Exención de responsabilidad: Siempre he utilizado Telegram en el trabajo, porque tenía una aplicación de escritorio que me permitía comunicarme y compartir archivos con el equipo desde el ordenador. Siempre he defendido su superioridad sobre WhatsApp. Siempre he creído en su filosofía. Hasta hace unos meses.
El asunto
El titular es que el mundo tecnológico se ha visto sacudido por la detención en París de Pavel Durov, el enigmático fundador de Telegram. El Departamento de Justicia francés declaró oficialmente que Durov está siendo investigado por una supuesta complicidad en varias actividades criminales, que incluyen terrorismo, tráfico de drogas, delitos de pederastia y fraude. La empresa dijo a Telegram que todo esto no tiene ningún sentido. El asunto plantea una pregunta fundamental: ¿es responsable el propietario de una plataforma del comportamiento criminal de sus usuarios? Para entender esto, es necesario separar la fe de la ciencia, porque el debate es un tema de fe como veremos.
Pavel Durov
Pavel Durov es a menudo referido como el "Mark Zuckerberg de Rusia", un título ganado por su éxito inicial con VKontakte (VK), la red social más grande de Rusia. Ciudadano de Rusia, de los Emiratos Árabes Unidos, de Saint Kitts y Nevis y de Francia, nació en 1984 en San Petersburgo, en la aún URSS, y creció en Milán, Italia. Durov rápidamente destacó en el mundo tecnológico, donde es conocido por sus firmes opiniones libertarias y su resistencia a la censura gubernamental. Después de un enfrentamiento público con las autoridades rusas por el control de VK, Durov vendió su participación, abandonó Rusia en 2014 y retomó un proyecto de comunicación privada que había creado el año anterior con su hermano, el matemático Nikolai. La filosofía detrás de Telegram: priorizar la privacidad para garantizar la libertad de expresión en línea al margen de los controles gubernamentales.
"¿Es responsable el propietario de una plataforma del comportamiento criminal de sus usuarios?"
Telegram
Telegram nació del deseo de Durov de crear una plataforma que pudiera eludir la vigilancia autoritaria y ofrecer un refugio para la libertad de expresión. Creado en 2013, Telegram prometía a los usuarios una herramienta de comunicación segura y privada. Su filosofía se basaba en la idea de que todos tienen derecho a la privacidad y que nunca haría negocio con los datos de los usuarios. Sin embargo, esta promesa de privacidad ha demostrado ser más una estrategia de marketing que una realidad.
La reputación de Telegram como aplicación de mensajería segura se construye sobre medias verdades. A diferencia de Signal o WhatsApp, que utilizan el cifrado de extremo a extremo (E2EE) por defecto, el E2EE de Telegram solo está disponible en sus "chats secretos", una función que pocos usuarios utilizan (si la buscan, la encontrarán deliberadamente escondida detrás de cuatro toques en la pantalla). Esto significa que los chats normales y los grupos solo están cifrados hasta que llegan al servidor. Una vez allí, cualquiera en la empresa que tenga la clave puede leerlos. A pesar de esto, la promoción engañosa de Telegram como estandarte de privacidad y seguridad lo ha convertido en la herramienta preferida tanto de grupos legítimamente disidentes como de grupos terroristas y criminales.
Encriptación de aquella manera
La falta de E2EE por defecto en Telegram significa que el contenido en sus servidores es accesible para quien tenga la clave. Esto convierte a Durov, o a cualquier otra persona con acceso a los servidores, en un punto débil en la cadena de seguridad. Según afirma, nadie tiene acceso a toda la clave, ya que está distribuida en varias jurisdicciones diferentes fuera de la UE para que un solo juez no pueda reclamarla. En otras plataformas como WhatsApp y Signal, sabemos que nuestras comunicaciones no son accesibles gracias a la certeza matemática proporcionada por los algoritmos de E2EE. Con Telegram, sin embargo, se nos pide que confiemos en la palabra de Durov, lo que convierte la privacidad en una cuestión de fe más que de ciencia
El dilema financiero
La sostenibilidad financiera de Telegram siempre ha sido cuestionable. Con costes aproximados de 1 dólar por usuario al año, multiplicados por cerca de 1.000 millones de usuarios, la viabilidad económica de la plataforma es incierta. El intento de Telegram de lanzar una Oferta Inicial de Criptomonedas (ICO) para su criptomoneda, Grams, fue considerado fraudulento por los reguladores, lo que obligó a Durov a abandonar el proyecto y devolver el dinero a los compradores. En 2018, Telegram fue prohibido en Rusia, lo que dificultó aún más su crecimiento y financiamiento.
La sombra del Kremlin
Las cosas cambiaron, sin embargo, en 2020, cuando Putin levantó la prohibición de Telegram. La desinformación que circuló por los grupos de Telegram con motivo de la COVID-19 hizo que muchos actores se dieran cuenta de la influencia de la plataforma: Telegram no era solo una aplicación de mensajería, sino una red social en toda regla. El ciclo siempre era el mismo: una conspiración que se inicia, se cocina y se agranda en los grupos de Telegram, y desde allí se distribuye al resto de redes sociales. Hoy, Telegram tiene cerca de 1.000 millones de usuarios. Si un Twitter con solo 350 millones de usuarios en abierto, lleno de desinformación y conspiraciones, tiene una influencia desproporcionada en la opinión pública, imaginaos el triple de usuarios sin control ni moderación en grupos privados.
"El ciclo siempre era el mismo: una conspiración que se inicia, se cocina y se agranda en los grupos de Telegram, y desde allí se distribuye al resto de redes sociales"
Otra característica que hace a Telegram único son sus API, mecanismos que los programadores utilizan para acceder a funcionalidades y datos a través de programas, sin necesidad de usar la aplicación. Con esto, se pueden programar servicios de atención al cliente, bots que te dan el clima o bots que desinforman o que monitorean el comportamiento de los usuarios. Y se puede hacer más: peinando los grupos disidentes, se pueden establecer relaciones entre usuarios y crear perfiles muy precisos de personas que podrían ser identificadas incluso si supuestamente son anónimas.
El salto definitivo llegó en 2022 con la guerra de Ucrania y la prohibición de todas las plataformas de comunicación americanas en Rusia. Telegram creció espectacularmente en ese entorno, llegando a capturar el 7% de los usuarios. Un mercado muy interesante para los inversores, especialmente los rusos. Bonus track: Telegram es la plataforma que usa el ejército ruso, mientras que el ucraniano la ha prohibido.
Telegram volvía a ser interesante para los inversores. Fue el banco VTB, una entidad estatal con estrechos vínculos con el Kremlin, quien canalizó el financiamiento. Este apoyo financiero, junto con las inversiones de oligarcas cercanos a Putin, sugiere que Durov ya no es el emprendedor rebelde que una vez afirmó ser. El Kremlin, reconociendo el potencial de Telegram tanto para la desinformación como para la vigilancia, parece haber cooptado la plataforma para sus propios fines.
"Bonus track: Telegram es la plataforma que usa el ejército ruso, mientras que el ucraniano la ha prohibido"
Dada la naturaleza opaca de los negocios y operaciones gubernamentales rusos, es difícil discernir la verdad de la propaganda. Algunos incluso han cuestionado si el mito fundacional de la persecución de Durov por parte de Putin fue una narrativa elaborada para legitimar Telegram entre los movimientos disidentes globales. El hecho es que no podemos saberlo, y cada día emergen nuevas especulaciones y narrativas que hacen más difícil separar la realidad de la ficción.
La reacción y el verdadero problema
La respuesta a la detención de Durov ha sido polarizadora. Muchos activistas por los derechos digitales, abogados y políticos se han apresurado a defenderlo, enmarcando el asunto como un ataque a la libertad de expresión. Sin embargo, la libertad de expresión no equivale a la libertad de consecuencias. También es notable la manipulación que ha hecho la ultraderecha. Figuras como Elon Musk y Tucker Carlson se han apresurado a difundir una falsa narrativa del caso para atacar a la UE (cuando en realidad es un asunto de la justicia francesa), promoviendo una teoría de la conspiración que ignora el verdadero problema: el fracaso de Telegram a la hora de frenar las actividades ilegales en su plataforma.
Pavel Durov ha sido notificado repetidamente en varias jurisdicciones sobre las actividades ilegales en Telegram —terrorismo, pornografía infantil, tráfico de drogas, blanqueo de dinero, tráfico de personas, y más—. A pesar de tener la capacidad para hacer frente a estas demandas, Durov ha optado por no hacer nada. Muchos de sus defensores aducen erróneamente que es coherente, porque él nunca ha colaborado con estados. Sin embargo, sabemos que a petición de las autoridades alemanas e indias, Telegram ha facilitado nombres, IP, teléfonos y direcciones físicas de usuarios que las respectivas autoridades judiciales habían solicitado. Más fe ciega.
¿Por qué ha elegido no hacer nada? O mejor dicho, ¿por qué no puede hacer nada más que no sea no hacer nada? Porque, como admitió a principios de año al Washington Post, Telegram está a punto de ser rentable. Invertir en equipos de moderación, supervisar la plataforma y cerrar cuentas y grupos criminales devoraría los magros márgenes, un precio que Durov parece no estar dispuesto a pagar. La pregunta de Pla de “¿Y todo esto quién lo paga?” siempre es la respuesta.
La mentira mesiánica
Es sorprendente cómo caemos tan fácilmente en la trampa de creer que un multimillonario como Durov es un defensor de la privacidad —lo cual seguramente es— cuando, en realidad, también es un empresario que hace negocio con el sufrimiento que las actividades criminales en su plataforma causan a individuos y sociedades. Ya no sirve aquello de que la plataforma es neutral o de que el propietario no es responsable.
"La verdad es mucho más oscura o clara según se mire: Telegram no es el baluarte de privacidad que afirma ser"
Esta situación no es exclusiva de Telegram, sino que refleja una tendencia más amplia en las grandes tecnológicas, donde líderes carismáticos como Durov tejen narrativas mesiánicas para justificar sus acciones —o su inacción—. La verdad es mucho más oscura o clara según se mire: Telegram no es el baluarte de privacidad que afirma ser.
La evidencia del engaño
Y no podemos creer nada porque Telegram miente cuando le conviene, y mucho. En una investigación de la revista Wired, la empresa negaba que un ingeniero, que trabajó en su crecimiento durante cinco años, hubiera trabajado allí alguna vez, y que en todo caso, de haberlo hecho, no tenía firma. Conozco personalmente a este extrabajador, sé que trabajó allí porque hablaba con él cuando estaba, pero eso sería cuestión de fe. La ciencia es que tiene correos electrónicos de 2016 a 2021 que lo demuestran; con la dirección de Telegram, con ejecutivos de Apple, Stripe y Spotify, y con documentos que llevan su firma y la de Durov. Wired pudo comprobar la autenticidad de los documentos. Ha borrado Telegram y ahora usa WhatsApp.
"El diseño de Telegram ha permitido que la plataforma haya sido cooptada por actores opacos financieros y políticos"
El asunto de Telegram no trata de libertad de expresión, democracia o de la opresión de la UE a la innovación. Trata del colapso de una plataforma que muchos creíamos robusta, trata de responsabilidad, de rendición de cuentas, de poder, de control, de dinero y de malas intenciones. El diseño de Telegram ha permitido que la plataforma haya sido cooptada por actores opacos financieros y políticos y que su eslabón más fuerte, Durov, sea también el más débil. Es hora de que dejemos de tener fe ciega en la palabra de los multimillonarios broligarcas tecnológicos y empecemos a exigirles transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas.