Carta abierta a Elon Musk

28 de Abril de 2022
Act. 28 de Abril de 2022
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Querido Elon,

espero que no te sepa mal que me dirija a ti por el nombre pero es que escuchamos hablar tanto de ti, de tus secretos para triunfar, de las horas que no duermes, de los cohetes que elevas, de los porros que te fumas que en muchos casos sabemos más cosas de ti que de según qué parientes.

También me permito este tono cercano porque aunque tú quizás lo ignores, tú y yo tenemos muchas cosas en común. Los dos somos de la generación X (años pensando que era boomer y resulta que por un año, no). Como tú, yo también soy ingeniero, en mi caso informático, a pesar de que mi paso por la universidad fue algo menos breve que el tuyo. También como tú, yo he creado varias empresas y soy un empresario de éxito (éxito en la medida que no he tenido que cerrar ninguna empresa y que todavía puedo pagar nóminas. Toquemos madera). También como tú, yo no cobro demasiado y no dedico tampoco lo que gano a comprarme yates ni mansiones en el Caribe; los dos sabemos que en realidad el dinero no es importante sino que lo que es realmente importante es que nos permitan hacer aquello que nos gusta, que es hacer del mundo un lugar mejor.

Cuando Twitter se llamaba Twittr, todavía faltaban dos meses para que Steve Jobs presentara el iPhone al mundo y Tesla era sólo el apellido de un ingeniero maldito

De hecho, a pesar de que tú seas el hombre más rico del mundo y, por lo tanto, yo no, es mucho más lo que nos une que no lo que nos separa.

También nos une la pasión por la Inteligencia Artificial, la aeronáutica, el diseño y Twitter . Y es precisamente de Twitter de lo que te quería hablar. Los que ya tenemos una edad en Twitter —en esto tú también eres unos años más joven que yo, piñetero— recordamos cuando Twitter se llamaba Twittr, allá por abril del 2007. Todavía faltaban dos meses para que Steve Jobs presentara el iPhone al mundo y Tesla era solo el apellido de un ingeniero maldito, una víctima de tantas de Thomas Edison.

Recuerdo que la página principal de Twittr mostraba todos los tuits que se estaban haciendo en aquel momento, una verdadera conversación global que pasaba a velocidad de relámpago por la pantalla. También recuerdo que día sí, día también nos salía la imagen de error de la ballena diciendo que el pajarito ya no podía más. Eran tiempos en los que no entendíamos demasiado bien qué era ni cómo funcionaba ni para qué servía. Por supuesto no nos imaginábamos lo que un día representaría Twitter para todos nosotros y para la conversación global; tú dices el ágora del mundo, para otros es el Club de la comedia y para otros el teatro de operaciones de una guerra. Seguramente todos tenéis razón.

Los bots, trolls y trumps eran una cosa del futuro

En 2007 en Twittr había pocas normas. Por no haber no había ni etiquetas (hashtags) ni menciones a usuarios; lo empezamos los mismos usuarios, pero ni recibíamos notificaciones ni se podía hacer clic en la etiqueta para ver de qué iba el tema. Si tenías una conversación con alguien — recuerdo algunas muy edificantes con un chico sudafricano como tú con quien todavía tengo relación— era como si lo conocieras de toda la vida e inevitablemente lo invitabas a casa cuando venía a Barcelona. Eran tiempos de Nokia y de hacer tuits vía SMS; la web móvil todavía era una entelequia. Hacer un tuit por SMS quería decir dos cosas: estar identificado en la red vía tu número de móvil y pagar por tuitear. Y no poco. El número al que tenías que enviar tu SMS para ver aparecer automágicamente tu tweet en la web era de Reino Unido. La vanidad tiene un precio que en aquella época era de un euro el SMS, más costes internacionales. Los bots, trolls y trumps eran una cosa del futuro.

Ahora he leído que quieres volver a restablecer el balance a la fuerza, que quieres devolver Twitter a aquellos tiempos en los que todo era luz y todo el mundo podía hacer decir al pajarito aquello que le pasara por la cabeza sin más control que el de los mismos usuarios. Esto dices cuando te declaras un absolutista de la "libertad de expresión"; que en Twitter deben tener cabida todas las opiniones: las de astronautas, virólogos y médicos y las de tierraplanistas, antivacunas y homeópatas, tal y como hacen en algunas escuelas norteamericanas que cuando estudian la evolución de las especies de Darwin también estudian la creación divina del universo, porque se tienen que tener todas las versiones.

Mira, quizás te sorprenderá, pero el mundo es muy diferente del de hace 2.000 años y también de aquel del 2007, entre otras cosas porque monopolios como los de Apple, Google y Amazon, y redes como Instagram, Facebook o la que te acabas de comprar, han hecho del mundo un lugar diferente; ni mejor, ni peor, diferente.

Sé que todo lo que quieres hacer es con objeto de bien y que conoces tan bien como yo aquello de Spiderman de que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Pero quizás lo que no conoces tan bien es aquello del Capità Enciam, aquello de que “els petits canvis són poderosos” que vendría a ser un corolario de la teoría del caos, aquello que en la cultura popular se conoce como "el efecto mariposa", la idea de que pequeñas variaciones en las condiciones iniciales de un sistema dinámico pueden producir grandes variaciones en el comportamiento del sistema a largo plazo.

Disculpa si en algunos momentos el tono de mi misiva te ha parecido inadecuado, pero me he tomado la confianza por cómo nos asemejamos. Una última cosa en común que tenemos es que, como tú, yo también he pagado por Twitter, concretamente un euro más costes internacionales por cada tweet que envié por SMS a Reino Unido desde mi Nokia. Sí, sé que tú has pagado algo más pero el dinero no es importante; lo que es realmente importante es que nos permitan hacer aquello que nos gusta, y publicar que estaba en un concierto de los Beastie Boys y que los 40 seguidores que tenía se murieran de envidia, no tenía precio.

Muy cordialmente,

Josep M. Ganyet