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Cuatro años más sin Ministerio de Sociedad Digital

17 de Enero de 2020

Hasta que no tengamos un ministerio completamente dedicado al digital, no podremos decir que en el Estado español se tomen seriamente la transformación digital de la sociedad.

De momento tiene una Vicepresidencia Económica -que es la tercera vicepresidencia- que incluye una Secretaría de Estado de Digitalizacion e Inteligencia Artificial. Todavía es demasiado pronto para saber qué, cuando y como lo harán. De momento sólo tenemos una marca, un entorno y unos nombramientos.

Cuanto a los nombramientos, Carme Artigas es una gran elección. Escuché su conferencia de febrero de 2019 en Palma y me sorprendió por su visión clara completa y positiva. Fue un #síatot, que diría Ganyet.

Recuerdo que Carme Artigas dijo que la transformación digital es de la sociedad y no de las empresas. Era la primera vez que sentía otra persona decir una cosa que había repetido hasta el aburrimiento propio. Hay centenares (de hecho son miles) de consultores que venden la transformación digital de las empresas sin tener en cuenta las personas y claro, fracasan. Tampoco tengo la fórmula del éxito, pero la del fracaso es construir un proyecto no basado en la capacidad de transformación digital de las personas -un concepto que suena tan extraño que prefiero decir inmersión digital-. Por casualidad, sólo ocho días antes había publicado en Medium un artículo titulado La transformación digital de las empresas no existe.

"Las personas con talento digital se basan en la disrupción, que es una fiesta para quien somos del oficio pero un dolor de cabeza para el resto"

En la conferencia me senté al lado de Jaime Tovar, director de la EBAP (Escuela Balear de la Administración Pública), una organización gubernamental encargada de la formación de los funcionarios. Con Tovar habíamos pasado mucho tiempo dando vueltas a los cambios que hacía falta para conseguir la inmersión digital de la Administración Pública. Encontrábamos que nos teníamos que abrir a muchas más especialidades porque nos haría falta una diversidad enorme de formas de ver el mundo a la hora de convertir en software todo aquello que pudiera ser software, y que no era sólo cosa de informáticos. Jaime Tovar tuiteó que plegados habíamos escuchado a Carme Artigas, "una de las mujeres que más sabe de temas digitales pero que no puede ser funcionaria informática nuestra porque no reúne los requisitos: es química. Hace falta que repensamos esto!".

Pues bien, ahora Artigas es Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial y ni Tovar ni yo estamos en el Govern de las Islas Baleares. Él habrá vuelto a su plaza, supongo, y yo me estoy reubicando. Me ha pasado lo que podía esperar después de moverme cuatro años en el entorno de la Administración Pública: me han ofrecido un par de trabajos nuevos dentro del mismo entorno, pero no podía ser porque eran puestos fijos, no nombramientos políticos, y ha surgido el problema que apuntaba Tovar.

Todo ello forma parte del entorno de los gobiernos. Casi todo el mundo está ahí por dos motivos: la carrera funcionarial o la política. La carrera de funcionario es estricta, pero la política suele ser vaporosa en cuanto a la vertiente técnica: ahora estan en cultura, mañana en movilidad y después en investigación. En realidad así es su negocio y no parece -hasta ahora- que la inmersión digital de la sociedad afecte mucho al entorno gubernamental. En sector privado las empresas cierran por inadaptación digital, pero los gobiernos no. Ni siquiera, en este momento, pierden o ganan votos según sea su programa sobre inteligencia artificial. Así, en política, las personas con perfiles digitales tienden a la invisibilidad. De hecho, cuando quieren que los vean, entonces posiblemente molestan.

Las personas con talento digital se basan en la disrupción, que es una fiesta para quien somos del oficio pero un dolor de cabeza para el resto. Para los fabricantes de velas, las bombillas fueron una molestia y los vendedores de papel carbón maldijeron las fotocopiadoras. La Ministra y Vicepresidenta tercera, Nadia Calviño, es la máxima responsable de la digitalización, pero también de la economía que sufrirá la desmonetitzación que viene después de la disrupción digital.

Como dicen en catalán, mala peça al teler.

Por ejemplo, no será fácil ayudar al sector fintech, que está en un buen momento incipiente, sin molestar a la banca que rescatábamos hace nada. Las fintech son las bombillas y la banca son las velas, pero no las de la cocina de los bisabuelos, sino las del altar de la catedral.

"El fintech son las bombillas y la banca son las velas, pero no las de la cocina de los bisabuelos, sino las del altar de la catedral"

He dicho banca, pero también podría decir movilidad. Gartner nos explicaba, en un foro para gobiernos regionales, que el vehículo autónomo será inevitable y la disrupción que más afectará la economía por todas partes, pero que casi ningún gobierno todavía no se había dado cuenta de ello. Lo dijeron no hace ni dos iteraciones atrás de la Ley de Moore; hoy la parte digital de los coches autónomos es más del doble de potente que entonces.

Defiendo un ministerio exclusivo para lo digital porque podrá gestionar la disrupción al mismo nivel que quien no la quiere. Será molesto para los otros ministerios, sí, pero hay que poder negociar de tú a tú con todo el mundo. Cuando llevas la economía clásica y también la disrupción digital, entonces no es negociación sino conflicto de intereses. Las negociaciones nos hacen más sabios, pero las contradicciones nos hacen más cínicos.

No fue cinismo, sino oportunismo, lo que me vino a la cabeza al leer la marca de la nueva Secretaría de Estado de Digitalizacion e Inteligencia Artificial. Todo el mundo con quien he hablado encuentra que me tendría que gustar, porque la inteligencia artificial es lo que a menudo defiendo. Pero no. No es esto. Lo han hecho, pienso, porque transmiten la idea que harán cosas en inteligencia artificial.

Con el tiempo he aprendido que los políticos que quieren "hacer cosas" son tan abundantes como peligrosos. Detrás este "hacer cosas" suele haber visión corta a breve plazo. En definitiva, humo. A la práctica, "hacer cosas" sin horizonte ni recorrido no es ninguna cosa negativa para personajes muy políticos y no muy técnicos: hoy hacen cosas de inteligencia artificial, mañana harán cosas de juego, después cosas de consumo, y más adelante cosas de carreteras con o sin rotondas. Si las cosas que han hecho no gustan a los siguientes políticos -cosa que siempre pasa- los nuevos podrán anunciar sus cosas, y a otra cosa.

Un chiste dice que la definición de inteligencia artificial es "cosas geniales que los ordenadores no pueden hacer". Así pues, quizás la marca de la nueva Secretaría de Estado está muy encertada: la banca estará encantada cuando los ordenadores no puedan hacer "las cosas" que los políticos intentan con la inteligencia artificial, y tal dia farà un any -o 0,666 iteraciones de la Ley de Moore-.

Estoy seguro que todo ello, ni la marca ni el entorno, no forma parte de las intenciones de Carme Artigas, a quien deseo mucho coraje, paciencia y suerte para convivir con la marca y el entorno. El incentivo principal es que casi todo está por hacer, y el Ministerio de Política Digital también.