En pocas ciudades del mundo hay una comunidad emprendedora tan vibrante como Barcelona. San Francisco, Boston, Nueva York, Berlín, Helsinki, Seúl o Barcelona son ejemplos de hotspots tecnológicos. Grandes concentraciones de talento, tecnología y tolerancia en palabras de Richard Florida. Barcelona cuenta con un sustrato de conocimiento científico, cocinado a fuego lento a lo largo de dos décadas, que nos sitúa a primer nivel mundial en el ranking de publicaciones científicas.
En el entorno europeo, sólo Israel, el país tecnológicamente más sofisticado del mundo (y otro gran clúster de start-ups) nos supera en publicaciones a las revistas más prestigiosas del mundo (Nature y Science ). A esto, le podemos sumar la existencia de universidades y escuelas de negocio también de primer nivel global, un entorno institucional organizado (un buen ejemplo es el clúster Barcelona Tech City, que reúne más de 200 empresas en modelos de negocio digitales), una creciente pasión y vocación emprendedora, y una situación y un clima envidiable.
En igualdad de condiciones, los emprendedores optan para venir en Barcelona ante Helsinki o Berlín. El ecosistema catalán es excepcional. Hace casi un siglo, Joseph Schumpeter, el economista que situó la innovación en el centro del pensamiento económico, hablaba de "oleadas de destrucción creativa". Las nuevas tecnologías se introducían al mercado y generaban un nuevo orden de cosas, superior al anterior, una auténtica oleada de destrucción que era el origen de nuevos paradigmas.
En Barcelona, hoy en día, tenemos una efervescente dinámica schumpeteriana. Una start-up es el vehículo organizativo de la innovación disruptiva. Es, por definición, una empresa de alto potencial de crecimiento y de alto riesgo tecnológico o de modelo de negocio. Una start-up no sirve un mercado preexistente, sino que inventa un nuevo mercado. Desarrolla un "océano azul", un nuevo espacio de valor único, libre de competidores. Y los perfiles emprendedores se sofistican. Ya no sólo disponemos de referentes sociales emprendedores. El nuevo referente es el del emprendedor en serie (quién idea, funda y desarrolla una start-up detrás la otra). Y, incluso, este modelo ha quedado superado por el del emprendedor en paralelo (quién idea, funda y desarrolla diferentes start-ups al mismo tiempo).
La colonia de start-ups en Barcelona es extremadamente rica. Con sectores emergentes como los videojuegos, la salud digital, la Internet de las Cosas, la educación, la e-commerce, los servicios B2B (business tono business), las tecnologías multimedia, o las aplicaciones móviles, la huella digital está bien presente en nuestras start-ups. No en balde, Barcelona es la capital mundial de la tecnología móvil, hecho formalizado con la constitución de la Fundación Mobile World Capital. Una fundación que va más allá de colaborar decisivamente en la organización del Mobile World Congress (la gran feria mundial de novedades en tecnología móvil, que atrae Barcelona, cada año, más de 80.000 visitantes).
La Mobile World Capital realiza, además, proyectos de sensibilización (como la enseñanza del uso de las tecnologías digitales a familias, estudiantes y maestras, mediante su iniciativa mSchools), de apoyo a la transformación digital en sectores como la salud o la industria, o de prospectiva de futuro (como la celebración del acontecimiento 4YFN –Four Years From Now-, punto de conexión de la comunidad global de start-ups, de concentración de los mejores gurus en la materia, y de muestra de las tendencias que cambiarán radicalmente el mundo en un lapso de 4 años).
Somos unos grandes afortunados de ver y de vivir esta dinámica efervescente de creación y crecimiento de un nuevo sector que, sin duda será estratégico en el futuro próximo por la economía catalana.
En el entorno europeo, sólo Israel, el país tecnológicamente más sofisticado del mundo (y otro gran clúster de start-ups) nos supera en publicaciones a las revistas más prestigiosas del mundo (Nature y Science ). A esto, le podemos sumar la existencia de universidades y escuelas de negocio también de primer nivel global, un entorno institucional organizado (un buen ejemplo es el clúster Barcelona Tech City, que reúne más de 200 empresas en modelos de negocio digitales), una creciente pasión y vocación emprendedora, y una situación y un clima envidiable.
En igualdad de condiciones, los emprendedores optan para venir en Barcelona ante Helsinki o Berlín. El ecosistema catalán es excepcional. Hace casi un siglo, Joseph Schumpeter, el economista que situó la innovación en el centro del pensamiento económico, hablaba de "oleadas de destrucción creativa". Las nuevas tecnologías se introducían al mercado y generaban un nuevo orden de cosas, superior al anterior, una auténtica oleada de destrucción que era el origen de nuevos paradigmas.
En Barcelona, hoy en día, tenemos una efervescente dinámica schumpeteriana. Una start-up es el vehículo organizativo de la innovación disruptiva. Es, por definición, una empresa de alto potencial de crecimiento y de alto riesgo tecnológico o de modelo de negocio. Una start-up no sirve un mercado preexistente, sino que inventa un nuevo mercado. Desarrolla un "océano azul", un nuevo espacio de valor único, libre de competidores. Y los perfiles emprendedores se sofistican. Ya no sólo disponemos de referentes sociales emprendedores. El nuevo referente es el del emprendedor en serie (quién idea, funda y desarrolla una start-up detrás la otra). Y, incluso, este modelo ha quedado superado por el del emprendedor en paralelo (quién idea, funda y desarrolla diferentes start-ups al mismo tiempo).
La colonia de start-ups en Barcelona es extremadamente rica. Con sectores emergentes como los videojuegos, la salud digital, la Internet de las Cosas, la educación, la e-commerce, los servicios B2B (business tono business), las tecnologías multimedia, o las aplicaciones móviles, la huella digital está bien presente en nuestras start-ups. No en balde, Barcelona es la capital mundial de la tecnología móvil, hecho formalizado con la constitución de la Fundación Mobile World Capital. Una fundación que va más allá de colaborar decisivamente en la organización del Mobile World Congress (la gran feria mundial de novedades en tecnología móvil, que atrae Barcelona, cada año, más de 80.000 visitantes).
La Mobile World Capital realiza, además, proyectos de sensibilización (como la enseñanza del uso de las tecnologías digitales a familias, estudiantes y maestras, mediante su iniciativa mSchools), de apoyo a la transformación digital en sectores como la salud o la industria, o de prospectiva de futuro (como la celebración del acontecimiento 4YFN –Four Years From Now-, punto de conexión de la comunidad global de start-ups, de concentración de los mejores gurus en la materia, y de muestra de las tendencias que cambiarán radicalmente el mundo en un lapso de 4 años).
Somos unos grandes afortunados de ver y de vivir esta dinámica efervescente de creación y crecimiento de un nuevo sector que, sin duda será estratégico en el futuro próximo por la economía catalana.
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