Os arreglo Eurovision

19 de Mayo de 2022
Act. 19 de Mayo de 2022
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Estoy muy a favor de la controversia que se ha generado en el entorno del sistema de votaciones de Eurovision. Que el voto de Eurovision está roto lo sabemos de hace años, tantos como los que sabemos que el certamen no va de música sino de geopolítica sin el geo. Este año con la eliminación de Rusia primero, la conxorxa de seis países para votarse entre ellos después y el inevitable triunfo de Ucrania parece que mucha gente ha abierto los ojos.

Eurovision está roto y alguien lo tiene que arreglar. Manos a la obra.

Empecemos por el principio. El miércoles antes de la gran final de sábado, en la segunda semifinal, el sistema de voto de la EBU (European Broadcasting Union) detecta patrones de voto irregulares en seis países. Los jurados de Azerbaiyán, Georgia, Montenegro, Polonia, Rumanía y San Marino se votan entre ellos en un patrón de voto inédito. La EBU lo considera fraude, descalifica a los jurados de estos países pero no se lo notifica para evitar la polémica antes de la final. Sábado, a la hora de los douze points, twelve points estos países se encuentran que no entran en directo por "problemas técnicos" y es el supervisor del certamen Martin Österdahl quién lee el resultado a cada turno. El pequeño detalle es que los votos que se otorgan en directo no se corresponden con el que los jurados de los seis países en cuestión habían emitido. No se enteran hasta que acaba el festival por vía de un comunicado de prensa de la EBU. Escándalo. ¿Seguro?

Según han hecho público tres de los jurados eliminados, al menos 2 de los douze points que fueron a parar a Gran Bretaña tenían que ser para España

Vamos por partes. En España el asunto se ha magnificado dado la tercera posición de la catalana Chanel. Según han hecho público tres de los jurados eliminados, al menos 2 de los douze points que fueron a parar a Gran Bretaña tenían que ser para España. Alguien ha empezado a hacer la cuenta de la lechera y ha llegado a la conclusión de que España habría podido quedar segunda superando s Gran Bretaña; primera es imposible dado el enorme apoyo del voto del público a Ucrania, 438 de 480 votos.

Los más mayores quizás recordaréis el triunfo de España con La La La en 1968. En todo caso lo hemos visto todos muchas veces los últimos 50 años. El tema lo tenía que cantar Joan Manuel Serrat que pidió hacerlo en catalán. Le dijeron que si quería ir tenía que ser en "castellano, que es la lengua de todos". Serrat se negó, RTVE cambió de intérprete y de paso se declaró al cantautor catalán persona non grata. Estuvieron a punto de ir sus compositores, los miembros del Dúo Dinámico, pero como la discográfica Zafiro ya se había gastado mucha pasta en la promoción del tema dijeron que tenía que ser alguien de su catálogo, que así amortizaban la inversión. La escogida fue Massiel.

España ganó por un punto al Reino Unido que participaba con Congratulations, compuesta e interpretada por Cliff Richards.

Pues bien, la votación tampoco fue tan limpia como nos han querido hacer creer durante medio siglo. Resulta que el régimen de Franco iba corto de éxitos tanto a nivel nacional como internacional y alguien pensó que ganar Eurovision sería una buena manera de mostrar al mundo la cara yé-yé de la dictadura. De hecho, en ediciones anteriores España ya había intentado sobornar a jurados otros países. No lo digo yo, lo dice en José M. Iñigo, que de Eurovision entendía un poco: "Todo el mundo sabe, y se ha publicado, que directivos de Televisión Española y de compañías discográficas se paseaban por Europa ofreciendo editar discos de diferentes cantantes… búlgaros, checos, o quién sabe… (…) Y Televisión Española estuvo comprando series que nunca se pasarían y que no se pasaron nunca, para que nos dieran los votos para poder ganar". Las declaraciones las recoge el documental producido por Globomedia en 2014 1968. Yo viví el mayo español.

Me temo que la única solución para arreglar el sistema de votación de Eurovision es hacerla anónima del todo: sin banderas

Sea como fuere no descubriremos ahora que votaciones y elecciones de todo tipos no son los procesos limpios, transparentes y justos que nos pensábamos; pensad en las intervenciones de los servicios secretos españoles en las elecciones de la Generalitat, en las negociaciones para formar consistorio en el Ayuntamiento de Barcelona o bien las de Cambridge Analytica en el Brexit o a las presidenciales de los EE.UU.. No lo arreglaremos ahora. O sí!

Si nos fijamos bien veremos que el problema principal es el mucho poder que tienen los cinco miembros del jurado de cada país, dicho de otra manera, cómo de fácil es corromper a cinco personas que son públicas y notorias. Estos representan el 50% de la puntuación final. Por otro lado, el voto del público es más difícil de manipular. Es cierto las últimas ediciones los expertos en seguridad de la EBU se las han tenido que ver con ejércitos de bots rusos (Killnet según informa la policía italiana). Pero para manipular el voto de mucha gente anónima hacen falta muchos más recursos que si solo tienes que comprar a unos cuántos miembros de un jurado. Y anónimo es la palabra clave.

Si en vez de ser cinco miembros muy populares en cada jurado fueran quinientos de totalmente anónimos, tan anónimos como los que tienen audímetros en casa para medir el consumo televisivo, serían más difíciles de comprar (por cierto, ¿habéis conocido a alguno? Yo no). Como en el caso de las personas con audímetro en casa podrían ser una muestra estadística representativa de la sociedad. Como los aparatos serían especializados y no de carácter general como móviles y ordenadores, permitiría incorporar más capas de seguridad y hacerlos así más resilientes a los ataques de los hackers. Tampoco me lo invento yo; es el método que se usa en el festival de San Remo en Italia, un festival anterior a Eurovision.

Y ya estaríamos. O no. Un estudio científico de 2017 elaborado por académicos canadienses titulado Voting in the Eurovision Song Contest analizó el comportamiento del voto del espectadores de Eurovision. Se preguntaba si el voto de los espectadores era sincero —a la canción que gustaba más— o estratégico —a la canción que creían con más posibilidades de ganar—. Al final solo un 25% del voto era sincero, con un 11% que votaba de manera estratégica y con la mayoría, el 36%, que lo hacía por razones ètniques, de vecindad o a su país europeo preferido.

Me temo que la única solución para arreglar el sistema de votación de Eurovision es hacerla anónima del todo: sin banderas.