A finales del siglo XIX, en Barcelona cristalizó una nueva conciencia que, en esencia, no fue otra cosa que la modernidad . La personalidad moderna de Barcelona se proyectó en el urbanismo y la arquitectura, y se basó en la configuración de un mundo económico similar al de las ciudades europeas industrializadas, así como en la consiguiente configuración de una burguesía ambiciosa y una clase obrera organizada.
La Exposición Universal de 1888 hizo de Barcelona una ciudad internacional y cosmopolita. Y un golpe nuestra ciudad probó este gusto, ya no supo imaginarse de ninguna otra manera. El espíritu moderno de Barcelona también se va apuntalar en la fe en la tecnología, que a la época, fueron los medios de transporte y el proceso de industrialización.
"El espíritu moderno de Barcelona también se va apuntalar en la fe en la tecnología"
La sociedad se transformó gracias a una economía líder y a la exhibición de un determinado gusto estético. El dinero de la industria textil se invirtieron, en gran parte, en obras de arte y en proyectos arquitectónicos. La abundancia de los encargos puso a trabajar a los arquitectos y pintores locales, y los permitió desarrollar su creatividad con libertad.
El Liceo, un teatro de dimensiones superiores a la Scala de Milà, fue el paradigma de la ambición de la burguesía catalana, que se equiparaba a la europea. Una burguesía que fue exigente con el repertorio operístico, pero que, por encima de todo, convirtió las noches a la ópera en un potente foro de interacción social.
Existen muchos paralelismos entre la sociedad de finales del s. XIX y el momento actual. A pesar de no haber tenido el adecuado impulso del mundo público, hoy nuestra economía continúa siendo fuerte gracias a la iniciativa privada que nos sigue definiendo. Así mismo, la tecnología, ahora bajo las formas de la industria digital, continúa siendo capital por nuestro tejido empresarial.
"A pesar de no haber tenido el adecuado impulso del mundo público, hoy nuestra economía continúa siendo fuerte gracias a la iniciativa privada que nos sigue definiendo"
La burguesía clásica ya no tiene un papel destacado en el mundo económico ni en la configuración de nuestro gusto estético. Actualmente, las élites son las personas que tienen capacidad de influir en la sociedad con absoluta independencia de su clase social. Estas personas son de perfiles muy diversos: los emprendedores digitales que trabajan al Pier01, los profesionales liberales que desarrollan su trabajo con éxito, y una multitud de personas que han encontrado la manera de hacernos llegar sus valores y su manera de ver el mundo.
Los foros de interacción social se han multiplicado y han ganado en diversidad, pero echo de menos que estén más muy trabados y que trabajen de manera focalizada, para lograr objetivos concretos.
En cuanto a los referentes estéticos y el impulso del mundo de la cultura, hay mucha dispersión conceptual; faltan propuestas que definan la época actual. Las clases sociales de mayor poder adquisitivo, a diferencia de las del s. XIX, parecen no tener suficiente interés a invertir su dinero en arte y en arquitectura. Esta desconexión entre el mundo del dinero y el mundo de la cultura ahoga los creadores actuales.
Los barceloneses, en general, tendríamos que vivir una vida cultural mucho más intensa, porque la cultura es el que nos define y, sin tenerla cerca, perdemos entidad. Venimos de una tradición magnífica, de una sociedad con vocación cosmopolita que se movilizó para construir una ciudad basada en la modernidad. Es nuestra obligación rescatar esta tradición, actualizarla y lucirla.