésta: 'excelente muestra de periodismo, mi querido colega', con lo qual daba a entender que el texto era de pensamiento trillado, de expresión coloquial, pendiente sólo del efecto, de aparentar inteligencia, repleto de exageraciones".
Esto sucedía en el sistema educativo inglés del primer tercio del siglo XX. Y leyendo en este diario a Josep M. Ganyet sobre cómo la inteligencia artificial está siendo capaz de generar por sí misma textos e imágenes a partir de un párrafo, sólo uno, pensaba qué diría el profesor de Waugh cuando le llegara tal producto artificial a sus manos. 'Excelente muestra de periodismo'.
Quizás ahora el profesor podría decir, en cambio, "excelente muestra de inteligencia artificial, mi querido colega". Que perdonen sus compañeros de gremio, pero esta comparación odiosa entre el previsible lenguaje periodístico y la corrección y predictibilidad tecnológicas, aunque caricatura, no es del todo gratuita: las clases de redacción en la licenciatura de periodismo conseguían que la fabricación de textos fuese lo más escalable posible, y el resultado, unas reproducciones precisas de la estructura de la pirámide invertida.
La escritura tiene una parte de técnica que, efectivamente, está siendo ya subcontratable a una máquina.
"Indisociable al arte de escribir está la capacidad de recordar: la memoria. Y aquí las máquinas también son realmente muy competentes"
Indisociable al arte de escribir -sea humano o sea máquina- existe la capacidad de recordar: la memoria. Y aquí las máquinas también son muy competentes. La subcontratación de la memoria hoy es evidente cuando hablamos de Google Maps o de Wikipedia, pero no por menos evidente es menos real cuando pensamos en la memoria de nuestra vida sentimental, donde el peso de los corazones y likes en redes se incorpora a la experiencia recordada. Sí, estamos subcontratando la memoria emocional cuando vamos a Instagram a comprobar si éramos felices en tal momento del pasado, o si una celebración de cumpleaños fue exitosa. Pensemos también en la memoria musical, de letras y grupos: Spotify o Shazam se ocupan de que en nuestra memoria ya sólo retengamos las coordenadas desde las que disfrutamos del placer de la música o de su estímulo, porque ellas ya recuerdan el nombre del grupo o el título de la canción favorita.
Las memorias artificiales son cada vez más eficaces para el almacenamiento y recuperación. Pero existe una frontera todavía infranqueable: formarse un criterio propio. No me refiero a la capacidad de proponer la próxima compra -criterio de selección de producto- sino a lo que también se la conoce como capacidad crítica: esa perspectiva personal, esa autocomprensión y sentido de misión vital, que permite dar dirección y enfoque a la recuperación y el almacenamiento de la memoria que hemos subcontratado previamente. La capacidad crítica quizás sea lo que más necesita de esfuerzo racionalizador y civilizatorio.
"Un buen contexto es imprescindible para escribir, para interpretar y para recordar, porque da perspectiva. Sin contexto, la memoria es como un tronco sin llama"
La capacidad crítica proporciona contexto. Un buen contexto es imprescindible para escribir, para interpretar y recordar, porque da perspectiva. Sin contexto, la memoria es como un tronco sin llama. Con el contexto equivocado, la memoria es un incendio. Con un contexto acertado, la memoria son esas brasas que desde la chimenea nos transmiten la sensación de estar en nuestro hogar.
¿Y si no adquirimos esa capacidad crítica por vías humanas? La máquina, y quien programó la máquina, proporcionarán, para ti, el criterio y con él, el contexto. Ahora bien, ten cuidado que no acabe siendo tu capacidad crítica nada más que una excelente muestra de inteligencia artificial, de pensamiento trillado, de expresión coloquial, pendiente sólo del efecto, de aparentar inteligencia, repleto de exageraciones.