La ciencia tiene tanto prestigio que ahora hay un montón de disciplinas que intentan vincularse a ella incluso más allá de lo que sería razonable, como si esto las ayudase a confirmar que sus conclusiones también son ciertas y demostrar que su trabajo se basa en hechos empíricos y metodologías suficientemente incontestables. Ya hace un tiempo que los periodistas estudian en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, y los politólogos en la de Ciencias Políticas. Quieren ser tan científicas que han necesitado ponerlo así, en plural, pero cada vez estoy más convencido que es una pena que no haya más disciplinas que quieran ser consideradas un arte.
Según el diccionario “ciencia” es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados, comparables experimentalmente y de los cuales se pueden deducir principios y leyes generales con capacidad predictiva. Quizá sí que el periodismo, la política, la psicología, el derecho o la geografía pueden ser ciencias, pero creo muy necesario que también quieran ser consideradas un arte. Según el mismo diccionario “arte” es la capacidad o la habilidad de hacer algo, o el conjunto de preceptos y reglas necesarias para hacer algo. Querer saber hacer las cosas, y no sólo dictar las leyes que predicen cómo deben ser. Bienvenida la gente de ciencias, pero últimamente echo en falta más artistas.
Pasa lo mismo con las personas que están al frente de proyectos, organizaciones o empresas. El mundo de la gestión está cada vez más lleno de gente entestada en ser científica y se echan de menos más vocaciones artísticas. Cada vez estoy más convencido de que la gestión es un arte que comparte muchas cosas con la poesía, que también tiene métrica y normas. En esencia gestionar se basa en tres factores difíciles de resolver sólo con recursos técnicos:
Entender
Tener una opinión formada sobre lo que está pasando, de dónde viene, cuáles son las causas y cuáles las tendencias, quiénes los competidores y cuáles los intereses que pueden tener otras personas. Es difícil, porqué pide disponer de información y una mirada holística: técnica, política, legal, humana, sectorial… Jamás tienes la certeza de haberlo considerado todo en su justa medida, ni de conocer todo aquello que es necesario para comprender bien la situación. El arte de entender siempre es incierto.
Decidir
La más difícil de las habilidades de este arte. ¿Cuál es el plan?, ¿en qué orden?, ¿a qué velocidad?, ¿con cuantos recursos?, ¿con qué personas?, ¿con qué liderazgos?... es imposible estar seguro de si estás combinando bien todas estas variables. Siempre hay otras muchas maneras de hacerlo que también podrían ser razonables. El arte de decidir siempre es incierto.
El arte de decidir siempre es incierto
Convencer
Pese a las dudas que has tenido cuando tratabas de entender y decidir, para convencer necesitarás transmitir decisión y convencimiento dentro y fuera de tu organización, hacia tus equipos y tus superiores. Has de convivir con todas las dudas, con la incertidumbre, sin que se convierta en inseguridad. El arte de la persuasión siempre es incierto.
Entender, decidir, convencer. Ninguna de las tres cosas es una ciencia exacta, por eso gestionar es un arte que no se puede llevar a cabo sólo administrando recursos y aplicando principios y leyes generales con capacidad predictiva. Hace falta sensibilidad artística.